La discoteca está abarrotada de gente, en una oscura esquina Rosi con una bebida en la mano busca a alguien entre la multitud.
Cuando logra verlo, está acompañado por una chica, ¿Cómo no? Siempre hay una chica a su alrededor, morena, rubia, baja... Le gustan todas. Todas menos yo, piensa.
Lo sigue con la mirada, no ha cambiado nada desde que se conocieron hace ya seis años, con una sonrisa de nostalgia recuerda aquél día.
Era su primer día de instituto, ella acababa de cumplir once años, estaba muy nerviosa y asustada porque no conocía a nadie ya que provenía de otro colegio. Él estaba charlando y bromeando con sus amigos cuando la vió sentarse en la última fila para pasar desapercibida.
— ¿Así que tú eres la nueva?— la mira con curiosidad— ¿Cómo te llamas?—pregunta con descaro.
—Rosi, bueno, Rosa, pero mis padres me llaman Rosi por mi abuela, dicen que me parezco a ella y...— se calla de repente avergonzada, cuando está nerviosa no para de hablar, cada segundo que pasa se pone más colorada.
— Yo, Alejandro, Alex para los amigos— le lanza una deslumbrante sonrisa— Ven conmigo, te voy a presentar a mi prima, ella también es nueva, mi madre me ha dicho que me siente con ella, pero mi amigo Mario y yo nos sentamos siempre juntos, ¿Por qué no os sentáis juntas? Seguro que te cae bien, es muy simpática— la agarra del brazo, recoge la mochila y la lleva casi a rastras con su prima.
— Estrella, ésta es Rosi se va a sentar contigo— la coloca delante de una chica con unas gafas muy grandes y se marcha tan contento con sus amigos.
Con timidez se sienta en la silla al lado de Estrella que está tan roja cómo ella, parece enfadada.
— No tienes que sentarte conmigo si no quieres— le dice después de unos minutos.
—No me importa, aquí se ve mejor la pizarra— intenta ser cortés con Estrella, parece agradable.
—Alex es un liante, siempre se sale con la suya— lo mira enfurruñada.
Y cuánta razón tenía.
Las dos enseguida se hacen amigas, les gustaba la misma música, bailar, montar en bici, eran y son inseparables.
El tiempo pasa rápidamente y Alex pasa de ser un muchacho desgarbado a un adolescente alto, musculado, con unos impresionantes ojos verdes. Es un bombón. Tiene a todas las chicas del instituto detrás de él.
— Hola pequeñaja— Alex va a saludarla en cuanto la ve.
Desde hace unos años la llama así, el creció hasta un 1,80 y ella se quedó en 1,64, sabe que no le gusta que la llamen así, pero lo hace para buscarle las cosquillas.
—Hola grandullón— le devuelve la burla con cara de fastidio.
—¿Y mi prima?— la busca con la mirada.
— Está despidiéndose de Aiden.
— ¿Estás solita?— le pregunta con curiosidad.
— Mejor sola que mal acompañada, cómo por ejemplo de tí— responde mordazmente.
—Vaya estás un poco sensible ¿No has dormido bien?
— Seguro que mejor que tú, me ha dicho Estrella que tus padres te estaban buscando esta mañana porque no dormiste en casa. ¿Estabas con Lucía, no?— Sonríe con inocencia.
Su acompañante lo mira con los ojos saliéndose de las órbitas.
—¿Pero tú no estabas en casa de Mario? ¡Me dijiste que estuvisteis toda la noche jugando a la consola!— le pide explicaciones su actual novia.
— Sara, Rosi está bromeando, estuve con Mario— quiere matarla con la mirada.
Su expresión cambia en un segundo, su cara se pone triste incluso los ojos comienzan a ponérseles brillantes por la humedad de unas incipientes lágrimas. La toma de la mano con delicadeza y le dice con voz temblorosa.
— Por favor, Rosi, Sara es muy importante para mí, me gusta, dile que es broma— duda, lo conoce desde hace años y es un manipulador— Rosi, por favor, no quiero despedirme de Sara enfadados— la mira con ojos suplicantes.
— Sara, es broma, estuvo con Mario— Ya ha conseguido engatusarla.
— Me gustas mucho Sara, nunca te mentiría.
Ella se tira encima de él y lo besa con pasión delante de Rosi.
—Nos vamos, ya nos vemos mañana en el puerto— se despide Alex después de varios apasionados besos con su novia.
— Adiós Rosi, espero que te lo pases bien, estoy segura de que conocerás a alguien en el viaje, cuida de que Álex se porte bien— ríe tontamente Sara.
Él la coge por la cintura y ella a él por la suya y se marchan acaramelados. Cuando van a salir al exterior Álex mira hacia atrás y guiña a Rosi.
—No, no puede ser, otra vez me ha engañado— se dice a sí misma— maldito mentiroso.
Estrella al fin aparece con Aiden, dados de la mano.
— Tienes esa cara que pones cuando mi primo te la juega. ¿Que te ha echo esta vez?— levanta una ceja.
— ¿Tu primo estuvo ayer con Lucía?
— Si, te lo dije antes, no apareció hasta por la mañana— bebe de su copa.
— ¿Estás segura? ¿No estuvo con Mario?— quiere confirmar que Álex otra vez le ha engañado.
— Mi tía ha hablado esta mañana con mi madre, lo vieron llegar en el coche de ella, están muy enfadados con él, sus notas han bajado y todas las noches se va de fiesta, le han castigado dos semanas sin paga y a pintar la casa de nuestra abuela.
La cara de Rosi es un poema.
— Si no estuvieras tan colgada de él, no sería tan fácil engañarte— la regaña.
—Estrella, tu primo es capaz de engañar a cualquiera— la defiende Aiden— ¡Y ahora chicas, a bailar!
Les da la mano a las dos y van hacia la pista de baile, en ese momento comienza a sonar la canción favorita de las dos amigas Monster de Skillet.
Los tres bailan al ritmo de la canción de rock, mueven la cabeza hacia arriba y abajo, tocan una inexistente guitarra y dan vueltas por la pista saltando y cantando a pleno pulmón:
— ¡I feel like a Monster!
Los tres se miran con complicidad muertos de risa cuando termina la canción y en cuánto comienza la otra siguen bailando, si a eso se le puede llamar bailar.
— ¡Rosiiii! Despierta ya, que tienes que hacer las maletas— se tapa las orejas con la almohada, su madre le va a taladrar los oídos con sus gritos.
Editado: 07.12.2019