EPÍLOGO
Hareth
Cuando la vi por primera vez ella era tan solo una niña, recuerdo esa noche muy bien. Yo ni siquiera debía estar ahí, pero lo estuve.
Por obra del destino acabé en el lugar y momento correcto, siendo uno de los reclutas para defender su pueblo debido a mi participación en El Concejo. Apenas merodeé el desastre en los alrededores en busca de vida ella llegó a mí, perseguida por los demonios que atacaban el sitio. No dudé en protegerla del estallido de la atmósfera atrapándola en mis brazos y a partir de ese entonces no la solté más.
Siempre estuvimos cerca, ajenos a nuestra verdad. Pero, ahora que el hechizo se rompió, la realidad regresó donde al fin sabemos que estamos destinados a estar juntos.
(…)
Rose
Cuando lo vi por primera vez yo ya tenía conocimientos sobre la conexión entre almas gemelas, sin embargo, jamás hubiera imaginado que mi atención a su nombre se debía a la inquebrantable magia que nos unía.
Recuerdo muy bien que en el medio de la noche me gustaba salir a escondidas solo para contemplar las fotos que la prensa subía de él, ya no quería que volvieran a descubrirme fijándome en lo prohibido.
Siempre estuvimos conectados, ajenos a nuestra verdad. Pero, ahora que el hechizo se rompió, la realidad regresó donde al fin sabemos que siempre fuimos nosotros.
(…)
Aedus
Cuando la vi por primera vez no me costó para nada entender lo que sucedía, lo supe al instante, supe que ella era mía.
Su imagen aparecía cada vez que cerraba los ojos, no acostumbraba dormir, pero comencé a hacerlo solo para poder soñar con ella, y sucedió. La ilusión de que pronto la tendría conmigo me daba un excelente gusto. Verla en el medio de la noche en mis sueños me maravillaba de sensaciones.
Me ponía contento. Pero todo eso acabó después de que fuera maldecido a alejarme de ella, los sueños desaparecieron, su imagen ya no aparecía como antes y para tenerla presente y recordarla, para no olvidarla, usé mi buen talento para formar un retrato inolvidable.
Llegué a creer que su ausencia sería por siempre, pero no, la realidad regresó mostrando que pertenecemos juntos. Porque siempre fuimos nosotros.
(…)
Hareth
Cuando con Mia aceptamos el rechazo de nuestras almas gemelas algo inesperado sucedió. Pensé que al perderla me estaba arruinando la vida, sin embargo, estaba construyendo una nueva oportunidad.
Esa oportunidad me reunió con Michelle. Me había quedado atónico ante ese hecho que no debió asombrarme tanto como lo hizo. Es que yo me había convencido de que ese modo de desearla no podía ser real, resultó ser una llama infinita debido a la fuerza del destino.
Nos convertimos una vez más en amantes.
Todavía nadie sabía que estábamos juntos, a pesar de que ya pasaron tres meses. Fue una decisión mutua, ninguno deseaba la atención que significaría dar esa noticia. Al menos no aún. Estaba resultando bastante interesante escondernos para mantener nuestra relación secreta.
Además, los consumidores de este tipo de noticias ya tenían bastante con todo el escándalo que se estaba armando allá afuera. La candidatura de mi hermano Harun, la atención a la relación de Mia y Aedus, a toda la familia Collins, a los Brown porque el regreso de los primeros exiliados insurgentes había sido noticia durante días. De mi parte, me mantuve fuera del radar para mantener mi privacidad, pero ni aun así evité que no hablaran sobre mí. Asumían que estaba muy triste por todo lo sucedido, se escribió varios artículos exagerando los acontecimientos, pero ni así salí para responder y decir la verdad.
Volví al ojo público para la ceremonia de compromiso entre Mia y Aedus. Mi asistencia había causado conmoción y apenas esa noche dije que estaba mejor que nunca e incluso felicité públicamente a los prometidos.
Pasaron algunos días de ese evento y ya estábamos considerando anunciarle a la familia lo de nosotros.
La brisa fresca del amanecer se coló en la habitación debido a la ventana entreabierta, la sentí chocando contra mi espalda desnuda. Pero ni ese soplo alivió al fuego salvaje que me hacía empujar dentro de ella, su cabello oscuro me cubrió el rostro cuando rocé la nariz a un lado de su cuello, quedé embriagado por su exquisito aroma. No dejé de moverme, sus gemidos en mi oído me hacía sentir increíblemente bien, en ninguna unión que tuve antes había notado algo más que placer.
Me deleité con la piel de su cuello, su suave cabello color marrón enredados en mi mano derecha, le besé la mandíbula, la llené de besos hasta devorar su boca en un apasionado beso. Aparté mis labios de los suyos con sutileza para contemplar una vez más la expresión que adquiría al momento de llegar al máximo punto de placer.
Solté un gruñido de satisfacción dedicándole las últimas embestidas, el aire escapó entre mis labios en cuanto la llene de mi esencia. El semen se escurrió entre sus piernas sin salirme de su interior. Me vacié sobre esa zona que una vez me sentí culpable de probar, ahora ya no.
Michelle levantó la cabeza, su mirada dilatada aún advertía lascivia. Sus labios hinchados y húmedos estaban ligeramente separados. Ella buscaba recuperar el aliento, pero verme de esa manera dificultaba la tarea.
—¿Ya tienes suficiente, niña? —dije serio.
Su rostro estalló de apetito, me presioné contra su cuerpo, insinuante. Me quedé de lado, con una pierna entre las suyas, mi mano derecha tocando su pecho agitado.
—No —me respondió besándome de golpe, sus brazos se presionaron contra mi cuello, imposibilitándome cualquier escape. Sus dedos tiraron de mi cabello rubio. Me acomodé sobre ella, tocando cada parte de su suave piel. Mi corazón latía en sintonía al suyo, las sensaciones calientes que me abordaban me exigieron apresurarme—. Ahí, así estás bien —exclamó cuando nos hizo rodar en la cama, ella quedando sobre mí. Observé en dirección a su mirada traviesa.
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Editado: 29.01.2022