Rosi (viaje de fin de curso I)

Salerno

La alarma a todo volumen del móvil de Cris la despierta, suena y suena y no lo apaga.

— ¡Por favor Cris, apágalo!— se vuelve para ver dónde se ha metido y lo ve sentado en la cama con el móvil en la mano— ¿Pero porqué no lo apagas de una vez?— dice al mismo tiempo que él lo hace.

— Quería despertarte, pero vaya sueño profundo que tienes, tardas un poco más y se despierta todo el barco— dice tranquilamente.

— ¿Para qué?— mira la hora en el reloj y tiene ganas de matarlo por despertarla tan temprano.

— Hoy visitamos Salerno y tenemos que desayunar temprano si no después habrá mucha gente y no nos dará tiempo, anda vístete.

— No voy a ir Cris, no me apetece— los ojos de Rosi se empañan de lágrimas.

— Creo que ayer lo dejamos claro, olvidar a Álex, disfrutar del viaje— dice fastidiado.

— Yo...— no la deja terminar.

— Tú vas a ir y no hay más que decir— se cruza de brazos delante de ella con determinación.

— Estrella no me habla y Álex... no quiero verlo— algunas lágrimas se le escapan.

— ¿Qué Estrella no te habla? Algo muy grave debe de haber de ocurrido para eso— sonríe.

— Fué por Alex— le cuenta lo ocurrido la noche anterior con su amiga.

— Estrella cada minuto me cae mejor, pero yo había pensado que mejor te vinieras hoy con mis amigos para alejarte un poco de él— dice tímidamente mirándola a las a ojos— Si tu no vas yo no iré— juega su última baza.

— Vale— dice sin ganas— iré contigo y con tus amigos, dúchate tu primero.

— ¡Bien! No te arrepentirás— toma su ropa y se va contento al baño.

Rosi alcanza el teléfono móvil y ve que hay incontables mensajes de Álex y llamadas perdidas, su corazón se encoje de pena y dolor y no abre ninguno. Mira a ver si hay algún mensaje de Estrella pero no sé sorprende cuando no encuentra ninguno, su amiga es muy cabezota y hasta que Rosi no hable en persona con ella la evitará. Se piensa mejor lo de ir de excursión y decide no ir, sería un estorbo para Cris. 

— Ni se te ocurra decirme que no vas a ir— le dice él nada más salir del baño leyéndole el pensamiento. La toma de la mano y la levanta— Diez minutos o entro a por tí— le guiña un ojo.
 


 

Rosi suspira aliviada cuando ve que no hay ningún conocido suyo en la cafetería. Ella toma asiento mientras él va por el desayuno, sonríe al verlo con dos bandejas a rebosar de todo lo que hay en el buffet, espera que haya café en una de las tazas que trae, necesita despejarse, a ver si consigue llegar sin derramar nada.

—Tienes que comer algo— le acerca una tostada al ver que no ha probado bocado sólo ha tomado dos tazas de café, la de ella y la de él.

—Eres un pesado— le dice sin mala intención.


— ¿Pero a qué soy tu pesado favorito?— a Rosi se le escapa una sonrisa

—Así está mucho mejor y ahora come— insiste.

Los pasajeros esperan en el puerto que abran los autobuses para llevarlos a la ciudad, entre ellos están los amigos de Rosi que esperan impacientes, ella elude mirarlos pero no puede evitar ver a Estrella que la observa con cara de pocos amigos y luego con sorpresa al verla con Cris en vez de con Álex. Cris por fin localiza a sus amigos y toma de la mano a Rosi para no perderla, ella se deja llevar sin ninguna ganas de ir.

— ¿Así que ella es quién te ha tenido separado de nosotros?— dice Fernando un chico más bien bajo, moreno y delgado.

— Ya quisieras tú haber tenido esa suerte— le da un empellón Julio, el más alto del grupo y tan rubio que llama la atención.

— Y tú también— se ríe Lucas, un moreno con unos ojos azules cristalinos impresionantes,  enseguida los otros dos lo acompañan.

— Bueno Rosi, te presento a los patanes de mis amigos, Fernando, Julio y Lucas— se burla de ellos mientras me señala quién es quién.

En el autobús Rosi mira por la ventana distraída, sin ver en realidad nada, su mente vuelve una y otra vez a hace dos noches, Cris a su lado habla con sus amigos de los planes que tienen para visitar la ciudad. La intentan incluir en la conversación pero se dan por vencidos, sólo responde sí o no.

El autobús les deja en el centro de la ciudad, el conductor les informa que los recogerán a la seis de la tarde. Cris y sus amigos han decidido ir a visitar primero el El Castello di Arechi.

— ¿Lo ves?— Lucas señala a Rosi el castillo que está bastante lejos.

— ¿Tenemos que subir ahí arriba?— dice Rosi desanimada.

— Es un paseo y las vistas tienen que ser preciosas— interviene Fernando.

— ¿Cuánto queda?— Rosi jadea por el esfuerzo de subir y el calor sofocante.

— Ya queda menos— responden los cuatro chicos a la vez, un poco cansados de que cada pocos minutos pregunte lo mismo.

El camino se le hace interminable, Julio va a la cabeza con sus largas zancadas y Rosi va la última roja como un tomate y con el sudor cayéndole por la frente y la espalda, ya en lo últimos metros camina con la cabeza baja.

— ¿Dónde está la gente?— pregunta cuando llega al castillo. Sólo hay unas pocas personas más que ellos que miran un cartel.

— No te rías— le reprende Lucas a Fernando.

— Si quieres me pongo a llorar— mira a Cris que no tiene muy buena cara

— Sois un desatre— niega con la cabeza Julio.

— ¿Pero que pasa?— Rosi se apoya en un árbol a la sombra para recuperar la respiración.

— ¡Qué está cerrado el castillo! Está de obras, ya podían haberos avisado los del barco— dice fastidiado Cris.

Rosi se queda sin palabras y con ganas de tirarlos cuesta abajo.

— ¿Dejamos que Rosi descanse un rato y luego vamos al barrio medieval?— sugiere Julio.

— Hay un bosquecillo a unos metros en los que se puede ver toda la ciudad— señala la dirección Fernando.

Ella asiente con la cabeza sin fuerzas.

— Chicos, aquellos turistas llevan bebidas frescas ¿De dónde las habrán sacado?— se dirigen presurosos a preguntarles mientras Cris se queda con la chica.




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