Rose | Híbridos Rebeldes 2

27. Cazador

«Prefiero ser el cazador que la presa» —Imagine Dragons (natural).

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Capítulo 27: Cazador.

Aedus.

Aparecimos en un sitio de Irlanda, en el bosque más conocido del mundo sobrenatural.

No fui capaz de soltarla, no de inmediato. Me mantuve quieto complaciéndome con su cercanía, sus brazos rodeándome por el abdomen y su cabeza apoyada en mi pecho, permaneciendo con los ojos cerrados, y con el corazón acelerado, me decía que ella tampoco deseaba alejarse. Ella quería permanecer junto a mí.

Situé una mano en su cabeza, acariciándole suavemente el cabello para llamar su atención. Mis ojos chocaron con sus ojos oceánicos, de esos profundos que cuando caes en él las posibilidades de sobrevivir no te alcanzan para tener esperanzas, así que solo te dejas caer: caes arrastrado por las peligrosas olas sintiendo el más grande de los placeres mientras vas llegando al otro mundo.

—Lo siento —se disculpó mientras se distanciaba siendo conocedora de que nuestro límite impuesto acababa de tener un pequeño quiebre.

—Continuemos, no quiero que esto nos tome mucho tiempo —le dije comenzando a aproximarme hacia un árbol que servía como comunicador. Ella me siguió sin vacilar, ubicándose a mi lado—. Dame tu mano —pedí, ella me ofreció una, la tomé y la guie para que la apoyara en el tronco—. Hay una pared invisible que nos separa del mundo del ser que quiero que salga, a él le llegaran recuerdos de ti y sabrá que estás aquí, por esto, por tu tacto a su árbol mágico que comunica a la gente de fuera con ellos.

»Son duendes, y sé que tu tuviste contacto con uno por eso él vendrá, no se quedará con la curiosidad.

—¿El que conocí en el laberinto?

—Exactamente, es a quien le prometiste su libertad.

—¿Y solo me necesitabas para hacer que saliera o hay algo más?

—Primero lo primero —le respondí guiándola de la mano hacia el inicio del espacio que no podíamos cruzar. Su frente se arrugó ligeramente ante la curiosidad y expectación del momento, por lo tanto decidí alzar su mano, que seguía unida a la mía, dirigiéndola hacia el frente donde una barrera invisible nos incapacitaba el cruce hacia el otro lado. Ella sintió la energía que negaba el acceso, recorrió su mano de un lado a otro jugando con esa fuerza protectora.

—Puedo sentirlo, la de Juntos es diferente.

Iba a responderle pero preferí callarme al detectar el acercamiento de un ser, mi atención se centró en la dirección donde lo sentí y poco después allí apareció él.

—¡Alteza! —exclamó con sus enormes ojos fijos en mi acompañante.

—Fredy —contestó Rouse con menos entusiasmo en su tono que el duende, pero con el mismo brillo de emoción que él en sus ojos.

—Estás con él —le dijo al desviar su atención de ella, me miró de forma desconfiada, rígido de repente.

—No te preocupes, estarás bien —aseguró Rouse al notar la sospecha relucir en la expresión de su cara—. Te lo prometo —estableció ella haciéndome contener la respiración porque siempre tomaba aire solo por hábito y para pasar desapercibido.

Un juramento con un duende te condenaba junto a él para siempre si no cumplías con tu promesa, y él se encargaría de hacer de tu vida una completa tortura justamente por ello. Eran criaturas tan buenas como malas y todos conocían que era mejor mantener una buena distancia de ellos.

Fredy se precipitó hacia ella, estaba descalzo y vestía de verde dejando su grande y redonda panza al descubierto. Era tan bajo que Rouse tuvo que agacharse para alcanzar la mano que él le extendía, para poder estrechársele cerrando de esa forma el acuerdo establecido. El brillo que surgió cuando sus manos se unieron nos aseguró que el trato ya era un hecho, ahora solo debía cumplirse.

—Creo en tu palabra, princesa. 

«Ajá» Por eso mismo le había sellado la promesa.

—¿Cómo es tu mundo, Fredy? —quiso saber Rouse.

—¿Quieres conocerlo?

—No hay tiempo para eso —intervine—. Los esuriit han abandonado su lugar bajo tierra y se niegan a volver, ya transcurrieron días desde ese acontecimiento y aún no logramos reestablecerlos en su lugar —di una breve explicación antes de dar a conocer mi visita a ese sitio—. ¿Ya deduces por qué estoy aquí?

—¿Qué? ¿Están aquí? —fue la respuesta del duende, viéndose evidentemente sorprendido y preocupado—. No deberían estar aquí, son… —se calló de golpe y transfirió su mirada hacia Rouse—. ¿Tú estarás con nosotros en todo momento? Nadie confía en alguien que nunca dice la verdad.

Negué con la cabeza con una expresión contradictoria.

—Controla lo que digas, las palabras tienen un fuerte poder poco reparable, así que manéjate con cuidado porque sabes a quién te estás dirigiendo.

—Por eso mismo deseo mantener mis distancias —repuso él, despectivo.

—Hey —exclamó Rouse metiéndose en el medio de los dos, me observó sobre su hombro dedicándome una mirada de: lo vas a espantar antes de suavizar sus rasgos, su expresión mostrando nada más que amabilidad—. Yo ya te prometí que estarías bien, confía en nuestro acuerdo. Aedus mantendrá las distancias, solo ayúdalo. Se ve que conoces sobre el tema, yo soy ajena a todo ello pero parece importante.

—De acuerdo —accedió el duende, calmándose—. Que ellos estén aquí no es una buena señal, así que lo haré antes de que su ausencia cause más conflictos. Pero ven con nosotros.

Rouse se irguió, girando ligeramente para verme.

—No sé si pueda…

—No es recomendable —la interrumpí rompiendo esa ilusión que vi centellear en sus ojos, de esa manera, rápidamente aquella emoción desapareció dándole lugar a una que no me gustó ver…

—Voy si ella va —determinó entonces el duende queriendo hacerme cambiar de idea. Y no era por no querer, realmente no era recomendable. Rouse no podía pisar cualquier fortaleza que le perteneciese a El Concejo.




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