Rose | Híbridos Rebeldes 2

44. Veneno

Neira

Iluso.

Nadie más que yo podía anular este lazo. Este vínculo era poderoso, no mentía al advertir que lo arrastraría a la muerte conmigo si se atrevían a asesinarme.

Quedé sentada en el sofá, tapada con una hermosa tela gris que anteriormente se ajustaba mi cuerpo, ahora no era más que un trapo roto. Él me lo había arrancado desesperadamente, muy impaciente por poseerme. Y me tuvo como quiso, siempre dispuesta como en meses pasados.

No esquivé la vista de la entrada hasta que escuché la puerta cerrándose ante su marcha. Apoyé la cabeza contra el respaldo del asiento rememorando lo que acababa de suceder, mi cuerpo reaccionó gustosa ante lo que se proyectaba en mi mente. Mi corazón quedó totalmente afectado por esa pasión producida.

«¿Qué hiciste, Josh? Así solo extiendes más tu condena».

Una sonrisa quedó adornando mi cara. A él le gustaba esta dulce tortura, el martirio que me ahogaba había vuelto a conocer un poco de calma debido al oxígeno que me significaba Hareth Josh Lewis. Estar juntos significó recibir más potencia y motivación para verdaderamente poder estar juntos.

—Dime que no viste eso —dije girando el rostro hacia una dirección.

Nunca le faltaría el respeto de esa forma, mi señora.

—¿Detectaste sus malas intenciones?

Mmm, prometía algo encantador.

Volví el rostro al frente con intenciones de levantarme, con la cabeza martilleándome de qué tan lejos podría impulsar a Josh ese odio que habitaba en él. Al pararme, sentí algo frío rozarme la punta del pie, inmediatamente mi vista cayó en esa dirección y sonreí al momento de reconocer lo que era: una pequeñísima llave mágica que desactivaría al objeto que mantenía a mis poderes suspendidos.

Me agaché a recogerla y amplié mi sonrisa al momento de contemplarla en mi mano. «Así que me estás concediendo la libertad», pensé conociendo muy bien el porqué. El motivo de su visita me lo afirmaba todo. «Está bien, pero ¿pensaste que no hay nada que me detenga para no acabar con ella? Serán ambos, Josh».

Dejé que la estúpida llave se deslizara fuera de mi mano, cayó produciendo un ligero sonido al chocar contra el suelo al considerarla innecesaria para efectuar mi escape. Solo estaba esperando el momento justo para salir de aquí y al parecer el mundo ya estaba listo para recibirme. Fue entonces cuando permití que las marcas negras se vislumbraran sobre mi piel, ejercí presión en mi mano hecho puño donde se encontraba ubicada ese mágico brazalete. Y de pronto se rompió, automáticamente noté el alivio que me representó ese hecho.

Solté un suspiro relajando mis rasgos, me acomodé el cabello con una mano mientras mantenía presionada la otra contra la tela que cubría mi desnudez. Hice que mis dedos corrieran por todo el largo de un mechón que acariciaba, mi mano quedó suspendida a la altura de mi hombro derecho. Ahí noté como en las yemas de mis dedos se insinuaba oscuridad.

«Mi toque es veneno». Mi alma se encontraba contaminado de oscuridad.

Cerré los ojos visualizando la pesadilla que estaba a punto de desatar, al abrirlos de nuevo me encontraba en la habitación. Solté la tela que me tapaba dirigiéndome a la ducha, duré poco en ese baño, me encontraba muy ansiosa por cumplir lo ideado. Saqué un apropiado atuendo del armario, esta prisión tenía todo lo que deseaba, conseguir todo lo que quise no fue complicado.

Al estar lista me aproximé al espejo que adornaba el cuarto, vi mi reflejo pero también otra cosa se distinguía. Enserié mi gesto facial, encuadré los hombros adoptando una postura autoritaria. Ayúdame, esa palabra estaba escrita en el vidrio del espejo. «Charlotte».

—No obtendrás mi permiso, abuela —dije sabiendo muy bien que éramos familia demasiado lejana, había averiguado sobre ella en el linaje familiar: ella fue la suprema soberana del reino sobrenatural, pero todo este reinado fue quebrándose en cuanto el soberano, el supremo gobernador, decidió repartir su autoridad otorgándole control a la persona con mayor capacidad y fuerza de cada especie sobrenatural. El poder cedido fue seductor, los conquistó y esos malagradecidos acabaron con la dominación tradicional que situaba a los Relish en la cima de la pirámide.

Y bueno, el principal culpable de ello fue Magnus Sallow. Según el drama inconcluso que leí, de él había salido la idea de revocar el mandato de mi familia. Aparentemente ese fue un motivo suficiente para que se creara una terrible enemistad entre su familia y la mía. Parte de los Relish deseaban recuperar su puesto, Charlotte no estaba de acuerdo en renunciar al poder.

Así que idearon un detallado plan que quedó registrado en las páginas que conformaban el libro de la historia familiar Relish. Habían conseguido armar un hechizo que volvería todo como antes, este nunca fue lanzado porque fueron detenidos por el que ahora solo era solo supremo gobernador de los hechiceros. Era un poder peligroso. Por eso debieron calmarse y aceptar su derrota, pero teniendo muy presente a quién culpar.

—Mushu —dije consiguiendo que la sombra de mi amigo apareciera.

Musim, señora.

  —Mushu me resulta más interesante, ¿eres mi protector, no? —tenté, él ya conocía el oficio de Mushu—. Necesito que este espíritu deje de acosarme.

Ella consiguió la autorización para salir del mundo de los espíritus, puede arrastrarla de nuevo a ese encierro el mismo ser que le dio ese consentimiento, mientras tanto, se la aguanta o la ayuda.

La afirmación de mi guardián me hizo entender que Charlotte ya había sido liberada del mundo de los espíritus, ella se comunicaba conmigo a través de sueños y que se haya manifestado recientemente mediante el espejo me hacía saber que su plan de liberación había funcionado. ¿La criatura oscura despertó? Uhm…




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