Rose | Híbridos Rebeldes 2

6. Exquisito elixir

N/A: Hola, espero hasta el final porque puede que en el transcurso algo les disguste, pero puede que haya algo en el final que sí les guste, sucede en el mismo día que el capítulo anterior solo que... horas antes.

---

Capítulo 6: EXQUISITO ELIXIR

Aedus

Cuando una persona crea las reglas tiene el poder de romperlas, asimismo de no seguirlas.

Yo las creaba, y las rompías porque no las seguía.

Y ahora me veía en la necesidad de acatarlas a todas, de reprimir mis impulsos y obedecer la única regla que me fue impuesto desde el primer momento en que la vi: no mostrarle mi lado oscuro. Porque por más que la atracción que nos impedía estar alejados y la que mantenía la inmensa necesidad de estar junto al otro todo el tiempo, no sería suficiente al momento de que Rouse descubriera quien soy. En parte ya lo sabía, únicamente debía aceptarlo y prepararse para lo peor.

El castillo del Reino Vampírico estaba un poco alejado del pueblo, pero por alguna razón a mí siempre me había gustado subirme en el techo de la torre más alta y, desde la lejanía, observar lo pequeño que se veía todo, pero teniendo siempre presente la gran responsabilidad que abarcaba los que lo habitaban y los demás clanes que estaban distribuidos por todo el mundo, la responsabilidad que una vez rechacé y la que ahora estaba dispuesto a asumir.

La puerta del despacho del rey se cerró, sin embargo, yo no me moví de mi lugar y seguí vagando la vista por el horizonte, vislumbrando los diferentes tonos del cielo a causa del crepúsculo, cruzado de brazos y con la expresión impasible.

La persona que ingresó en la estancia se detuvo a mi lado, se quedó en silencio durante unos segundos, contemplando lo mismo que yo. Luego percibí su mano en mi hombro, pidiendo mi atención. Giré ligeramente el rostro hacia ella, descruzando mis brazos al mismo tiempo que la mano de ella ascendía hasta un lado de mi cara.

—Gracias —dijo en voz baja, acortando la distancia entre nuestros cuerpos.

—No lo hice por ti —aclaré.

—Lo sé, pero… —su boa quedó a escasa distancia de la mía.

—Nada —la corté, viéndola a los ojos, su mirada de un azul celeste reflejó seguridad y algo más que hace meses no veía—, estás obteniendo lo que siempre quisiste así que ya no jodas con eso.

Apenas terminé de hablar, la besé, inmediatamente ella correspondió con el mismo afán que demandaban mis labios. Ubiqué una mano con rapidez en su nuca, un par de mechones rubios quedaron en mis dedos mientras intensificaba el beso que se tornaba más hambriento, sentí su tacto, como sus manos recorrían mi espalda, mis brazos, mis hombros…

Yo permitía que ella me tocara con libertad, del mismo modo en que ella accedía a que yo llegara hasta donde quisiera.

Con mi mano libre, rodeé su cintura, acercándola a mi cuerpo, avivando las llamas y las ganas que surgían cada vez que creíamos necesitarnos. Había pasión, ansia y absoluta ferocidad en el beso, mi lengua recorrió cada milímetro de su boca, tonteando con la suya de vez en cuando con codicia. Pero ya no me causaba nada porque ella no era Rouse. Su beso me sabía a nada, yo simplemente deseaba degustar ese sabor dulce y mentolado que le pertenecía a Rose, invadir esa boquita que me había vuelto más loco desde la primera vez que la probé.

Con mis dedos aún enredados en su cabello se me facilitó separar nuestras bocas al tirar de sus hebras, exponiendo su cuello. Rocé con la punta de mi nariz su clavícula, ascendí de ese modo hasta su oreja, abriendo los ojos y, entonces, hablé.

—Nada es igual —ella inmediatamente buscó una de mis manos, puso un poco de distancia entre nuestros rostros y sonrió de una forma descarada.

Guio mi mano por debajo de su falda.

—Para mí lo sigue siendo —gimió—. Siénteme —dijo, apoyando un lado de su cabeza sobre mi hombro al darme control sobre mi mano que ya percibía la humedad en su sexo.

Era el momento de detenerme o seguir…

—Apártate —ordené.

Ella obedeció, sonriente, tras notar la decisión indiscutible en mi mirada.

—Muy bien, esperaba que me detuvieras desde un inicio pero… vas bien —habló tras poner la debida distancia entre ambos, su expresión insinuante aún no cambiaba por completo, la observé con indiferencia antes de volver la vista fuera.

Me acomodé las mangas de la camisa negra antes de hablar.

—Solo quería probar algo —me defendí— y creo que ya deduces esa respuesta.

—Es maravilloso que por fin se te diera, no sé si la mereces pero por algo está unida a ti… y a él.

—No pedí tu opinión —zanjé de mala gana, no podía evitar expresar el disgusto que me causaba ese tema. Tampoco quería hablar sobre eso, más bien, no quería hablar sobre nada. De a poco me había convertido en un hombre de pocas palabras y cada vez que lo hacía era preciso y totalmente honesto, no me daba miedo la reacción de la persona, el efecto que lograra me importaba muy poco, para no decir nada.

—Como sea, tú sabrás lo que haces. Solo recuerda mostrarte tal cual eres antes de que sea tarde, cada vez falta menos para la boda, el tiempo corre y si no te apuras ella hará la elección y sabemos que el alpha está muy por encima de ti. Grayson no permitirá que vuelva a suceder lo de hace semanas y por muy “amigos” que sean su voto irá en tu contra, su linaje está en riesgo y no creo que traicione a su familia por un simple colega.

Suprimiendo el impulso que me agarró de echarla a patadas de allí, me di la vuelta mostrándole mi peor gesto amenazante.

—¿Por qué dices cosas que ya sé? ¡¿Me crees imbécil?! —exclamé sintiendo una súbita ira nacer de lo más profundo de mí, apreté  los puños teniendo una sensación de calor recorrerme en las venas a causa del disgusto que me causaba ese tema.

—¡Solo intento decirte que no la cagues! ¡Te conozco, sé las influencias que tienes en todo el jodido mundo y solo quiero cerciorarme de que no cometas una estupidez que te haga vivir solo el resto de tu miserable existencia! ¡¿Comprendes que me preocupa que ella esté unida a alguien como tú?! —Llegó hasta mí y me dio un empujón, con un gesto despectivo di un paso atrás simplemente para complacerla—¡Eres la peor pesadilla de cualquiera! ¡Podrás tener ese rostro cautivador pero estás podrido por dentro! —otro empujón, y para ese momento ya mi paciencia estaba llegando al límite, nuevamente me estaba diciendo cosas que ya sabía y tenía muy presente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.