(Alma)
Mierda, estuvimos tan cerca de escapar. Pensé que Trece tardaría un poco más en ser rescatado. De no haber sido encontrado, La Muerte se habría mantenido ocupada con la rebelión de Quince. Espero que esté bien.
Pero lo que más me preocupa es el estado en el que se encuentra Vein. La bruma negra no deja de brotarle de la pierna, y luce cada vez más debilitado.
Intento hablarle, pero no responde. ¿Estará consciente?
Los escoltas nos llevan hacia la oficina de La Muerte a través del vestíbulo destruido. La batalla debió ser feroz, porque hay escombros por todos lados.
Es increíble cómo cambian las cosas de un momento para otro. Hace unos instantes, estaba en esa oficina, liberando a mi mamá de su trato con La Muerte, y ahora estamos al filo de la navaja. ¿Qué pasará con nosotros? ¿Qué pasará con Vein?
Para colmo de males, los recuerdos siguen llegando. Cada vez con más intensidad. Intento reprimirlos, pero parece ser que en situaciones de estrés me cuesta más controlarlos. Qué inoportunos.
Me veo atravesando con Vein un bosque oscuro, para llegar a un claro y encontrar rosas negras. Él las arranca para mí.
—Encadénenlos a esas columnas —dice La Muerte, con su voz pausada y autoritaria. Me saca de mis pensamientos.
Estamos en la oficina de La Muerte. Un enorme ambiente blanco y reluciente, con columnas alrededor, un escritorio enorme y un reloj de arena de piso a techo que domina la estancia. Parece un templo dedicado al tiempo.
Un guardia nos encadena, no oponemos resistencia. Vein porque ya no tiene fuerzas, y yo porque no quiero empeorar aún más las cosas.
La Muerte nos observa, analizándonos. Su rostro carece de expresión, es difícil imaginar lo que está pensando.
—Veintiséis —le dice Ella—. No pensé que te atreverías a llegar tan lejos.
Vein no responde.
—Señora, por favor… —interrumpo, con la respiración agitada—. Él necesita atención. Ya no tiene energía, puede… morir en cualquier momento.
—No morirá, si es eso lo que te preocupa —responde, y se acerca a él—. Eso sería casi un premio.
Le toca el hombro y emana unos destellos de luz. En pocos segundos, la bruma negra deja de brotar. Vein tose y se lamenta.
—¿Ahora sí puedes hablar? —le pregunta, empujando la pierna de Vein con el pie.
Vein tarda unos segundos en reaccionar y asimilar lo que está ocurriendo, y empieza a protestar.
—¡Por favor, déjela ir. Todo fue mi idea! Ella solo me estaba acompañando, no pertenece aquí.
—¡Silencio! —exclama Trece, alzando un puño—. Solo responderás a las preguntas que nuestra Señora te haga.
Vein gruñe. Parece analizar la situación. Su pecho se agita y observa a todas partes.
—Parece que ya tienes energía para hablar —le dice La Muerte, y con un chasquido se materializa una silla detrás de ella. Se sienta y nos observa como si pudiera leer nuestras mentes. Le hace un gesto a uno de los guardias, y éste saca una libreta dispuesto a tomar notas—. Ahora mismo comenzará el juicio contra el Agente Norte IV - Veintiséis, y contra la humana Alma De la Rosa.
¿Cómo sabe mi apellido? Bueno, es La Muerte, no debería sorprenderme.
—Se les juzga por el delito de alta traición —continúa—, y por tal, recibirán su sentencia. Veintiséis, serás condenado a convertirte en un alma errante, y vagarás eternamente por el mundo de los humanos sin poder interactuar con ellos…
—¿En serio? —protesto—. ¿Ni siquiera nos va a preguntar si tenemos algo que decir? ¿No nos dejará plantear una defensa?
—Lo siento, niña —responde Ella, con una sonrisa burlona—. Aquí los juicios no son como en tu mundo. Yo determino la falta, y doy la sentencia…
—Mi Señora —dice Trece—. Además del delito de traición, han roto un pacto que la madre de la chica tenía con Usted. Veintiséis ayudó a encubrirla, y atacó a un superior.
—Tienes razón —afirma ella, levantándose de la silla—. Déjame revisar en el Libro.
Le lanzo una mirada asesina a Trece. Quisiera poder gritar. Nos costó mucho llegar hasta aquí, reescribir el libro… para esto.
La Muerte abre el cajón de su reluciente escritorio de mármol y toma el ajado libro negro que tuve en mis manos hace algunos minutos. Busca con el índice y encuentra la página.
—Vaya, intentaron reescribirlo. Admito que tuvieron una buena idea… Lástima que solo haya podido quedar en un intento.
—Señora… —dice Vein—. Yo soy el único responsable. Ni Alma ni su madre tienen nada que ver con esto. Déjelas vivir, por favor. Yo asumiré todo el castigo, puede desquitarse conmigo todo lo que desee.
La Muerte sonríe. Y se acerca a él.
—Sabes que en el fondo soy bondadosa. Esta niña está destinada a vivir una larga vida, sería una pena que se interrumpa tan pronto.
La Muerte se acerca a mí. Vein tenía razón: su presencia es aplastante. Siento que mis huesos se comprimen al tenerla tan cerca.
—Niña, eres joven e inmadura. Debes entender que nuestra función es mantener el equilibrio —me dice con una voz casi maternal y condescendiente—. Me llevaré a tu madre como está pactado, y tú volverás a tu mundo. Te borraré los recuerdos, incluso los de tu madre. Será lo mejor.
—Por favor —digo, intentando mantenerle la mirada—. Lléveme a mí en su lugar. Ella es fuerte, pero yo no podría vivir sin ella —luego, agacho la cabeza y suelto un susurro—. No quiero estar sola.
—Tu madre hizo un pacto conmigo el día que naciste. Si te hiciera caso, estaría rompiendo el pacto que hice con ella. Ella tomó prestado un tiempo que no le pertenecía, para poder criarte. Supo las consecuencias y las afrontó. Si te llevo en su lugar, iría en contra de sus deseos y lo que sacrificó por ti. ¿Te parece justo?
—Nada de esto es justo —interrumpe Vein—. Ambas se necesitan la una a la otra. Ninguna conseguirá la paz si no se tienen entre sí. No es justo negarles la oportunidad. El equilibrio se está deteriorando por decisiones como ésta…
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paranormal, romance con un ser sobrenatural, dos puntos de vista
Editado: 26.04.2025