Rose | Híbridos Rebeldes 2

23. Impredecible. PARTE 1 /2

PARTE 1

HORAS ANTES…

Rose

No pude conciliar el sueño después de tener ese extraño sueño, el rostro de la mujer aclarándose por completo y revelando el rostro de Abby era lo único que ocupaba mi mente. Y le ponía importancia porque yo sentí recordar ese momento, la risa de la pequeña y ella me alteraban la poca cordura que me quedaba.

Por eso preferí salir a tomar aire, me estaba ahogando allí dentro.

Y apenas la brisa tocó mi rostro percibí lo que el viento traía consigo, le acompañaba un aroma inconfundible. Mis ojos rápidamente habían buscado al dueño de aquella fragancia encontrándolo al instante.

Mi mirada y la de Aedus se habían encontrado acompañada de una sonrisa que decía cuan contento nos ponía estar tan cerca del otro. Toda asfixia desapareció, únicamente me concentré en mirarlo mientras todo mal desaparecía de mi cuerpo, quedando con una carga ligera en el pecho y algo agradable punzando en él.

Pero eso no duró demasiado porque Aedus desapareció, había dado un paso atrás mientras ampliaba su sonrisa viéndome con una mirada de alivio, había detectado una emoción desvanecedor en sus ojos pero él se había ido antes de que yo siquiera pudiese decirle algo.

Aunque por algo existía la tecnología.

(…)

Recibí el amanecer en aquella terraza, había acercado una silla para ponerme más cómoda y pensar en todo lo que seguiría después. Tenía el celular en mano pensando en Hareth. Le había escrito varias veces pero no me había respondido nada, no me mandó más mensajes ni me llamó. Y su última vez en WhatsApp indicaba lo mismo que las tantas veces que la miré.

—¿Rouse?

Abby me llamó, giré el rostro para verla y la vi restregándose los ojos mientras se acercaba hacia mí, arrastraba sus pies descalzos y su postura era de recién levantada, venía encorvada y con cara de sueño.

—Rarísimo que ya te estés levantando, apenas son las seis —comenté girando en mi silla para poder verla mejor.

—Lo sé —se quedó apoyada en el marco de la puerta, ocultó un bostezo en su mano y cerró los ojos durante un instante—, pero tenía que esforzarme en levantarme temprano, sé lo que pasará hoy. ¿Estás nerviosa?

—Estoy ansiosa, mi madre dijo que vendría a buscarme a las ocho.

—¿Y crees que si le pido ir con ustedes, me deje?

—En realidad —dije recordando algo—, cuando estuve en la fiesta de cumpleaños de Neisan y Selene mi madre me comentó algo, no te lo dije antes porque no hubo oportunidad.

—¿Qué cosa?

—Mi madre sabe lo que tienes, ella sabe todo pero no quiso decirme nada porque aparentemente eres tú quien debe descubrir tu misión.

—Espera, espera, ¿qué? —pronunció con una entendible confusión y mezcla de emociones en su rostro.

—Yo puse la misma cara que tú —dije poniéndome de pie— y aún no consigo entender el significado de esa palabra, pero este día pienso averiguarlo. Lo único que sé es que de alguna manera tú sí estás conectada con Edén.

—¿Dices que sea mi madre? —preguntó—, pero ¿qué pasaría con los Grayson? Aparentemente puedo ser una también.

—Hoy veré a Edén, voy a tratar de averiguarlo todo. Lo más probable es que mi madre te diga que no.

—Seguro me dice que no —concordó—, con lo que me acabas de contar dudo que quiera que me encuentre con Edén.

—Algo nos ocultan y algo me dice que esa verdad no será nada bueno.

—Dios no te oiga.

—¿Es que no quieres saberlo?

—Quiero saberlo, pero por más que piense no logro entender cómo una madre puede abandonar a su hijo, hija en este caso. Y si Edén llegara a ser mi madre, no sé qué pensaría. Está Recia, y ella sí creció cerca de ella.

—Ella me había platicado su experiencia de ser hija de Edén Dell, dijo que Edén siempre se mantenía ocupada y que no tenía mucho tiempo para ella. Recia tiene una hermana pero no específicamente tienes que ser tú, o tal vez sí —me lo pensé—. Estoy igual de confundida que tú, Abby.

—No —dijo ella, apartando su vista de mí con una súbita molestia notándose en sus rasgos—, nada nunca es similar, es más o menos, pero igual jamás.

Luego de decir esas palabras se marchó, salió de la habitación con pasos apresurados sin darme tiempo a detenerla. La había visto decaída y enojada consigo misma.

(…)

Esperé media hora y salí en busca de mi amiga. Entendí que necesitaba tiempo a solas, seguramente estaba muy perturbada con todo el embrollo de su familia.

Ya me había arreglado para darle la merecida bienvenida a este día que sin duda alguna sería demasiado largo, por el simple hecho de que los treinta minutos que esperé antes de abandonar la habitación me había parecido una eternidad.

—¿Abby? —ingresé en su cuarto como si fuese mío, sin tocar.

Ella me miró y pidió silencio colocando su índice contra sus labios.

—Solo es Rouse, sígueme contando —Ella estaba hablando por teléfono.

—Me haces sentir bien simple con tu comentario —refuté realizando una mueca de disgusto. Ella sonrió con ojos divertidos.

—Eres todo menos eso —me dijo entonces—. No, no te hablaba a ti. ¿Y cómo quedamos? Últimamente he estado sintiéndome muy vacía… No sé, no creía que se sintiese de esta manera la distancia, tu ausencia está causando esto en mí, Edward.

Hum, ¿oímos que se dicen?

«¿A quién le estás hablando, Rouse?»

A las voces que aparecen para recriminarme, dah.

Están por pasar trece días y seis horas con veintisiete minutos desde que no nos vemos, cariño. Te necesito.

—¿En serio estás contando las horas?

Yo te hablaba en serio cuando te lo dije, ¿y tú, cómo vas con los segundos? —quiso saber.

—Eh… los números avanzan —dijo Abby haciendo una mueca de culpabilidad—. Puse el cronometro —añadió.

Ahogué una risa en mis palmas al ver su cara de angustia.

Solo bromeaba, bonita. Pero no al decirte que te necesito, por eso es que decidí ir por ti. Regresa a Milford, Abby.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.