Rose | Híbridos Rebeldes 2

30. Dolorosa atracción

No pude conciliar el sueño, fingí hacerlo para que Hareth se relajara y consiguiera dormir, pero mi mente quedó despierta toda la noche pensando en mi encuentro con Aedus.

05:17 A.M.

Me levanté, no aguantando más la ansiedad que había despertado en mí desde que tomé esta decisión. Me dirigí al baño silenciosamente. Me tomé una ducha de agua fría para activar todos mis sentidos, con el cuerpo helado y titiritando un poco, salí envolviéndome rápidamente en una toalla. Me cepillé los dientes, apurando ese proceso para trasladarme al vestidor.

Demasiado ansiosa, proseguí a ponerme un conjunto deportivo gris y las zapatillas negras. Volví al baño para peinarme un poco, me lavé el pelo pero ni siquiera lo cubrí con una toalla. Apuré ese paso y me lo dejé suelto.

Alcancé mi crema hidratante y me apliqué un poco en el rostro. Mis labios estaban un poco resecos, uh. Odié que mi mirada se viese tan cansada, me cubrí las ojeras y tapé alguna que otra imperfección para que no me viera tan horrible.

Volví a la habitación y miré hacia Hareth por última vez, él seguía recuperando su sueño perdido plácidamente.

Él no sabía que yo había elegido este día para ver a Aedus, y era lo mejor, se alteraría bastante y su inquietud me afectaría y no me dejaría actuar como realmente quería.

Tomé aire por la nariz y lo solté lentamente por la boca, dándome ánimos antes de salir del cuarto.

La mansión seguía muy silenciosa, todos aún parecían descansar. Abrí la puerta principal sin problemas para salir, el aire mañanero golpeó mi rostro anticipándome del mal clima.

Sí, ese día estaba muy nublado, se aproximaba una tormenta. Y yo ahí, por salir a "correr".

No tuve dificultades para salir de la propiedad, los de seguridad simplemente me miraron y acataron mi orden.

Caminé alejándome rápidamente de la mansión, una presión punzante en el pecho me pedía correr lejos. Y no esperé demasiado para hacerlo, activando mi súper velocidad, cruzando el bosque en un tiempo incalculable.

Me detuve en la cascada, en el inicio de las rocas.

Dentro de la cueva, que se escondía detrás de la cascada, se encontraba un portal que guiaba a Juntos, extrañaba a mis amigos de ahí, especialmente a Aden que a estas horas ya se encontraba molestándome o contándome algunas novedades que llegaban a sus oídos.

Busqué una forma de subir y escalé hasta ubicarme a la orilla del río. Me acerqué para ver como el agua caía ruidosamente, manteniéndome durante un instante inmerso en mis recuerdos.

Detallé el horizonte desde mi altura, todo se veía muy oscuro. El brillo de un rayo me hizo tragar saliva. Aparté la vista de ahí concentrándome en el viento que soplaba contra mí, dándome escalofríos. Me alejé un poco hasta quedar bajo un árbol, apoyé mi espalda contra la base de este, con la vista fija en el río, pasándola más allá donde se daba comienzo al bosque.

Dilo.

Dilo ya, me animé.

Cerré los ojos, visualizando una suposición.

—No podré mirarlo, no podré hacerlo —dije dejándome inundar por el miedo—. No quiero ser la causa de su muerte, no quiero... dispararle.

Ya tomaste tú decisión, Rouse. Hazlo, dolerá pero sanarás, pronto dejarás de sentir todo por él. Te recuperarás y...

¿Pero qué va a ser de él? Estaba a punto de profundizar la daga en su corazón.

—¡Basta! —exclamé, reteniendo el mar de preguntas que corría por mi mente, casi ahogándome.

Suspiré y me preparé para decirlo, di un paso adelante. Regresé la vista a la cascada y comencé a aproximarme en la orilla, quedándome justo donde una vez él y yo estuvimos. Y entonces me atreví a pronunciar su nombre.

—Aedus.

La expectación hizo que me paralizara en mi lugar, esperando.

Me mordí el labio inferior con fuerza, con el latir de mi corazón notándose en mis oídos. Incluso detuve la respiración, aguardando demasiado ansiosa y temerosa.

Dejé de aguantar la respiración cuando pasaron segundos y él no aparecía.

Mi cabello suelto estaba molestándome demasiado estando contra el viento, iba a sujetarlo, por suerte traía una colita en mi muñeca. Mientras procedía a atarme el pelo pensé en lo estúpida e idiota que estaba siendo, que siempre fui, por mi indecisión había formado una historia con otro en el mismo libro.

Creaba capítulos diferentes siempre, donde la historia se relataba de manera incierta produciendo que la inseguridad que me abordaba no me permitiese darle fin al libro de forma correcta, continuando siempre con capítulos dudosos que no me conducían a nada.

Pero eso se acabó, mi capítulo con Aedus estaba por terminar para continuar con el libro donde se debería relatar mi final feliz con Hareth.

La colita de pelo voló de entre mis dedos, justo cuando la dirigía a mi pelo para sujetarla. El viento había aumentado su fuerza inesperadamente, por instinto di un paso al costado y alargué la mano para sostenerla, y lo conseguí. Pero apenas, y para logarlo tuve que inclinarme demasiado y...

Mi pie se resbaló en la orilla.

Perdí el equilibrio, con un miedo atravesándome con una fuerza agobiante.

Pero antes de caerme, una mano se aferró a mi cintura logrando que volviera a estabilizarme, guiándome para atrás, alejándome de la orilla. Por inercia, mi mano lo sujetó con fuerza por el brazo, temblando por el inesperado momento.

Y apenas fui consciente de lo que casi sucedió, y de que alguien me salvó, volví la cabeza hacia esa persona y no me sorprendí de verlo a él.

—Aedus.

Mi cara y la suya se encontraban cerca, mi espalda seguía pegada a su torso y mi mano aferrada a su brazo, el cual se mantenía alrededor de mi cintura. Sus ojos rojos quedaron fijos en los míos, conectándose de una forma impresionante.

Su impasible expresión y mirada fría me dieron a entender que él nuevamente había cerrado la pequeña apertura que había abierto para mí, dejándome verlo... Y ahora él se encontraba como la primera vez que nos vimos tan de cerca, demasiado serio e inhumano.




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