Rose | Híbridos Rebeldes 2

7. Inesperado beso

Capítulo 7: INESPERADO BESO

Rose

Amaneció y el seguía ahí, conmigo.

Tenía las manos apoyadas sobre la baranda con la cabeza apoyada en el hombro de Aedus quien se mantenía por detrás de mí, rodeándome con sus brazos. Vimos por segunda vez juntos el inicio de la mañana, con la brisa fresca acariciándonos el rostro.

Pero desafortunadamente él ya se tenía que marchar.

El recuerdo de la pesadilla seguía fresca en mi mente. Cuando me desperté asustada esta se reproducía una y otra vez, como si fuese un tráiler con la repetición activada, pero cuando escuché su voz, cuando lo vi sentí una calma instantánea, cuando comprobé que él no era parte de mi imaginación, que efectivamente él estaba ahí, cualquier tipo de miedo me abandonó y una repentina seguridad me embargó. Entonces, supe que no solo el lazo que nos unía estaba actuando, dándome esa súbita tranquilidad, sino que yo misma estaba creyendo que con él nada malo podía ocurrirme, que él podía controlarme porque su presencia gélida batallaba contra el calor que me quemaba, manteniéndome serena.

Mi miedo seguía siendo yo misma, temía no poder controlarme, temía no ser capaz de dominar bien la magia en mi interior, el poder que se me fue otorgado. Y por eso quemaba, en mi sueño todo ardía y yo era la causa de todo el desastre que había porque en vez de ser la salvación, que Harun afirmaba sería, en mi sueño yo era todo menos eso.

Había caos y descontrol en mí, el cual si no era controlado podía realmente acabar conmigo. Pero estaba lista, no sería cobarde y diría: ya no más. No me cohibiría ante una adversidad que venía de mis inseguridades, lucharía contra ellas y obtendría control sobre mí.

No servía derramar lágrimas porque esta no me ayudaba en nada, me hacía sentir débil y llorar no me haría triunfar.

Algunas veces fingir te convierte, aparentas ser lo que no eres y al final resultas ser eso y mucho más. Pues era mi momento, nunca se me dificultó simular que todo estaba bien, no creía que me resultase complicado hacerme la valiente, aunque yo no quería aparentar, yo quería ser, y podría serlo si me esforzaba y daba todo de mí para averiguar hasta donde podría llegar mis capacidades.

Y entonces allí estaba yo, frente a Aedus, a dos metros de distancia. Sintiéndome un poco culpable de todo lo que sucedió en la madrugada, no por mí, sino por un chico de ojos mieles que no merecía a alguien como yo. Ninguno merecía estancarse en esta situación.

—Quieres decirme algo —afirmó él. Yo simplemente asentí, humedeciéndome los labios al sentir la boca y la garganta seca por el cumulo repentino de sensaciones que me invadió, quería decirle un montón de cosas, aclarar de una vez por todas qué teníamos.

—Y voy a hacerlo —dije muy convencida, bastante en realidad. O por lo menos eso quería creer.

—Entonces hazlo —incitó, viéndome con una pizca de diversión al verme tan nerviosa. Me estaba moviendo mucho, tenía un sabor agridulce en la boca.

—Aedus… —alcé bien el mentón, adoptando un gesto serio.

—Dime, Rouse —me di cuenta que cada vez que me llamaban por ese nombre la conversación sería importante—, no te contengas —dio un paso adelante—. Confía en mí.

—¿Te casarás con Marisa? —solté.

—No está seguro —contestó, inmediatamente mi entrecejo se frunció, él notó mi expresión confundida y se explicó un poco—. Ambos, Marisa y yo, debíamos renunciar a nuestra pareja eterna si esta aparecía antes de la boda, los dos estábamos dispuestos, bueno, ella no tanto pero lo haría, y yo, de hecho, estaba convencido de que jamás aparecería. Pero lo hiciste —se quedó callado durante un momento, me contempló con ojos expresivos en ese corto tiempo—, yo tendría que dejarte ir, tienes a alguien más esperando por ti, no sufrirías, pero soy tan egoísta que me niego a perderte.

»Yo quiero creer que tengo una oportunidad contigo. Soy miembro de un grupo que extermina a tu especie, me sé todas las reglas y debería cumplirlas, someterte a ellas… —apretó la mandíbula y en su expresión se reflejó la culpabilidad—. Hay algo que no te he dicho.

 El tema de la conversación llevó a una completamente diferente que me encontraba procesando todo lo que él me había dicho con rapidez, estaba impresionada por sus palabras y un poco aturdida también.

—Esto es demasiado complicado —farfullé por lo bajo, me llevé una mano en la cabeza, acomodándome las ondas rebeldes de mi cabello en el proceso—. Primero querías renunciar a mí, después “razonaste” y te crees egoísta al no querer dejarme ir —procesé sus palabras, gesticulando con las manos, y al terminar de hablar me le quedé mirando—. Y yo… Irrumpiste en mi mundo cuando por primera vez en la vida estaba creyendo en algo, apareciste y en mí abordaron sentimientos completamente nuevos, me negué a caer ante ellos, no le di importancia, pero eso no importó, todo se removió, los sentimientos colisionaron, no desaparecieron y heme aquí, ante ti, anhelando tu toque, tus besos, extrañando tu presencia… —tomé una bocanada de aire y suprimí el nudo en mi garganta—. No quería necesitarte… Y te digo esto porque yo también me creo egoísta. Soy egoísta —me corregí— porque yo tampoco quiero dejarte.

—No lo hagas —dijo al instante, después de disminuir más la distancia entre nosotros—porque yo no lo haré y quiero seguir teniendo tu consentimiento para tocarte… —puso su mano derecha en mi mejilla, ladeé la cabeza ante su tacto.

—¿Cómo lo haremos? —pregunté, viéndolo a los ojos—¿Cómo funcionará?

—De eso quería hablarte —se puso serio de repente. Alejó su mano de mí y hasta evitó mi mirada durante unos segundos que me parecieron eternos. Centré mi atención en él, quería hallar algo en su expresión que me indicara la causa de su seriedad, pero no encontré nada, tenía un semblante sin ninguna emoción reconocible.

—¿Qué pasa? —inquirí, reencontrándome con sus ojos.




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