Rose | Híbridos Rebeldes 2

39. Objeción

N/A: ¡Hola, rebeldes! Mi disculpa tiene cantidad y es la edad de Aedus, perdonen la tardanza pero simplemente no pude escribir. Pero ahora ya me siento re energética (re irónico porque estoy medio enferma) pero la cuestión es que… Lo van a entender con ese final.

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Capítulo 39: OBJECIÓN

Rose

Irrumpir la boda produciría un terrible escándalo el cual estaba más que dispuesta a afrontar. Me mantendría ajena a las opiniones públicas porque nadie estaría de acuerdo, esto que estaba a punto de hacer será fuerte y polémico.

Salí silenciosamente de la propiedad Lewis y emprendí rápidamente el trayecto a mi lugar de encuentro con él, la única persona que siempre mostró interés y estuvo de acuerdo con mi lazo con Aedus.

—¿Sheldon? —dije apenas él me respondió la llamada unos días atrás.

—¿Y está sorpresa, cariño?

—Yo… —dudé un poco—, haré lo que me pediste alguna vez. Yo voy a renunciar a Hareth.

No recibí una respuesta inmediata, la línea quedó en un profundo silencio. Él no se esperó para nada esa afirmación de mi parte. Demostró su asombro permaneciendo en silencio durante un momento.

—¿Estás segura?

—Lo estoy. Aedus siempre fue el correcto, él y yo estamos destinados correctamente. Y me niego en no darle lo que por tanto tiempo ha esperado, además de que yo… lo quiero. No veo a nadie más que yo a su lado, no puedo visualizarlo con otra. Tiene que ser conmigo, por eso, él no puede casarse con Marisa.

—¿Y qué harás al respecto?

—Por eso te llamaba, ayúdame.

—Por derecho la corona te pertenece Rouse, Eleonor fue exiliada pero los hijos de los exiliados tienen una oportunidad. Si te reconozco como una de nosotros, tú podrías quedarte ocupando el puesto de Marisa.

—¿Te refieres a casarme con Aedus?

Sheldon emitió una risa. Esa reacción produjo que el rubor quemara en mis mejillas.

—No, me refiero a la corona. El puesto de reina —me afirmó.

—Ah —emití vergonzosamente.

—Y puedes evitar esta ceremonia reclamando lo que te pertenece. Sí me dices que sí, hablaré con los asesores para ordenar esta situación. Solo necesito que nuevamente me digas si estás segura.

—No hay marcha atrás, Sheldon. Estoy segura.

—¿Cuándo harás conocer tu decisión?

—Ese mismo día.

—¿Qué?

—No hay mejor momento que ese mismo día, ya no quiero que esto sea un secreto, me harté de tantas mentiras. Quiero que todos conozcan que Aedus Sallow es mío… digo que yo soy su compañera eterna.

—Bien —percibí un ligero entusiasmo en el tono de mi abuelo—, nos mantendremos en contacto, cariño.

A medida que avanzaba, el aire parecía quemarme la piel. Algo caliente me atravesaba por dentro, un nudo en la garganta me hizo saber que si no me detenía iba a colapsar. Y es que me estaba costando demasiado alejarme, irme. Algo me ataba a este pueblo, Milford tenía una parte de mí.

Hareth Lewis estaba muy presente en mi cabeza. Lo estaba dejando, distanciarme cada vez más de él me destrozaba el alma y pensar en que él no tomaría para nada bien mi marcha, la despedida que representaba mi carta, me hería hasta un punto inexplicable.

“Si te escaparas de mí, quemaría el mundo hasta encontrarte”, recordé sus palabras.

No te atrevas a bajar al infierno por alguien que no vale la pena, lobito.

«Él también merece un amor puro, un amor superior. Un amor que no encontrará nunca en mí, darle todo nunca me correspondió a mí». Confiaba en él, que recapacitaría y aceptaría la realidad, y una vez hecho eso, buscar el modo de llegar a la chica correcta.

Porque dejarlo infeliz no entraba en mis planes.

Reduje la velocidad cuando pensarlo demasiado me hizo más daño. Mi enfoque se estaba distorsionando con su rostro ocupando mi cabeza. Mi pulso se encontraba acelerado y la culpa punzaba dolorosamente en mi pecho.

Para mi fortuna, pude distinguir a lo lejos a dos hombres aguardando, esperándome. Ese hecho produjo que las sensaciones tortuosas se transformaran en alivio, recordándome que no tenía tiempo para estar construyendo pensamientos que me debilitaban.

Pude escaparme del martirio que representaban mis pensamientos y enfocarme en ellos. Aceleré mis pasos y me sentí más cerca de Aedus.

Sheldon Collins lucía increíblemente elegante, esbozó una sonrisa de labios pegados cuando sus ojos chocaron con los míos.

El hombre que lo acompañaba no era nada más y nada menos que el señor Dell, el padre Eden y Glory. Un brujo, la persona que tiene la capacidad de abrir un portal.

—Se está haciendo real, ¿estás lista para esto?

—Lo estoy —le respondí a Sheldon, determinante.

—Me tienes de tu lado —me aseguró—. La reacción que conseguirás no será bueno porque lo desconocido arma cuestiones y disputas. Y esto no pasará en alto por quienes lo protagonizan. Que los medios se involucren es un espectáculo asegurado.

—Sé que estoy por abrir un nuevo caso, un problema inmenso pero en algún momento tenía que pasar. Que sea ahora. Esté o no preparada para lo que venga, aquí estoy.

—Por favor, Darren —Sheldon giró el rostro hacia su amigo—, dirígenos directo al castillo.

Él asintió con la cabeza y prosiguió a realizar el pedido de Sheldon. Y poco después, ya tenía ante mi vista ese mágico transporte. El brujo me pidió que pasara primero, sabía que gastaría energías ya que eso era el precio de usar este método para viajar rápido. Pero no me interesó, aún me sobraría bastante para alzar mi voz y decirlo.

Entonces obedecí, traspasé ese portal sintiendo cosquilleos en mi piel. Y un instante después aparecí en una estancia desconocida, era un despacho. Inmediatamente, detrás de mí llegaron Sheldon y Darren Dell.




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