Rose | Híbridos Rebeldes 2

17. Un lugar más dulce

Rose

"Porque ella fue la chica que estuvo en mi sueño"

Aquella afirmación de parte de Abby me obligó a mantener la vista fija en la de ella, absolutamente impresionada.

La expresión seria y misteriosa que adquirió Recia al notar a Abby me hizo cuestionar si su respuesta en verdad era cierta, si ella no conocía a mi amiga, entonces ¿por qué detecté en su cara rastros de aprensión?

El temor que me pareció ver cruzar en sus ojos fue mucho más evidente. Debía ser por algo. Pero ¿qué?

«Ella esconde algo»

—Recia tiene una hermana—dije de repente, acordándome de golpe de ese dato. Abby me había pedido averiguar sobre ello, y yo lo hice. Reduje el asombro que seguía ligeramente estampado en mi expresión, cambiando mi mirada a una analítica y cuidadosa.

—¿Y crees que sea yo?—respondió automáticamente, con sus ojos brillándoles de intriga ante tal posibilidad—. Aunque si así fuera, ¿por qué me lo ocultarían?—agregó con cierta expectación antes de que yo le contestara.

—Debo informarte sobre algo—le hice saber en apenas un susurro, viéndola con cierta suspicacia—, pero no puede ser aquí.

—Uy, ¿por qué pones esa cara?—Abby contrajo ligeramente su rostro para detallarme la expresión facial, que había adquirido un poco de misterio.

Ya había visto tantas veces una mirada enigmática que me pareció interesante usarla, todo para poner más intrigante el asunto.

Y al parecer funcionó. Aprendí del mejor.

Me acaricié un lado de mi rostro con los nudillos, relajando mi gesto y esbozando una leve sonrisa tras notar el desconcierto relucir en la expresión de mi amiga.

—Para dejarte con las ganas de saber—expuse libremente.

—¡Te odio!—exclamó, pegándome en el brazo, provocando que diese un paso hacia atrás mientras compartíamos una risa—. ¿Desde cuándo nos guardamos secretos?—se indignó.

—No es por no habértelo querido decir antes, sino porque no hubo oportunidad—dije en modo de defensa—. Sabes que la única que sabe todo de mí, eres tú.

—Oh—pronunció orgullosa, mostrándose conforme con mi respuesta—. Soy una tonta por haberme preocupado en vano...—se lamentó llevándose una mano para acariciarse la frente en un gesto de incredulidad a sí misma—, creí que podrías cambiarme o algo.

—¿Por qué crees eso? Nadie jamás ocuparía tu lugar—la cogí del brazo y la atraje hacia mí, aferrándome al mismo con suavidad, inspeccionando su gesto que mantenía una fingida preocupación.

—Siento que ahora tengo un rival, por eso—me aclaró seriamente, arrugó las cejas ocasionando que su mirada se volviese un poco severa, sombría, de sus ojos chispeó cierto enfado y mucha rivalidad, no para mí, sino para su supuesto rival. Por mi parte, en mi expresión cruzó cierta confusión antes de convertirse en una que fácilmente podía interpretarse de: ¿En serio?—. ¿Qué?—exclamó Abby, distanciándose de mí al detectar aquella expresión siendo dedicada incrédulamente a ella—. No me culpes por preocuparme ante la posibilidad de perder a mi única amiga.

—No vas a perderme—contradije con rotundidad.

—Ajá, dile eso a tu mejor amigo.

Solté una pequeña risa tras percibir la nota de celos en su voz.

—¿Todo esto es por Adén?—cuestioné, incrédula.

—Así que ese es su nombre—se cruzó de brazos y desvió sus ojos de los míos, vagando la vista a nuestro alrededor con gesto pensativo.

—Sí, pero mi amistad con él no tiene porqué interferir en la nuestra, estoy segura que te caerá genial—quise poner un poco de emoción a mi voz cuando hablé, solo que fallé un poco, mi tono no se oía del todo bien, pese a mostrarme bien no lo estaba del todo, no había pasado tanto de que me derrumbé en los brazos de mi mejor amiga.

Abby notó mi abatimiento. Regresó su absoluta atención a mí con su semblante de arrepentimiento.

—Lo siento, Flor, me volví una estúpida egoísta—dijo en tono amargo hacia sí misma lo último—, pero solo bromeaba... un tantito, ¿lo sabes, no?

—Lo sé, Cielo.

—Cada vez que me llaman Heaven lo recuerdo...—puso una expresión de tortura y torció una mueca de disgusto en sus labios mientras sus orbes verdes se notaban oscurecidos—, él dedicándome poesías de cielo y universo para después irse, dejarme por la primera que decidió darle lo que verdaderamente buscaba, sus intenciones parecían buenas, ¡qué engaño!

—No deberías prohibir que te llamen de un modo que ahora te causa «dolor»—enfaticé con cierta ironía puesto que lo que Abby verdaderamente sentía no era aquello, sino resentimiento, su primer novio la había dejado por otra—, deja que otro convierta ese: "no me gusta" a un "me encanta", permite que alguien más vuelva a dejarte fascinada con la mención de ese nombre que ahora te desagrada. Créeme que quedarás encantada—concluí.

—Entiendo, Mia.

Ella entendió al instante de qué iba mi argumento, la mueca que permaneció en sus labios se convirtió en una sonrisa conforme iba escuchando lo que decía, para cuando terminé de hablar ella ya me estaba contemplando con una sonrisa burlesca y con una reluciente expresión de la misma.

—Sabes que a veces soy una exagerada...

—A veces—me burlé, interrumpiéndola.

Ella me dedicó una mala mirada y luego continuó hablando como si nada.

—..., pero también supongo que sabes que no soy tan imbécil como para no darme cuenta de mis estupideces, como no permitirle a alguien más cambiar lo que has dicho, solo que... ¡argh! En lo perfecto siempre hay grietas de imperfección, solo que él supo ocultarlas muy bien, bastante bien como para que alguien como yo se ilusionara como una ilusa, asco me doy—se sacó la lengua ante ello, demostrándome una fingida arcada—. Es un error de mi parte permitirle que arruinara mi nombre, ya no es nada y yo sigo aquí, rechazando algo que me pertenece, pero ¿sabes? Alguien mucho más especial, y absoluta y únicamente mío, está produciendome escalofríos cada vez que lo dice, estremecimientos que me dan a entender lo bien que se siente cuando alguien que quieres te susurra cosas lindas.




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