Cris coge el móvil y llama a Rocío, la organizadora del viaje. Habla con ella un rato y cuelga.
— Rocío está de excursión por la ciudad, dice que desde allí no puede solucionar nada hasta que vuelva, que cojamos la habitación y descansemos hasta que llegue.
No les queda más remedio que compartir la habitación hasta que llegue Rocío.
Suben al ascensor incómodos, sobre todo Rosi que le da un poco de vergüenza estar a solas con un chico al que apenas conoce, además él se ha molestado otra vez con ella y no le habla.
Cuando Cris abre la puerta de la habitación a ella se le cae el alma a los pies, es minúscula, en el centro ocupando casi todo el camarote hay una cama de matrimonio, a un lado un armario con unas baldas para dejar las maletas, televisión y un cuarto de baño que por las dimensiones del cuarto tiene que ser cómo una caja de cerillas y lo peor es que no tiene ventana.
Los dos se quedan mirando fijamente la cama de matrimonio desde la puerta de la habitación, no se atreven a entrar.
— ¿Tenéis algún problema?
Los dos pegan un respingo estában tan concentrados mirando la cama que no han visto a la camarera de piso.
— Es una cama de matrimonio— señala Rosi— nosotros no... somos pareja, solo conocidos y hemos perdido el barco y ahora nos dan está habitación y...— balbucea ella nerviosa.
— Lo que quiere decir "mi amiga"— lo dice con retintin— es que queremos camas separadas.
—No hay ningún problema, ahora mismo busco a una compañera y lo arreglamos— dice la eficiente trabajadora.
— Yo la ayudo— se ofrece Cris.
La camarera insiste en ir a buscar a su compañera, pero Cris no le hace caso y empieza a separar él solo las camas, a la camarera no le queda más remedio que ayudarlo diciendo cada dos por tres que la deje a ella, cuando termina se va digustada.
— ¿Ya estás contenta?— Le dice enfadado, nada más cerrar la puerta.
—¿Te pasa algo?— está harta de su infantil comportamiento.
— No, nada, pensaba que eras más madura, no una niña mojigata que se cree que me voy a abalanzar sobre ella en cuánto nos quedemos solos.
—¿Qué?— se ha quedado pasmada.
— Es sólo compartir una habitación ¡ni que quisiera algo contigo!
—¡Eso quisieras tú!— contesta orgullosa.
—¡Ja! No me gustan las niñas pequeñas.
— Ni a mí tú, engreído, ¿Pero quién te has creído que eres?
Cris empieza a reírse a carcajadas, se le saltan las lágrimas, se sujeta el estómago de tanto reír, su risa alegre contagia a Rosi y los dos ríen como locos durante un rato.
— Parecemos dos críos— dice él cuando paran de reír.
Ella asiente con la cabeza con una sonrisa.
— Lo siento— dicen los dos a la vez.
Y empiezan a reír de nuevo.
Sacan ropa para ducharse pero no deshacen las maletas ya que todavía no saben si van a cambiarse de habitación. Rosi se ha puesto un bikini negro y encima unos pantalones cortos blancos y un blusón multicolor transparente
Cris aparece del baño, se ha puesto un bañador negro hasta las rodillas y una camiseta blanca con unas palmeras.
— Estás muy guapa— le dice él mirándola fijamente.
— Gracias, tú también.
—¿Qué vas a hacer ahora— le pregunta.
— Voy a ir a buscar algo de comida, estoy hambrienta.
—¿Te puedo acompañar?— le dice tímidamente.
— Claro y después podemos dar una vuelta para conocer el barco. Incluso darnos un chapuzón.
— Del baño paso, prefiero acostarme en una tumbona y tomar el sol escuchado música.
El móvil de ella suena, mira la pantalla para ver quién es ¡Es Alex!
— ¿Alex?— contesta sorprendida y emocionada.
— Hola pequeñaja, ¿ya estás en el barco?
— Sí, hace un rato que he llegado, ahora iba a comer.
— ¿En qué habitación estás? Voy a buscarte.
— ¿No has ido a la excursión?
—No, me he quedado para esperarte.
Rosi se queda sin palabras, no puede creer que él se haya quedado para esperarla.
—Estaba cansado de la fiesta de ayer y pensé, duermo la mañana y espero a Rosi— continúa.
La desilusión se dibuja en su cara, cómo siempre se ha burlado de ella, no es que quería verla sino que estaba tan cansado que no ha ido a la excursión, a lo mejor hasta se ha quedado dormido.
— No puedo Alex, estoy con Cris, vamos a comer y después a la piscina. Nos vemos esta noche— cuelga el teléfono antes de que se arrepienta, es la primera vez que le dice que no.
El buffet libre está en la cubierta once, para subir cogen el ascensor que es transparente, por el pueden ver lo enorme que es el barco, es una ciudad flotante, menos mal que hay planos por todos lados.
Cómo es temprano se sientan en en una mesa desde dónde se ve el mar azul de fondo.
— ¿Qué miras? Te dije que tenía hambre— El plato de ella está rebosar de comida, Cris la mira divertido.
— Si, ya lo veo. Vas a acabar con el buffet— ella lo ignora y sigue comiendo.
Una mano se posa en el hombro de Rosi, del susto por poco no se atraganta. Se vuelve al oír la voz de Álex.
— ¿Así que es verdad que estás con éste? Creía que era una broma de las tuyas— dice sin mirar a Cris.
— Me llamo Cris, no éste— dice molesto.
Alex toma una silla y se sienta muy pegado a Rosi y se queda mirándola.
— ¿Qué miras, me pasa algo?— se limpia la boca no vaya a ser que se le haya quedado algo pegado.
— No sé, te veo distinta— aparta la vista— ¿Qué te parece si nos vamos a la piscina cuando termines? Ahora se está tranquilo, casi todo el mundo se ha ido de excursión, cuando regresen dentro de un rato no cabrá ni un alfiler.
Es la oportunidad de ella para estar a solas con él, pero se ha comprometido con Cris y estaría muy feo dejarlo plantado.
— Yo ya me iba— el aludido se levanta para marcharse.
— ¿No íbamos a ir juntos a la piscina?— no quiere dejarlo sólo.
Él duda de si ir o no, le gustaría ir con Rosi pero detesta al creído de Cris.
Editado: 07.12.2019