Rose | Híbridos Rebeldes 2

8. El cuadrilátero

Capítulo 8: EL CUADRILÁTERO

Era de mañana, a pesar de la pérdida de miembros que obtuvo Juntos nada se detendría.

En mi primer día ahí conocí a algunos, luego estuve inconsciente durante nueve días y después hubo una pausa por la misión de rescate que al final resultó… muy mal.

Ahora, dos días después de despertarme, ya era momento de entrenarme, de preparar a mi cuerpo, de acostumbrarlo a la fuerza que me otorgaba mi lado sobrenatural.

En la noche le enseñé a Aden y a Isabel la fuerza que ejercía, eso les ayudó a ambos a entenderme un poco. Los dos estuvieron de acuerdo cuando mi nuevo amigo comentó que en un chasquido de dedos ya me podían derrotar.

Me vi diminuta y consternada cuando me mostraron cómo debía pelear un híbrido. Isabel en su forma lobuna atacó con ferocidad a Aden que había cambiado por completo esa expresión chistosa y amistosa para darle lugar a uno serio, su sonrisa divertida había adoptado un aire siniestro. Sus ojos de un color carmesí tan igual al de su contrincante fue aterrador, la mirada de ambos era peligrosa. 

Mientras ellos se atacaban como si desearan acabar con el otro, comprendí mucho mejor el recelo de El Concejo, ellos temían de nosotros, a la fuerza superior que nos caracterizaba. A pesar de que Grayson odiara a los híbridos por haber matado a su compañera, él sabía que mi especie era competencia para ellos, para muchos.

Muy temprano esa mañana, Aden me enseñó el amplio lugar que se utilizaba como sala de entrenamiento, estaba en el primer piso y deduje que alguna vez ese sitio fue un gran salón de baile, era verdaderamente enorme. No distinguí su límite desde la entrada, vi una línea de bolsas de arena colgadas hacia un lado y, del otro lado, otra línea de figuras cuadriláteros en donde peleaba cuerpo a cuerpo parejas mixtas.

El techo era alto, tanto que por eso mismo no había luces en él, sino en los costados, a unos cuatros metros de alto había varias lámparas de luz blanca que aportaba iluminación a toda la estancia.

—Hay que trabajar esos brazos de fideo—comentó Aden delante de una bolsa de boxeo de un color anaranjado oscuro.

—No soy Dipper Pines para que me llames así—me defendí, flexioné mi brazo derecho y, con mi mano libre, toqué mi casi inexistente bíceps—. No necesitaré tanto trabajo, no quiero parecerme a una súper mujer, de esas llenas de músculo.

—No creo que llegues a esos extremos, rojita—una sonrisa burlesca se asomó en sus labios—. Ahora golpea que después iremos al cuadrilátero.

—¿Y contra quién pelearía?—dije, acercándome un poco a la bolsa que golpearía.

—Contra tu instructor—contestó, señalándose a sí mismo—. Así que cuidado, podré ser buena onda pero cuando peleo soy otro—advirtió, y lo dijo de un modo tan serio que noté una sensación desagradable en la garganta. Además, la noche anterior fui testigo de su ferocidad a la hora de atacar, por supuesto que me iba a dar un poquito de miedo enfrentarle, él mismo dijo que en un chasquido ya podía acabar conmigo y ahora combatiría contra él.

«¡Fantástico!» gruñí para mis adentros.

—¡Quita esa cara! Solo bromeo… un poco—añadió, serio—. Ahora sí, golpea.

—¿No necesito un guante o algo con que cubrir los nudillos?—cuestioné al percatarme de eso.

Aden lanzó una risa corta, puso una mano contra la bolsa de arena para sostenerse. Ante eso, pude darme cuenta de lo firme que se veían sus brazos, tanto él como yo estábamos usando musculosas, negras por supuesto.

—Te aseguro que el dolor valdrá la pena.

—Siento que ya he escuchado eso antes.

—Primero se sufre y luego se triunfa—argumentó—. Vamos, rojita, tú puedes. Golpea con el antebrazo, fuerte. Y ejerce presión en tus puños—indicó.

Solté un suspiró de resignación y proseguí a obedecerle.

Aden me fue enseñando la manera correcta de golpear el saco en la contigua del mío. Lo observé y lo imité, dando lo mejor de mí para aprender rápido. Escuché atentamente sus indicaciones, el nombre de los tipos de golpes que me indicaba a la vez que me hacía una demostración de estos, primero en el aire y luego contra el saco de arena.

Fui entendiéndolo todo muy bien, y muy rápido para mi suerte. Pero luego vinieron las patadas y esos se me complicaron un poco, tardé bastantes minutos para comprenderlos del todo bien.

El saco de arena me dejó destrozada, no quería ni imaginar cómo sería cuando me enfrentase a Aden en el cuadrilátero. Mientras golpeaba el saco también vi de soslayo las peleas que se llevaba a cabo en algunos de esos cuadriláteros, eran muy similares a los de Eclipse, solo que allá había un circulo en vez de cuadrado.

Mis manos y pies estaban adoloridos y enrojecidas causas del dolor. Para mi fortuna, y sin que yo me diera cuenta, me estaba curando muy de prisa.

—¿Cómo va la enseñanza?—llegó Isabel acompañada de otra chica, ambas traían una botellita de agua.

Hicimos pausa para voltear hacia ellas y recibir la botella de agua que nos tendían.

—¿No había sangre?—preguntó Aden, destapando la botella y viéndola con un poco de desagrado.

Me bebí casi todo el contenido de la botella con rapidez, me sentí fresca a pesar de estar toda transpirada.

—Bien—le respondí a Isabel, aspiré llenando mis pulmones de aire antes de continuar hablando—, he aprendido mucho, ahora sé que el dolor valdrá la pena—dije, ojeando a Aden con una sonrisa.

—En dos noches los parte vampiro irán de caza—le informó la chica desconocida a Aden, ante ello los ojos de él se iluminaron, se vio contento.

—Por fin, ¿cruzaremos el portal, verdad?

—Así es, no correremos más riesgos. En una semana llegará Mason y su grupo con noticias—contestó la chica de tez marrón oscuro, su cabello era liso, corto y de un negro azabache. Sus ojos grandes y de unos cafés muy expresivos se fijaron en mí—. Qué descortés, soy Kenia.




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