Rose | Híbridos Rebeldes 2

42. Traición

¡HOLA, REBELDES! Cómo me alegra seguir con esto, por favor antes de leer este capítulo es importante que lean el capítulo 35. Una verdad. Y es que ahí está la verdad sobre Abby, lo narra ella y su parte lo podrán leer en menos de cinco minutos. Aquí se menciona un dato de ella que no entenderán sin haber leído «esa verdad».

***

Capítulo 42: TRAICIÓN

Rose

En el medio del éxtasis pude recordar la advertencia de Aedus, él había expresado que cuando nos rindiéramos ante la tormenta, esta arrasaría con todo. Y cuánta razón tenía, debido a tanto me estaba costando detener mi instinto animal. Quise contener esa necesidad sobrenatural que me exigía ir por más, solo que no pude y terminé clavando mis colmillos a un lado de su cuello.

Su sangre llenando mi boca era toda una exquisitez, tan placentera. La fuerza que estaba ejerciendo sobre su cuerpo delataba mi desesperación, probar de esta droga estaba liberando más sensaciones. Me encontraba frenética consumiendo de él. Y Aedus no demostraba lo contrario, él disfrutaba también sumido en el momento correspondiendo mis ganas. Con su mano sobre mi cabeza me estaba motivando a tomar más.

Paré comenzando a pasar la lengua por esa zona quitando los rastros de sangre, mis uñas raspando sus hombros. Él, aún con sus dedos enredados en mi cabello, hizo que volviera el rostro hacia el suyo apoderándose de mis labios. Su boca moviéndose agresivamente sobre la mía me daba a entender lo ansioso que se encontraba. Nuestro beso infundía autoridad, sus manos sosteniéndome y las mías intentando conseguir el control estaba intensificando ese fuego salvaje que nos dominaba.

Mi cabeza quedó nuevamente apoyada sobre el colchón, cohibida bajo ese cuerpo excitante que incentivaba al mío. Aedus separó su boca de la mía, su nariz quedó rozando la mía, mis ojos se conectaron con los suyos recibiendo esa advertencia de amor que profería su mirada.

—Cómo me has hecho sufrir, Rose —dijo rozando durante un instante mi boca—. Aún falta mucho para compensar el daño que me has hecho —hablaba en un tono que evidenciaba una promesa deliciosa.

—Lo siento, amor. Estoy más que dispuesta a remediar ese daño, tú solo dime cómo —tenté eliminando la distancia que conservaban nuestros labios, besándolo de una manera provocativa y sensual que me condenaba a más.

—Estuve pensando una y otra vez en este momento, solo tú ocupabas mi cabeza —me dijo saliendo de mi interior, vi cómo se deshacía del preservativo usado sin quitar su mirada peligrosa de mí—. ¿Entiendes lo mucho que me costó controlar esto y no ir por ti? —un escalofrío acompañado de espasmos deliciosos se manifestó en mi cuerpo en cuanto él me indicó su parte masculina completamente endurecida mientras hablaba.

Su mano deslizándose sobre el cuerpo de su pene, más su expresión reflejando una rudeza que contenía su antigua molestia, más sus ojos prometiendo más orgasmos que se conseguiría de una forma apasionada y bestial me hicieron tragar saliva reconociendo las sensaciones que se habían descontrolado en mi interior. Lo que mis ojos estaban contemplando era una imagen digna de apreciar y recordar. 

Aedus estaba descontrolando mis latidos.

—Lo entiendo perfectamente, príncipe. Eres muy respetuoso, por favor deja de lado a ese caballero y portémoslo mal esta noche. Te quiero follándome duro otra vez.

—Esto apenas está comenzando, amor. Lo menos que deseo ahora es ser gentil contigo. Estaba loco por tenerte. Sigo y seguiré delirando por ti, ¿ves cómo me tienes?

—Sí —pronuncié débilmente, sumamente afectada por su mirada. Me precipité hacia él, deteniendo su mano cuando quiso cubrir esa cosa magnifica con la funda de látex que había vuelto a alcanzar—. Espera, no me diste tiempo para decirte antes pero yo me cuido, deseo sentirte así, sin nada.

—¿Sí?

—Sí, Aedus.

Su beso me indicaba que estaba de acuerdo. Mis manos pararon a los lados de su cara, deslizando una hasta alcanzar su nuca y dejando a la otra moviéndose en una caricia por un costado de su mandíbula y cuello. Perdida por su forma de besarme, caí lista en la cama. Sus dedos recorriendo uno de mis mulos me hicieron gemir queriéndolo ya. Entonces él alcanzó mi rodilla consiguiendo abrirme de piernas para él.

Pensé que se hundiría de golpe, que inmediatamente dispararía. Sí hubo movimiento, pero solo para que cambiáramos de posición siendo ahora yo la que se situaba arriba. Él alzó su cabeza, viéndome con determinación.

—Yo te quiero a ti follándome como la traviesa que eres, nena. Aquí me tienes rendido y dispuesto para ti.

Estaba a punto de convulsionar debido a su persona. Una dolorosa atracción me pedía unirnos de una vez por todas, así que fui por ello, con su ayuda, me acomodé sobre él y posteriormente me llené de él. Inmediatamente comencé a menear las caderas encontrando el punto justo para seguir, quedando perdida en ese ritmo y totalmente perdida por Aedus Sallow.

Fui acelerando inmersa en el calor que abundaba entre nosotros. Él se acercó más, consiguiendo alcanzar con su boca una de mis tetas que no había dejado de acariciar. Me vi ardiendo en su fuego conforme los minutos avanzaban y la mayor sensación de placer era encontrada.

 (…)

Había descubierto un nivel nunca antes experimentado. Dioses, él me había tratado de una forma que me dejó absolutamente plena y diferente. Estaba ansiosa por más pero nos tuvimos que detener. Fueron horas de sexo, horas explorando en el otro.

Había transcurrido aproximadamente diez minutos desde que decidimos descansar, el sol ya se filtraba en la habitación. Él no dejaba de besarme, nos encontrábamos acostados, de lado correspondiendo ese beso que iba lento expresando demasiado, manteniendo las manos ligeramente quietas solo sobre la mejilla del otro.

Mis dedos consiguieron contacto con su cabello, enredé sus hebras en mi mano hecho puño retirando mis labios de los suyos.




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