Capítulo 1: MUY LEJOS DE MILFORD
Rose
Nunca imaginé que un nuevo mundo se escondería por detrás de aquella cueva, pero ahí estaba. Todo me parecía absolutamente hermoso. El sol se asomaba por detrás de las colinas, dándole un aspecto mucho más bonito al ambiente y también otorgándole un brillo a las siluetas de las dos personas que se acercaban.
Escuché las palabras de Aedus con claridad, su voz se escuchó neutra, mostrando tranquilidad y al mismo tiempo algo más que no pude identificar.
Volví la cabeza hacia él con el entrecejo fruncido, mi expresión facial pasó de estar asombrada y contenta, de haber visto un lugar precioso, a palidecerse con una expresión de incredulidad enorme. Lo miré con extrañeza y luego les dediqué esa misma mirada a las dos personas que se habían detenido por delante de mí, aguardando.
—No pareces contenta de estar aquí —Harun fue quien rompió el silencio, lo escruté con mi mirada y me di cuenta que su vestimenta se asimilaba bastante a como la primera y última vez que lo vi. Aunque esta vez no llevaba una gabardina—. Te estábamos esperando.
—Yo no puedo estar aquí —mencioné queriendo haber hablado con seguridad y convicción, pero ocurrió todo lo contrario, mi voz vaciló y mi cuerpo tembló ante este inesperado encuentro.
—Pero aquí perteneces, te lo dije —intentó hacerme entrar en razón Harun, verlo ahí, acercándose cada vez más y más a mí, con su rostro idéntico al de Hareth, solo me dieron ganas de retroceder, y eso hice. Di un paso hacia atrás mostrándome temerosa de repente, desconcertada—. Este es tu lugar, estar con los tuyos.
—Harun —Recia se interpuso en su camino, apoyó una mano en su pecho, haciendo que se detuviera. Harun dirigió su mirada a la de ella, parecía que de alguna manera se estaban comunicando porque un segundo después él asintió, comprensivo. Luego, Recia se giró por completo hacia mí.
Volví a retroceder y choqué contra a Aedus, nos miramos y él me entendió.
—Sé que esto puede parecerte apresurado, pero como seguramente ya sabes: tiempo es lo que no tenemos, de verdad, no estarías aquí si no fuese importante —me comunicó Recia.
—Rouse —Aedus habló por detrás de mí, colocando con suavidad sus manos sobre mis hombros. Lo observé inmediatamente, él se colocó a mi lado, mirándome—, no te hubiera traído aquí si creyera que no perteneces aquí, pero es momento de que te adaptes a lo que eres, a que aprendas a controlarte y a usar tus poderes. Y eso no lo conseguirás haciendo todo lo que un ser de un solo especie te dice —comprendí inmediatamente de qué hablaba y hacia quien se dirigía esas palabras: Hareth—, sino con la ayuda de un híbrido.
—Lo sé —medité, lanzando un suspiro—, pero ahora mismo no puedo quedarme, yo… —«prometí quedarme con él» quise agregar, pero ya le había causado demasiado dolor este día, aunque él no me lo dijera, yo sabía que él sufría… por mi culpa. Específicamente por la estupidez que hice en la noche: entregarme en cuerpo y alma a un hombre que creía que me amaba en absoluto solo a mí. Y eso necesitaba averiguar, antes que nada, necesitaba con urgencia una explicación por parte de Hareth.
Negué con la cabeza y me abracé a mí misma, solo yo sabía todo el alboroto de mi mente.
—Yo necesito saber que está sucediendo allá afuera— dije y con un gesto les enseñé el lugar por donde habíamos entrado aquí.
Harun se mostró confundido, Recia sonrió y Aedus prosiguió a explicarme.
—Rouse, nosotros estamos aquí porque cruzamos un portal. Estamos muy lejos de Milford.
—¿Qué? ¿Dónde estamos? —me alteré más de repente.
—En Irlanda —Harun me contestó.
—No… yo debo volver, necesito saber qué está sucediendo —comencé a hablar rápidamente, una sensación extraña me invadió de golpe, entre ello, reconocí que me encontraba muy ansiosa. Los miré a todos hasta que mi vista se detuvo en Harun pero yo vi a Hareth—. Quiero ir… —respiré entrecortadamente y comencé a pasarme la mano por un lado de mi cuello.
—Todo está bien…
—¡Eso no lo sabes! —interrumpí a Harun, casi gritando y mostrándome molesta.
Recia me observó preocupada, luego su vista se detuvo a un lado de mí, en Aedus.
—No te alteres —dijo ella, viéndome y al mismo tiempo echándole una mirada a Harun antes se continuar hablando—. ¿Sabes lo que está sucediendo contigo? —habló con seriedad, mirándome con esos ojos verdes oscuros destellando algo desconocido.
Negué, no entendí muy bien a qué se refería pero de igual manera meneé la cabeza varias veces.
—No, pero ahora mismo no me importa. No quiero saber nada referente a esto; a mis poderes, a los híbridos ¡a nada! Quiero ir…—volví a pasarme las manos por el cuello, sentí un cosquilleo en esa parte y un calor intenso recorrerme la espalda dorsal, sabía que me estaba enfadando pero nunca había experimentado un calor de esa magnitud por culpa del fuego en mí—. Necesito ir con Hareth, él y yo debemos hablar —les aclaré entonces, subí el mentón y dirigí la vista a cada uno de ellos con convicción, decidida—. Voy a ir con él, todavía no es el momento para que yo esté aquí —al terminar de hablar, inmediatamente di la vuelta y me dispuse a caminar hacia por donde había venido. Hubiera conseguido ir hacia ahí si una mano no me hubiera sujetado por el antebrazo, deteniéndome—. Aedus.
—No puedo dejar que te vayas, eres lo que buscan.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
—Lewis no quiere que estés ahí, si lo quisiera jamás hubiera permitido que te vineras conmigo, y lo hizo únicamente porque él sabe que corres peligro. No puedes volver si ella sigue suelta.
—Ella —dije entre dientes, mi expresión de molestia se vio reflejada con mucha más claridad. Mis cejas se arrugaron ante ello y sentí como mis uñas se clavaban en mis palmas—. No me importa ella, no me interesa que esté en peligro, no lo hace porque yo sé cuidarme sola. Lo que necesito y quiero es irme de aquí.
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Editado: 29.01.2022