Rose | Híbridos Rebeldes 2

43. Oscuro

Hareth

Era un maldito volcán a punto de hacer erupción. El magma ascendía lentamente, este calor doloroso me estaba destrozando por dentro. Ya no podía seguir conteniendo tanto, me encontraba ardiendo de ira y celos.

“No te quiero, Hareth” su voz afirmativa no abandonaba mi cabeza. Me encontraba aferrado a los «recuerdos bonitos», yo no quería que ella me dejara atrás. Saber que otro se había atrevido a tocarla, saber que ella se había atrevido a dejarse tocar por otro me estaba volviendo más loco.

La dejé ir con la promesa de recuperarla pronto.

Yo no estaba dispuesto a rendirme ante esta adversidad. Ella volvería a ser mía, y cómo iba a disfrutar castigarla. Mia se estaba portando tan mal que los azotes que le daría me resultaban incalculables. Me quedé imaginando marcándole ese precioso trasero mientras el descontrol donde me ubicaba era manejado.

Vi como los híbridos que no consiguieron escaparse eran puestos en una línea horizontal, de rodillas en el suelo. Mi tío paseó delante de ellos con una mano situada sobre su mandíbula como si estuviera pensando. Luego miró a los hombres uniformados que aguardaban detrás de los presos, gesticulando una orden silenciosa. Luego hubo mucha sangre, todos los híbridos quedaron inertes en el suelo.

—Matarlos por su arrebato —Grayson emitió en voz grave—. Ahora graben, daré un anuncio.

Preferí alejarme, di media vuelta, ajeno a los planes de mi tío. Vi como esos tres ineptos e inservibles brujos estaban reaccionando, con la ira quemándome las venas, me precipité hacia ellos y salté cambiando de forma. No permití que se atrevieran a ponerse de pie, liquidé un poco de mi enfado destripando su cuerpo. Mantuve en mi boca el repugnante corazón de uno imaginando que era el congelado órgano de Aedus Sallow, seguidamente lo reventé presionando mis colmillos en él.

Un gruñido brusco y de advertencia brotó de mi garganta, el enfado no cesaba ni un poco. Estaba ardido. Nada iba a calmarme, pero con la esperanza de ello, comencé a trasladarme a velocidad sobrenatural, corriendo hasta el límite encontrado por el bosque en dirección al Lago de la Luna. Legué a esa zona de paz en un tiempo inverosímil, tomé ese líquido sagrado con el fin de recuperar el aliento. Luego volví a mi forma humana y me sumergí al lago, nadando hasta lo más profundo y alejado de la orilla.

Me mantuve bajo el agua hasta no poder más, deseando que al emerger todo se encontrase en orden. Pero no fue así y descubrirlo produjo que un violento grito empujara desde mi garganta lamentando lo perdido.

No admitía verla en brazos de otro. Solo yo.

***

Duré como unas dos horas en ese sitio, luego me dirigí inmediatamente en casa. Ya había conseguido despejar mi mente, había conseguido idear un plan perfecto.

Me había gustado muchísimo convivir con Mia. No iba a perder eso, perderla no encontraba en mi juicio, tampoco en mi creencia.

Me puse un pantalón deportivo para ocultar mi desnudez y así cruzar la calle y dejarme ver, el portón se abrió para mí y me apresuré hasta la casa, no me detuve a reparar en nadie, subí hasta la tercera planta en dirección a mi habitación. Solo que fui frenado por una mano, había notado su presencia saliendo de su dormitorio, pero la ignoré esperando que ella hiciera lo mismo conmigo.

—No estoy para escuchar absolutamente nada ahora, no molestes.

Me zafé de su agarre y me precipité a mi habitación, ingresé seguido de ella que me perseguía dispuesta a lo que sea que pensaba decirme. No me detuve hasta estar dentro del baño, ella también irrumpió esa estancia, tan obstinada.

—En serio, Hareth, Tienes que escucharme.

—Quiero ducharme, me siento horriblemente sucio a pesar de haber durado horas bajo el agua del lago, ¿podrías salir?

—Es un presagio.

—Ya me has dicho todo lo que se te presentado, ¿te vas o me ves desnudo?

—Esto es diferente —Hannah fue rápida al momento de frenar mi movimiento, ubicando su mano sobre la mía para que no me deshiciera del pantalón—, me preocupas muchísimo, eres lo más importante para mí, ¿lo sabes, cierto? No quiero ver cómo te pierdes en el vacío, no te hundas. Mira —entrelazó sus dedos con los míos, su pequeña y cálida mano—, aquí me tienes a mí. No sueltes mi mano.

—Agradezco tus palabras, sé que solo te preocupas por mí, pero estoy metido un asunto delicado que solo yo puedo solucionar y ya no quiero seguir con esto, Neira Relish es un veneno del que me debo deshacer y haré hasta lo imposible para conseguirlo.

—Estoy aterrada ante la posibilidad de no verte más, no presiento nada bueno. Y yo… —su mano se separó de la mía, quedó sobre mi abdomen, su mirada se transformó y yo preferí distanciarme—… quisiera que lo recuerdes, Hareth.

—Vete, Hannah.

—¿O ya lo haces?

—Hannah —advertí yendo donde ella y sujetándola por el brazo para sacarla de allí, solo que ella se mantuvo firme y aferró su mano libre al borde del lavabo. Me quedé detrás de ella, sin aflojar mi agarre de ella. Nos contemplamos en el espejo, descubriendo el acceso que me concedía su mirada.

—¿Sabes dónde te estás metiendo?

—Me gusta la boca de este lobo —tentó y después lanzó una risa que evidenciaba su pequeña broma incidente. La conocía, por eso no me reí y direccioné una mano donde no debía solo para cambiarle esa expresión chistosa que no me causaba lo mismo que a ella. Su cara se transformó y su espalda chocó contra mi pecho cuando retrocedió, la atrapé y seguí.

Miré su reflejo, la forma en que sus dedos se aferraban sin fuerza alguna contra el borde del lavabo. Sus rasgos delataban la emoción que resistía en contener. Ella se presionó más contra mí, lo hizo con fuerza hasta obtener su liberación, luego simplemente abandonó el baño y yo me desnudé, metiéndome en la ducha.

El agua no calmó lo que estaba sintiendo, lancé un suspiro y me llené de espuma, al limpiarme, paré mis manos en esa parte que necesitaba también liberación y proseguí a conseguirlo acariciándome el miembro erguido de arriba abajo con la mente invadida de sonidos que estimulaban mi trabajo haciéndolo más rápido. Mantuve los ojos cerrados, en la oscuridad comenzaron a desatarse imágenes que fortalecieron mi éxtasis.




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