Rose | Híbridos Rebeldes 2

18. Beso francés

¿Cuál es tu golosina favorita?

Porque la mejor explicación que podría darte referente a mi beso con Aedus es refiriéndome a una deliciosa golosina, no porque sea dulce, sino porque es difícil sacarla de la boca. Resultaba una exquisitez que por más que decías ya tener suficiente, de querer apartarlo de ti, no lo hacías, no podías porque era imposible, el placer que te proporcionaba sobrepasaba tus límites.

El sabor gana y terminas comiéndolo todo.

No podía apartar mi boca de la suya, sus labios firmes y suaves, húmedos y altamente sabrosos lograban transportarme a un mundo diferente, a un lugar en donde no existía nadie más que nosotros, un lugar de donde no quería salir jamás.

Me encontraba sumergida en ese lugar dulce, no quería salir de ahí, no quería despertar de ese hermoso sueño. Parecía un sueño, pero era real, tanto como que mi cuerpo parecía incendiarse a medida que sus manos exploraban el bajo de mi espalda y cintura.

En mí había despertado algo nuevo, fue mientras recibía su beso. Había detectado que él no tenía intenciones de profundizarlo y aquello prendió una llama de máxima pasión, haciendo nacer una súbita rebeldía que me exigía ir contra sus dominios para que batallara contra mí. De ese modo conseguí que el Aedus que me gustaba tanto me diese lo que pedía, la vehemencia del movimiento de sus labios estaba tomando todo de mí, la exploración de sus manos descubriendo zonas sensibles definitivamente estaba ganando esa batalla que yo había iniciado creyendo que iba a salir vencedora.

¡Por supuesto que no! Estaba cayendo, él derribaba cualquier intento de escudo que imponía para ganar.

Mi espalda colisionó contra la misma pared que anteriormente usé como espaldar mientras me desmoronaba y me sentía miserable, solo que en ese momento todo era diferente.

Mi mano izquierda disfrutaba estar sumergida en su sedoso cabello negro azabache mientras que la otra le acariciaba su mejilla y parte del cuello. La manera en la que él me sujetaba el cuerpo me resultaba magnifico, sentir su tacto frío sobre la piel desnuda de la parte baja de mi espalda era estremecedora. Mi estómago estaba recibiendo cosquillas de placer extrema, mi cuerpo recibía toneladas de deliciosas sensaciones que me hacían sentir que tocaba el cielo.

Pero por el fuego que ardía dentro de mí, por el calor a nuestro alrededor, por el ardor de nuestros toques y por la energía peligrosa que nos envolvía, supe que en realidad había llegado al infierno. Otra vez.

A un infierno delicioso.

Estábamos siendo consumidos por ese fuego invisible que quemaba pidiendo más. 

—Detenme —suplicó Aedus cuando apartó su boca de la mía. Alejé mi rostro del suyo de manera sutil para verlo con detenimiento, sus ojos permanecían cerrados y sus labios entreabiertos, estaban enrojecidos y húmedos.

Mi cerebro no estaba recibiendo las alertas claras que la parte cuerda de mí intentaba advertirle.

—No quiero —me sinceré, sonreí un poco y eliminé más la distancia entre nuestros cuerpos. La expresión de placer que surcó en su rostro me complació.

Sus manos se ubicaron en mis caderas y comenzaron a ascender hasta mi cintura en un toque suave y sumamente excitante. Luego él envolvió sus brazos a mi alrededor y me recibió contra sí, apretándome ligeramente contra él en un abrazo que expresaba mucho.

Ascendió una mano en mi cabeza para acariciarla mientras ambos nos recuperábamos del intenso beso, mis labios seguían ardientes, queriendo más. Mis brazos quedaron rodeando su cuello, con el rostro metida entre su hombro y cuello, mi nariz rozaba la piel de este último.

Por más que permaneciera quieta intentando recobrar los sentidos, no podía. Algo me estaba impulsando a cometer travesuras. Seguramente el alcohol que corría en mi sistema, no estaba tan borracha, era una híbrida, mi resistencia contra ambrosía, la bebida especial de los licántropos, no me afectaba como a ellos.

Me separé un poco de él al mismo tiempo que una de mis manos se acomodaba a un lado de su cara, rocé mi nariz contra la suya y después lo miré, humedecí mis labios y terminé mordiéndome el labio inferior en un gesto sugerente, mis comisuras se alzaron en una sonrisa coqueta mientras mi mejilla acariciaba la suya. El toque gélido de su piel me advirtió de lo caliente que se encontraba mi cara.

Bajé la mano desocupada en su hombro, regresé la mirada al frente para verlo a los ojos y enseñarle mis perversas intensiones.

—Eres mala —comentó él en voz baja, susurrante. Sujetó mi mentón y sonrió de manera complaciente—, y muy traviesa.

—Siento que jamás tendré suficiente de ti —pronuncié como una revelación, mi respiración aún no se había normalizado, pero estaba intentando controlarla. Apoyé mi frente contra la suya y bajé más la mano que yacía sobre su hombro, recorrí con mis dedos su costado hasta hallar el borde de su prenda oscura.

—Eso es lo mágico de tener una conexión, nosotros nunca diríamos basta.

Sonreí y no comenté nada.

—Rose —advirtió él cuando mi mano se coló por debajo de su camiseta—, ¿por qué siento que quieres traspasar la línea que te mantiene a salvo?

—No, cómo crees —musité de forma contradictoria, demostrando en mi expresión facial incredulidad por sus palabras; fingiendo demencia.

Aedus ladeó la cabeza y dirigió su rostro hacia mi oreja para contestarme.

—Percibo tu mentira, traviesa.

Inmediatamente recibí un estremecimiento que erizó todos los vellos de mi piel, quedé muy debilitada. Su voz se oyó tan provocativa que me dejó sin respiración, me quedé sin aliento por su aproximación y la sensualidad que emanaba.

—Lo sé, soy consciente de que no puedo engañarte. Como también sé que tú deseas continuar —hablé sin ningún juego de por medio, mi mano había quedado sobre su abdomen, se sentía muy bien.

—Te deseo —dijo sin que yo me lo esperara, sus nudillos me acariciaron la mejilla—, lo hago desde la primera vez que te vi, eso no es novedad. Solo que debo esperar un poco más. No quiero que sufras, como te dije una vez: cuando lo creas correcto.




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