Rose | Híbridos Rebeldes 2

33. Hechicera

Neira Relish

Mi padre se había encargado de dirigirme siempre al lado bueno de la magia. Me recordaba constantemente lo venenoso y perjudicial que era el poder de la hechicería oscura, este era adictivo, era toxico y consumidor. Y él lo sabía, yo lo sabía, todos en mi familia sabíamos cuan real era porque mi madre fue destruida a base de esta.

El veneno de la magia negra envenenó su alma, se expandió tanto que terminó enloqueciéndola hasta el punto de… Siempre me costó creer que mi propia madre intentó matarme, ella quiso usarme como un sacrificio, ella iba a usarme como una ofrenda a su dios.

Y por ese principal motivo, mi padre no tuvo de otra que acabar a su propia esposa. Yo era apenas una bebé recién nacida cuando aquello ocurrió, y me enteré de este último cuando busqué más poder hacia ese lado prohibido, al pasar de las reglas y jugar con la magia negra. Y para detenerme, para hacerme razonar, mi padre no tuvo de otra que contarme la verdad y que una podría descontrolarse hasta el punto de cometer el peor de las locuras.

Pero el miedo a perderme hacia ese lado oscuro no fue superior al miedo de estar sin él.

Frederick Relish hizo un buen trabajo al cuidarme y yo lo decepcioné, y él me lo hizo saber. Siempre me motivó por el camino despajado de sombras, sin tinieblas, sin frialdad, hacia una dirección sana. Pero la oscuridad llamó mi atención, siempre había tenido un insano interés hacia esa dirección. Y lo tomé, me dirigí hacia ese camino y quedé encantada.

Al cumplir los dieciséis años fui al instituto de magia y elementos, ubicado en una zona despoblada de Transilvania, para perfeccionar mi poder, en ese momento sano y correcto. Y al separarme de mi familia, en esa enorme propiedad, comencé a notar algo extraño en mí.

Una voz comenzó a hablarme.

Y esa voz me incitó a probar lo incorrecto, desató una extrema curiosidad en mí que no pude evitar saciar… pero en vez de detenerme, quise más y busqué más. Pero siempre hacía todo cuidadosamente, y ese ser que parecía estar conmigo todo el tiempo, cuidaba mi espalda.

Ni las mejores amigas que me conseguí detectaron que algo iba mal conmigo. Y es que a mí parecer todo estaba bien, pero lo cierto es que, tras experimentar con la magia negra, había descubierto un mundo nuevo que me hizo notar lo vacío que estaba mi vida anterior. Me gustaba estudiar con mi padre, pero siempre éramos él y yo, y no sentía tanta emoción como cada vez que la oscuridad se marcaba en mi piel con líneas negras. Además de permanecer encerrada, él me sobreprotegía demasiado, tenía tanto cuidado conmigo que a veces me hacía sentir como una chica frágil, pero yo sabía que no era así. Y mis maestros en el instituto eran específicos, yo no podía trabajar con cualquiera, mostrarme ante cualquiera.

No supe qué ocurría, por qué me trataba de ese modo hasta tiempo después.

Recordar el vacío de mi pasado, de ese tiempo, inmediatamente me hacía viajar a ese momento donde mi pecho se llenó de algo inexplicable. Me inundé de una carga de emociones, me seduje por la corriente de sensaciones que me abordaron ni más mis ojos lo enfocaron a él.

El hermano de Hazal había llamado mi atención.

Ningún otro había conseguido mi interés antes, él fue el primero, y siempre sería él.

Lastimosamente esto no fue un amor correspondido. Él no era para mí y tuve que resignarme a ello durante mucho tiempo, a intentar eliminar esa emoción que emergía cada vez que pensaba en él, a arrancar su imagen de mi cabeza. Pero nada funcionó, su rostro estaba clavado en mi mente y su nombre estaba escrito a fuego en mi memoria, uno indestructible.

La primera vez que lo vi, me acerqué estúpidamente para que me captara, porque si yo era su “ella” el olor me delataría. Y nada, el pinchazo que recibí ante su indiferencia me indicó que yo no era nada suyo. Así que me alejé con la esperanza de quitármelo pronto de la cabeza.

Y no fue así, y por ese motivo comencé a ponerme demasiado inquieta. El siguiente mes, lo volví a ver, seguido del otro y otro más, siempre de lejos, a una buena distancia donde mis ojos lo captasen todo. Me encantaba obtener imágenes reales, darle a mi mente lo que pedía, a él.

Y entonces supe que no podría frenar todo lo que me hacía sentir, había desarrollado sentimientos por él y no sabía cómo o en qué momento. Nunca habíamos cruzado una palabra. Y él y yo no pasaría jamás, él era un ser destinado, seguramente estaba esperándola a ella y… capaz se estaba divirtiendo mientras tanto, solo pensar en ello me ponía de malhumor, y lo peor de todo es que no me correspondía replicarle nada, no me tocaba a mí molestarme por estar viviendo su vida antes de ella.

Así que seguí dejar pasando el tiempo sin hacer nadar.

Y así debió quedar, pero imaginarnos durmiendo juntos, bien abrazados alimentaba a mi estúpida fantasía dificultándome el proceso de olvidarlo. Incluso comencé a coquetear con un par de chicos, a besar a uno para ver si ese algo comenzaba a desaparecer. ¡Y nada!

Y, además, en el futuro que yo había imaginado no estaba nadie más que él conmigo. Él se adueñó de todo mi existir sin siquiera intentarlo. Me tenía, me tenía completamente loca.

Quizás regresar a casa me despejaba la mente, pensé, los dos años en ese instituto acabaron y mis amigas me propusieron algo increíble, pero tuve que negarlo porque yo y él viviendo en el mismo pueblo, tan cerca, complicaría las cosas a lo grande.

Mi propósito era olvidarlo. La voz que creía me dejaría en paz cuando pisase mi tierra, no lo hizo. Y ese ser, como si supiese todo lo transcurrido en el mundo, sacó una propuesta irresistible. Me emocionó, me desarmó con tan hermosa posibilidad.

Y lo escuché, estuve atenta a cada uno de sus palabras y la acepté.

Y cuando ese plan salió mal, no tuve de otra que recurrir a otra no tan buena para quitarme el peso de la locura con la que luchaba todos los días por culpa de ese amor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.