Rose | Híbridos Rebeldes 2

31. Su sangre

Hareth

Una espantosa sensación de asfixia me consumía, un nudo de coraje y rabia se encontraba instalado en mi garganta, haciendo que me costara respirar.

Sostenía una lucha interna, y estaba siendo tan difícil ganar.

Mi lobo exigía salir, mi calor corporal estaba exageradamente caliente y solo emanaba un aire peligroso, en mí solo se reflejaba lo molesto que me encontraba. Sensaciones terriblemente preocupantes estaban sacudiéndome por dentro, corriendo libres y salvajes avivando ese mar de fuego que quemaba mi piel. Mi sangre hervía de la ira y no podía detenerla, mucho menos evitar estos incontrolables efectos que me hacían experimentar los celos.

Apenas Mia salió de la habitación me levanté, quedé bajo el agua fría de la ducha lo más que pude, esforzándome para que mi mente captara mi orden y no salirme de control. Pero efectivamente no logré aligerar ese peso de celos, alejar esas inquietudes que aumentaban la carga de desconfianza acompañado de miedo.

Ahora mismo estaba por explotar, estaba al límite y lo peor de todo es que apenas había trascurrido media hora.

Como un intento de calmarme, crucé hacia la terraza. Acomodé mis manos sobre el borde la baranda y allí aguardé, teniendo una vista perfecta de la entrada de la mansión y calle por encontrarme en la tercera planta.

Lancé un suspiro de resignación, quitándome un poco de tensión con ese gesto.

Alcé la mirada al cielo e imploré para que ella volviese pronto, el clima no anunciaba nada bueno. Las nubes oscuras advertían una horrible tormenta.

Trabajé para regularizar mi respiración y… confiar, debía confiar en ella. Aunque ¿por qué no me dijo que sería hoy?

«No importa, ella debió tener sus razones, además… es mejor. Acabaremos con esto más rápido» medité.

Transcurrido un buen tiempo, dirigí una mano hacia el bolsillo de mi pantalón corto de chándal, saqué mi teléfono y encendí la pantalla para fijarme en la hora.

«Carajo, solo pasaron tres jodidos minutos» maldije resistiendo el instinto que me exigía ir por ella.

Intenté distraer mi mente ingresando en cualquier red social. Solo que, apenas abrí Instagram, el recuerdo de ellos besándose me golpeó con fuerza, intensificando la molestia que había logrado alejar durante un instante. Aquello produjo que los pensamientos de ellos me devorasen, en mi mente se transmitieron las imágenes que se me proyectaron el día que cometí un error del que me arrepentiría siempre.

¿Por qué me había ofendido tanto cuando yo le había ocultado algo mucho peor?

Yo la lastimé pese a que le dije que no lo haría jamás. El mentiroso siempre fui yo.

Saber que seguramente ahora mismo ellos estaban juntos empujó a la lava rabiosa que circulaba en mi interior, mi fuerza se intensificó sobre la baranda de concreto agrietándola al instante.

Los pensamientos de ellos juntos me consumieron.

Comenzó a lloviznar, el agua sobre mi rostro no me tranquilizó. La tormenta estaba aproximándose con fuerza.

El impacto de mi teléfono cayendo a mis pies no me molestó, subí sobre la baranda y estaba a punto de dejarme caer… Pero entonces la divisé y mi pecho agradeció el alivio que se me trasmitió.

Olvidé lo que estaba a punto de hacer y volví a mi lugar, tomando el teléfono con rapidez y adentrándome de nuevo en la habitación, justo en el momento que la lluvia se intensificaba.

Cerré el ventanal corredizo y me preparé para recibirla, alejando malos pensamientos para no exponerme.

Esta mañana tuve que usar una táctica para no advertirle que me encontraba despierto.

Lancé un suspiro, dejando mi celular sobre el escritorio. Quedé ahí, en una posición casual esperándola.

Y cuando ella ingresó en la habitación, jamás esperé verla tan mal.

Su dolor me embargó sorpresiva y agresivamente. Quedé perplejo y desorientado durante un instante, pero me obligué a despertar de ese trance intentando recibirla en mis brazos.

Apenas la toqué porque ella se desvió y corrió hacia el baño ni más dejó una extraña hoja media doblada sobre el escritorio, dejando un rastro de agua por lo empapada que estaba.

Permanecí quieto, sintiéndome extremadamente perdido, sus pensamientos nuevamente estaban cerrados a mí. Estuve unos segundos de aquella manera, sumamente impresionado y confundido, pero apenas recibí un golpe de realidad volví en sí y me apresuré en alcanzarla.

Su abrigo deportivo me recibió apenas metí un pie dentro del baño, lo pisé sin querer pero no me detuve a recogerlo porque ella era la que necesitaba mi suma atención en ese momento. También tropecé con sus zapatillas, ignoré todo y llegué donde ella.

Se encontraba aún con su ropa, sentada en la bañera y con la espalda apoyada en la pared de azulejos. Estaba llorando.

Me puse a su altura y la tomé del rostro, buscando desesperadamente sus ojos.

Al notar que aquello no acabaría pronto, la atraje hacia mí, dirigiendo su cabeza contra mi pecho. Le hablé, le pregunté qué sucedía pero ella no reaccionó. La preocupación y el temor palpitaron con fuerza en mi pecho, comencé a acariciarle su cabello mojado con los dedos susurrándole palabras reconfortantes logrando que poco a poco su llanto cesara.

Un nudo se instaló en mi garganta, era rabia mezclado con impotencia, al darme cuenta y admitir lo mucho que le afectaba Aedus Sallow.

Contuve difícilmente la rabiosa ira que emergía, abrazándola más fuerte. Yo la tenía.

Estábamos juntos por y para siempre.

Ella alejó su rostro de mi pecho, limpiándose las lágrimas que escurrían por su mejilla derecha. La ayudé con ese procedimiento, queriendo borrar cualquier rastro de tristeza de sus rasgos.

Mi nariz rozó la suya, respiramos el mismo aire mientras nos recuperábamos de ese episodio que nunca debió suceder.

—¿Ya estás mejor? —hablé en tono muy bajo, acariciándole suavemente el contorno de su rostro con mis nudillos.




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