Rosé

Capítulo 3

Brice

Ya es lunes, toca ir de nuevo al colegio así que me alisto como de costumbre. Como el desayuno que Astrid me sirve y me encamino con una sola cosa en mi mente ¨la chica del vestido rojo¨.

Hace ya una semana de lo sucedido y ella me ha evitado a toda costa, talvez no quiere hablar conmigo pero yo con ella sí, para hacerle saber que yo no hice nada más que defenderla. De hoy no pasa esto, hablaré con ella así la tenga que tomar a la fuerza.

Llega la primera clase, y ahí está ella de pie indicando el saludo a profesor que está entrando al aula. En todo este tiempo no dejo de mirarla, estudiarla para ver si noto algo raro en ella, pero no hay ninguna actitud que me haga pensar que haya algún problema en ella o algo. Porque se me hace raro que con el chico estaba a gusto bailando y besándose pero luego estaba gritando desesperada para que se alejara de ella… curioso.

Terminan las clases de la mañana y es hora del almuerzo, para suerte mía ella les dice a sus amigas que se adelanten mientras guarda algunas cosas. Me voy acercando a ella para poder hablarle.

-Gracias- se adelanta ella mientras se pone de pie y me mira. Hay algo en esos ojos negros… quizá tristeza.

Su cabello es largo y del mismo color de sus ojos, labios carnosos, piel morena, y de contextura delgada; no se ve nada mal.

-¿De qué hablas?- me hago el desentendido y ella hace una risa forzada.

-Por lo del otro día en la fiesta- habla de manera seca y se da la vuelta terminando de guardar sus cosas.

-Creo que no es lugar para hablar de eso, vamos a otro lugar- sin esperar su respuesta la tomo de su mano y la llevo fuera del aula. Trata de resistirse a mi agarre, pero soy más fuerte que ella hasta que siento que me golpean en la entrepierna desde la parte de atrás. El dolor me hace soltarla y volteo hacia ella.

-¿Quién te crees para tomarme de esa manera?- dice enojada, pero no me importa.

-Bien, si así lo quieres- no le doy tiempo para irse cuando la agarro por sorpresa de sus piernas y empiezo a caminar cargándola. Su estómago está sobre mi omoplato y su pelvis sobre mi hombro derecho, una mano mía sobre sus pantorrillas cuidando que no se caiga y la otra detrás de sus piernas sosteniendo el borde de su falda escolar para que no pueda verse su ropa interior, mientras ella patalea y golpea  inconscientemente mi trasero en movimiento. Salimos del colegio y la llevo hacia un área fuera del edificio donde hay muchos árboles, la bajo y se tambalea cuanto toca el suelo.

-Aparte de maleducado, maldito y loco- susurra a la vez se está quitando el cabello de su cara.

-Y tú una manoseadora- me doy la vuelta y señalo mis nalgas, que debo admitir están bien buenas.

-No sé a qué te refieres- dice nerviosa viendo a otro lado.

-Ah, ahora no sabes. Pero que yo recuerde venías tocándolas por todo el camino así que no fue nada tortuoso para ti venir- lo digo con cierta diversión sonriendo de lado- Debería demandarte, ¿no?

 Ella se mueve incómoda y me acerco acortando el espacio entre nosotros, nuestras respiraciones están agitadas y nuestros pechos suben y bajan.

Me acerco más sintiéndola tensa, ella mira hacia arriba, yo hacia abajo, y aunque ella es alta yo soy más alto viéndose pequeña desde mi punto de vista; nuestros ojos se encuentran y yo quiero saber el motivo por el cual la traje aquí, porque se me olvidó al tenerla enfrente.

Por inercia levanto mi brazo y coloco un mechón de cabello detrás de su oreja sin que nuestros ojos se separen, la tensión es palpable, paso los nudillos de mi mano por su mejía como caricia –su piel es hermosa-

No sé cuánto tiempo pasamos en la misma posición, pero no me canso de detallarla ¿Qué tiene esta mujer para que me haya quedado viéndola como un estúpido?, un ruido nos saca de nuestro mundo y entonces nos movemos incómodos.

-Creo que debemos regresar- su voz sonó como si estuviera pendiendo de un hilo.

- Yo… sólo quería decirte que no le diré a nadie lo que pasó. Y que yo no te hice nada, sólo te defendí.

-Eso lo sé, que fuiste mi ángel ese día- sonríe - así que no te preocupes.

-No me preocupas tú, me preocupan tus amigas que me amenazaron con cortarme las bolas si yo te había tocado- abre sus ojos sorprendida por lo que acabo de decirle y le sale una risa que da a lugar a la mía también.

-No te preocupes, que hoy mismo hablo con ellas.

-Bien.

-Entonces…

-Regresemos, seguro ya está por terminar la hora de almuerzo- sólo asiente a lo que le digo.

Caminamos saliendo de ese lugar y en el transcurso nadie dice una sola palabra, el silencio se apoderó de nosotros en ese lapso de tiempo mientras nos mirábamos de vez en cuando por el rabillo del ojo.

¿Quién eres realmente Rosé? aquí es donde se despierta mi curiosidad.

                                               

***

 

Cada quién toma su camino cuando sus amigas están en la puerta del salón esperando por ella, sus miradas se posan en mí pero no les presto atención confiando en que Rosé hablará con ellas, así que paso a la par de ellas entrando y me ubicándome en mi lugar para seguir la rutina aburrida del día de clase.

Las clases no son lo mío, siempre obtengo las notas necesarias en cada materia, aunque hay muchas cosas que sé hacer y muchos hobbies que he ido perfeccionando al pasar de los años, la música es uno de ellos, me inclino por los instrumentos de cuerdas porque me hacen sentir el total control sobre ellas, sonarlas a mi antojo. El canto no se me da mal, los domingos por las tardes suelo tocar mi guitarra cantando a todo pulmón, siento que saco todo el estrés y la ansiedad por… pues por cosas del pasado que han dejado huellas en mí, y no de las buenas.

El final de las clases llega y yo me aseguro de no perderla de vista mientras camina con sus amigas. A ellas las llegan a traer y la que supongo que es Abdi la invita a subir a su auto para llevarla a casa, pero esta se niega haciendo seña con los dedos que entiendo algo así como que prefiere caminar.




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