Rose | Híbridos Rebeldes 2

11. Un beso verdadero

No podía simplemente desaparecer de la fiesta, mucho menos con mi madre vagando por ahí, así que volví a ese salón donde el evento parecía ir de lo más bien.

Busqué a mi madre con la mirada, no fue complicado hallarla puesto que se encontraba con Sylvester y su compañera, conversando.

Pero antes de dirigirme hacia ella me acerqué a Sheldon. Él era el único que podría asegurar mi mentira.

No me gustaba la idea de pedirle un favor, pero no me quedaba de otra que perder un poco de mi orgullo para hacer lo que en verdad quería, y eso era salir con Aedus, y estaba segura que él estaría dispuesto a ayudarme para conseguirlo. Es más, estaba convencida de que se pondría hasta contento.

Ya delante de él, no supe como proseguir, debía ser muy discreta, allí cualquiera podría escuchar nuestra conversación. Claro, si nos ponían atención.

Sheldon estaba acompañado por los últimos invitados que ingresaron.

Saludé amablemente y pedí hablar con él, a solas. Pero antes Sheldon me presentó; esos hombres al parecer eran los asesores.

Luego nos alejamos un poco y, después de tomar una bocanada de aire, hablé.

—Necesito irme ahora.

—¿Por qué? ¿No te sientes cómoda?—se interesó, su mirada se mostró inquisitivo.

—Me gustó mucho, pero debo irme. Yo—me detuve al hablar y eché un rápido vistazo hacia la dirección en donde estaba mi madre—saldré con Aedus.

—Oh—una amplia sonrisa apareció en su rostro, su mirada pareció iluminarse.

—Y me gustaría, ya sabe—no sabía cómo explicarme bien—mi madre—solo tuve que agregar eso para que él lo entendiera todo.

—No te preocupes por eso—dijo enseguida, enserió su expresión y observó la misma dirección que yo hace un momento—. Vamos, no hay que hacerlo esperar.

Lo seguí, nos aproximamos hacia el grupo donde estaba mi madre.

Sylvester fue el primero en percatarse de nuestra presencia, aunque dudaba que no nos hayan percibido desde mucho antes. Pero fue él quien se levantó para recibirnos.

—Disculpen la interrupción.

—No se preocupe, padre—habló Sylvester—. ¿Sucede algo? Está muy serio.

—Lamentablemente ya debemos despedir a un invitado—Sheldon me miró, eso inmediatamente captó la atención de mi madre—. Se han comunicado conmigo y ella ya está solicitada en otro lugar, así que no nos queda de otra que despedirnos.

—Pero apenas es medianoche, ¿por qué la necesitarían un domingo en la noche?—le enfrentó mi madre, se posicionó a mi lado y me miró.

—Es que a las diez allí se acostumbra a realizar una fogata y...—hice un raro gesto con la mano tratando de explicar algo que ni yo misma sabía—, quizá surgió algo y por eso me necesitan. Sabes que no podemos hablar de esto aquí—agregué.

—Cierto, salgamos—respondió ella.

—Mamá...—intenté decir algo, pero entonces ella observó hacia Sheldon, muy seria.

—¿Harás que vuelva con la misma persona que la trajo aquí?

—¿Quieres que la montemos en un avión y que aguarde horas cuando puede llegar en instantes?—fue la respuesta que obtuvo de él.

—Pues lo prefiero, sabes lo que opino con respecto a él cerca de ella.

—Eleonor, no sigas. No queda de otra, entiende que siempre lo vamos a necesitar—terció su padre.

—De tu parte dirás—contradijo ella—. Y sé que hay otro modo, que utilice el portal.

—Lo regalé—le contestó Sheldon.

—¿Qué?—ella se mostró confusa, pero en su rostro aún se mostraba su determinación.

—Escuchaste perfectamente, Eleonor. Ya está dicho, yo ya di la orden y dicho orden tiene que ser respetado por todos. Incluso por ti, sigo siendo el rey, que no se te olvide eso.

—No sé qué planeas, pero no te saldrás con la tuya—objetó mi madre, luego tiró de mi brazo para que nos fuéramos de allí.

No puse resistencia y permití que me guiara hacia donde sea que estábamos yendo.

Salimos de ese salón, ella se detuvo en el recibidor.

—¿Por qué te molesta tanto que me acerque a él? No me hará daño, tranquila.

—No confío en él y tú tampoco deberías hacerlo.

—¿Por qué?—insistí, viéndola con suspicacia.

—Él miente, él engaña, todos creen en su palabra, y él hace lo que sea para conseguir lo que quiere, causa daño y no le interesa lastimar a gente inocente en el proceso—contestó seriamente, su expresión endurecida me demostró todo el rencor que ella guardaba por él, pero el reflejo del miedo que cruzó por su mirada me hizo ver que no solo era eso, era algo más—. Tú eres inocente de todo esto, a él no le interesaría aprovecharse de ti.

—Mamá, por Dios—ya lo hizo, quise decir pero me contuve, pude suprimir esa respuesta mientras apartaba la mirada de ella.

—Lo siento—ella se acercó, apoyó una mano en mi hombro y yo volví la vista al frente para verla—. Mejor olvida lo último que te dije, creo que me pasé—se vio avergonzada al decirlo—. Ve con él pero mantén las distancias, por favor.

—Okey—me estaba doliendo mentirle. Pero ver su reacción y detectar toda la enemistad que ella sentía por él me daba a entender que definitivamente ella no estaría de acuerdo con lo mío con Aedus. Yo ya estaba con alguien más y la explicación de lo nuestro aún no había, y por supuesto que mi madre se opondría.

—Quiero darte algo antes de que te marches.

Ella me hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera. Le hice caso, recorrimos un pasillo de la misma planta e ingresamos en la segunda puerta. Era un despacho privado.

—Te he traído esto—me mostró el objeto que sacó de un bolso que yacía sobre el escritorio—, en realidad siempre lo llevo encima para que no se me olvide de nuevo, sabía que en cualquier momento nos volveríamos a encontrar.

—Oh, ¡mi teléfono!—exclamé, no pude evitar emocionarme al verlo. Ese aparato tenía un montón de cosas que me hacía feliz, de momentos fantásticos capturados en vídeos y fotografías hasta aplicaciones increíbles de cosas que me gustaban.




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