Rose | Híbridos Rebeldes 2

2. Rebelde

Capítulo 2: REBELDE

No podía apartar mis ojos de su boca, estaba recordando nuestro primer beso que indudablemente había sido uno de los mejores besos de mi vida, anhelaba otro beso suyo, quería fervientemente dejarme llevar y volver a perderme en su boca. Cuando me besó solo fuimos nosotros dos, en mi mente solo estaba Aedus, nada más.

Pero era consciente de mi realidad: Hareth de alguna manera estaba primero, y si besaba a Aedus definitivamente estaría engañando a mi primer amor, más ahora que yo ya era completamente suya.

Cerré mis ojos con fuerza, deslizando con gentileza los dedos de mi mano derecha por la mejilla de Aedus, con el pulgar recorrí su pómulo. Bajé mi otra mano y él me la tomó enseguida. Abrí los párpados y seguíamos encontrándonos muy cerca, él no me veía con reproche, él me comprendía y entendía lo que me sucedía.

—Eres bellísima —dijo con genuismo, era sincero y aquello se reflejaba en su expresión y en la manera asombrosa en la que me contemplaba.

Sonreí apenas, pero una leve risa escapó de mis labios.

 —Creo que ahora mismo me veo más que fatal, me acabas de decir que tú no me mientes —expresé viéndolo suspicaz, ladeé ligeramente la cabeza para escrutarlo con la mirada y así no perderme de ningún detalle de su rostro.

—Rose —dijo como si fuese lo más obvio del mundo, puso una mano por detrás de mi cabeza y otra a un lado de mi cara, luego sonrió, la comisura de sus labios derecha se alzaba más y aquello me parecía de lo más encantador—, tú siempre te vez preciosa, estés como estés.

Inevitablemente sonreí, una gran sonrisa se expandió por toda mi cara, y juraría que mis ojos brillaron a causa de la emoción.

—Tú me convertirás en alguien diferente si sigues diciéndome estas cosas.

—¿La verdad? —interrogó, con unas líneas formándose en su frente.

—Si eso crees —murmuré.

—No —negó seriamente, hasta meneó la cabeza con rotundidad—, yo lo sé.

No lo resistí más, me puse de puntillas y le di un beso húmedo muy cerca de su boca, me hubiese fascinado deslizar mis labios por los suyos, aunque sea darle un beso fugaz, sin embargo, no lo hice. 

 Me aparté de él sonriente, él se veía un poco confundido y sonreí más por eso.

—Eres muy dulce cuando te lo propones.

—En esto me convierto cuando estoy contigo —afirmó—. Ven—dijo, dando un paso hacia atrás y haciendo un gesto con la mano para que lo siguiera—. Esas son para ti.

Él me señalo algo sobre la cama, dirigí la vista hacia ahí y vi unas bolsas de… No lo sabía, pero intuí que era ropa porque la bolsa era de esas típicas que te daban en las boutiques.

No podía imaginarme a Aedus en una tienda para mujeres, no pude evitar imaginarme aquello y sonreí inevitablemente, todavía con el asombro estampado específicamente en mi mirada.

—Te los manda Recia —me aclaró entonces, como si quisiera arreglar mis pensamientos.

—Oh —dije con suavidad—. Se lo agradeceré entonces.

Me dirigí hacia un costado de la cama para sentarme en el borde y tomar las bolsas, abrí una y confirmé mis sospechas. Era ropa, un conjunto negro en una, en la otra solo había una chaqueta de cuero negra que se me hizo muy conocida, la tercer bolsa contenía unas botas cortas del mismo color y con el tacón diminuto. La última tenía mucha ropa interior y cuando me di cuenta de ello me sonrojé y preferí no sacarla de ahí.

—Parece que esto va en serio —comenté—. Lo de quedarme aquí —aclaré por si no entendía a qué me refería.

—Es por tu bien —volvió a aclarármelo—. Ahora más que nunca necesitas estar en un lugar seguro y sé que aquí nadie te hallará.

—¿Por qué lo dices? —pregunté, viéndolo con las cejas arrugadas, mostrándole mi desconcierto.

—Nadie conoce este sitio —me hizo saber, aunque ese no es la respuesta que yo esperaba—. Estamos en una parte de Irlanda que fue completamente destruida, hace mucho tiempo este castillo le pertenecía a los humanos, pero viendo lo dañado que había quedado luego de un ataque enemigo prefirieron abandonarlo, con el tiempo fue olvidado y eso es exactamente lo que Harun buscaba; un lugar perdido, un sitio que nadie conociera. Y a mí parecer encontró el lugar perfecto porque este lugar no es fácil de encontrar, aunque lo mejor de todo es que es este castillo y sus alrededores están completamente ocultos.

—¿Oculto? ¿Por árboles y eso?  

—No, no. Una barrera lo cubre por completo, de arriba abajo —me aclaró— y eso da la sensación de que el bosque no termina, pero puede cruzarse porque aquello es simplemente una ilusión, aunque nadie lo ha hecho nunca. Por eso la gente de aquí prefiere utilizar portales para trasladarse de un lugar a otro, y así no dar indicios de su escondite.

—Asombroso.

—Lo es y eso es porque cuentan con la ayuda de Eden Dell —dijo, dando pasos cortos hasta llegar detenerse por delante de mí.

—¿Por qué?

—Su hija —eso fue todo lo que necesitó decir para que yo entendiera, su hija era Recia, una de las híbridas. Repentinamente pensé en Abby solo que ya estaba descartando la posibilidad de que ella fuera también hija de Eden por la sospecha de que ella fuera una Grayson. Me preocupaba su situación y ahora estábamos nuevamente separadas, ahora ella sola debía resolver el misterio que la había atrapado.  

—¿Rouse? ¿Estás bien? —la voz de Aedus me devolvió a la realidad.

—Lo estoy, solo estoy preocupada por una amiga, ella me había ido a visitar y estaba ahí cuando todo sucedió…

Era consciente de la manera en la que me expresaba, parecía que aquel acontecimiento hubiera ocurrido hace semanas o meses, pero la verdad es que solo habían transcurrido algunas horas.

—La conozco.

—¿Sí? ¿La viste?—pregunté, esperanzada. Él asintió.

—¿Y cómo estaba?

—Preocupada, me encaró y me preguntó por ti.

—¿Y qué le dijiste?




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