Rosi (viaje de fin de curso I)

Mariposas

Ya están llamando para embarcar cuando llegan al aeropuerto, sin apenas despedirse de Rodrigo se colocan en la fila del control de seguridad. Rosi pasa sin problemas pero cuando lo hace Cris, un guardia de seguridad se dirige a él y se lo llevan a un lado aparte.

— Tenemos que coger el avión que sale para Roma, ya están embarcando— le dice él al guardia.

— Esto es un control aleatorio de seguridad, si colabora será rápido, levante los brazos hacia los lados y abra las piernas— ordena el guardia.

— No tengo nada que ocultar, ya he pasado el control, tengo mis derechos, soy mayor de edad y...

— Venga Cris deja que el guardia te cachete de una vez o vamos a perder el avión, después de lo que ha hecho tu padre para que hagas el viaje no lo estropees por una tontería— Rosi se decide a intervenir al ver el infantil comportamiento de él.

— No me gustan que me toquen— dice mientras que con cara de fastidio hace lo que le ha dicho el guardia, éste lo registra lo más rápido que puede y por fin embarcamos.

Despegan enseguida, Rosi está cansada lleva toda la noche despierta y los ojos se le cierran de sueño, Cris a su lado conecta los cascos al sillón para ver una película que van a emitir.

— Despierta— Cris la zarandea con delicadeza— ya vamos aterrizar.

Rosi se acurruca más en el sillón sin abrir los ojos, está mullido y cálido, suspira pensando que le queda todavía un largo camino hasta su destino. Huele muy bien, huele al perfume de Cris, abre los ojos y su cabeza reposa en el hombro de él y su brazo descansa en su pecho.

— Lo siento— dice ella apartándose rápidamente— ya sé que no te gustan que te toquen— se ruboriza por la vergüenza— no volverá a ocurrir— se separa todo lo que puede del sillón de él.

— ¿He sido un auténtico imbécil, no?— sonríe triste— Soy yo quién debe pedirte perdón, estaba nervioso y cansado, ayer fué un desastre, no nos salía nada bien y lo pagué con el guardia y contigo.

— No pasa nada, todos hemos tenido un mal día alguna vez— lo mira sorprendida por su inesperada disculpa.

— Y no me molesta que te hayas dormido encima y babeado la camiseta— ella mira inmediatamente la prenda y luego a él al no encontrar nada y entonces él le guiña un ojo pícaramente.

 

Nada más bajar del avión, Cris recibe una llamada y se aleja, mientras, Rosi espera que salgan las maletas por la cinta transportadora. Desde lejos puede ver que no está contento con lo que le están diciendo, niega con la cabeza y se toca con la mano la frente en un gesto de desesperación, enfadado cuelga el teléfono de mala manera y se lo queda mirando cómo si contuviera los misterios del universo.

Cogen las maletas y él empieza a andar ligero, desde la llamada ha cambiado, se ha vuelto a poner los cascos y no levanta la mirada del suelo. Va tan rápido que pronto la deja atrás y cuando se da cuenta vuelve con cara de pocos amigos.

— ¿Pero que llevas en la maleta, piedras?— le dice cogiéndolas y arrastrándolas.

Hay que esperar una hora a que salga el tren y aprovechan para comer algo, él sigue sumido en el silencio, ajeno a todo, solo ha hablado para pedir su comida.

— Voy a dar una vuelta— se levanta aburrida para ir a mirar la tienda de la estación de tren. Él asiente dándose por enterado.

El establecimiento es enorme, deambula por él esperando que llegue la hora de coger el tren, en la zona de bisutería se detiene a mirar unos bonitos colgantes, uno le llama especialmente la atención, de un cordón trenzado de plata cuelga un círculo de metal negro con el borde plateado, su interior está pintado a mano con mariposas de todos los colores, están tan bien plasmadas que parecen que van a echarse a volar de un momento a otro.

Al levantar la vista ve a Cris junto a ella.

— ¿Puedes ayudarme a escoger un regalo?— pregunta avergonzado.

— ¿Para quién es?— El se queda pensando si decírselo o no— Sólo quiero saber qué edad tiene más o menos y si es para un hombre o una mujer.

— Es una chica, sobre veinte años— su cara es un poema.

—Este colgante es muy bonito— le enseña el que le ha gustado.

— No sé, no lo veo del estilo de Leah.

— ¿Y qué le gusta a ella?

—No sé— encoge los hombros.

— Vaya, pues no eres de mucha ayuda.

— Le gusta la playa, siempre está tomando el sol, recoger conchas— se queda callado sin saber más que decirle.

— Bueno, algo es algo.

—¿Te parecen bien estos pendientes?— le enseña unos aros plateados con conchas de diferentes colores colgando de ellos.

— Perfectos— le sonríe.

En ese momento suena el aviso de que el tren va a llegar en breve.

— ¿Por qué no vas a comprar unas botellas de agua mientras me envuelven los pendientes, así ahorraremos tiempo?

— Vale, te espero en el andén— toma sus pesadas maletas y se marcha.

El trayecto hacia Civitavecchia dura sobre una hora, se les pasa muy rápido, están deseando llegar, cuando lo hacen se bajan y van en busca del chófer que ya les espera.

— ¡Mira Cris!— señala Rosi ilusionada por la ventana— ¡Nuestro barco ya está aquí!

Cris no parece muy contento. Rosi no lo entiende, de pronto es un chico encantador, de pronto se vuelve un cretino. Después de esperar su turno les entregan la tarjeta de embarque y les indican que podrán embarcar en media hora.

Mientras, Rosi manda un mensaje a sus padres para decirles que ha llegado bien, también envía uno a Estrella, pero al ver que no le llega recuerda que están visitando la ciudad.

Cris habla con Leah por teléfono, Rosi escucha algo de quedar en Corfú, vaya sorpresa, ella no se hubiera imaginado nunca que tuviera novia. Es guapo, pero vaya carácter que tiene.

— Espera un momento— le llama Cris antes de subir la escalera de embarque.

Parece indeciso, la mira pensando que hacer. Se mete la mano en los vaqueros y saca algo cuadrado envuelto en un papel de regalo rosa brillante y se lo ofrece. Ella lo mira dubitativa.




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