¡La hermana de Cris! Rosi se queda de piedra, de todas las ideas que se le habían pasado por la cabeza está no se le había ocurrido.
— Tu chica si no cierra la boca se va a tragar todas las moscas de Corfú— guiña un ojo a Rosi— Por lo que veo Cris no te ha dicho nada— rueda los ojos— Soy su hermanastra, la única y preciosa hija del marido de su madre— sonríe— ¿Y tú, eres la novia de Cris? No he podido sacarle nada de tí.
— No, nos somos novios ni nada parecido, nos hemos conocido en el viaje— Cris se adelanta a Rosi contestando cortante.
— ¡En marcha!— Leah ve la tensión y decide no preguntar y se cuelga del brazo del chico— el coche está un poco lejos, aparcar en el centro es imposible.
Los dos conversan animadamente poniéndose al día olvidándose de Rosi, Cris a propósito y Leah porque está emocionada de estar con él y no se da cuenta. El móvil vibra en el bolso y se apresura a cogerlo, hay varios mensajes de Estrella preguntando en dónde se ha metido y sólo uno de Álex, decide decirle a su amiga donde se encuentra en un breve mensaje pero no contesta a Álex, no está preparada para decirle que no siente lo mismo que él y que las cosas no volverán a ser como antes.
El coche es minúsculo y está todo abollado, por las ventanillas se puede ver que está atestado de toda clase de cachivaches, un flotador con forma de Donut, toallas de playa tiradas de cualquier manera por los sillones, sillas de playa, botellas de agua vacías y más cosas que no se pueden distinguir y que Rosi no quiere averiguar.
— Cris, tú delante, no creo que quepas ahí atrás— ordena a su hermanastro mientras intenta abrir la puerta que está atascada.
Rosi intenta hacerse hueco entre los trastos cuando después de varios intentos consiguen abrir la puerta con la ayuda de Cris.
— ¿No podías haberte traído el coche de mi madre?— se queja otra vez el chico, que va encogido en el asiento delantero con las mochilas.
— No seas tiquismiquis, no vas tan mal— vuelve la cabeza a mirarlo y no puede contener la risa— tu madre se va a poner muy contenta cuando te vea, te hecha mucho de menos.
— No sé si es buena idea, Leah. Ya sabes que no nos llevamos bien.
— Eso son tonterías, las madres y los hijos discuten, tu madre te quiere y tú también la quieres a ella. Va a ser una gran sorpresa, de verdad se ha creído que la comida de hoy es por el cumpleaños de Dru, hasta le ha comprado un regalo y le ha hecho mousaka, su plato preferido.
Rosi adormilada por el calor del coche y el ruido del viento que entra por la ventanilla, apenas escucha de lo que hablan, los ojos se le cierran poco a poco hasta que se queda dormida, su último pensamiento antes de caer en los brazos de Morfeo es que no conoce nada de la vida de Cris.
Rosi abre los ojos al escuchar el chirrido de las puertas del coche al abrirse. Cris y Leah están detrás de unos árboles mirando con atención una casita junto al mar, ésta tiene dos pisos y está pintada de un blanco reluciente, el tejado a dos aguas está pintado de azul al igual que los marcos de la ventanas. Está separada de las demás casas por una valla de madera también blanca que delimita cada casa.
— Esperad aquí, voy a ver si han llegado, mi padre se ha llevado a Lola al pueblo para distraerla.
Cris está nervioso no para de caminar de un lado a otro, a Rosi le produce ternura verlo así, se le ve tan frágil que no puede aguantarse y lo abraza, apoya su cabeza en el pecho de él y lo aprieta contra él. El cuerpo de Cris se pone tenso, luego soltando un suspiro de rendición la abraza, apoya su cuerpo contra el de ella, Rosi levanta la cabeza para besarlo, los dos entreabren los labios para unir sus labios.
—No vuelvas a hacerlo, no vas a jugar conmigo— se separa de ella soltándola con fuerza. Ella lo mira dolida sin comprender su comportamiento, no le gusta nada este Cris, es cómo si hubiera dos personas dentro de él.
— Ya ha llegado, le ha comprado una tarta a Dru y todo, no tiene ni idea, va a ser una gran sorpresa— sonríe ilusionada— vamos— le tiende la mano y juntos van hacia la casa.
Cris se para delante de la puerta dudando si entrar o darse la vuelta, dentro se escucha la voz de una mujer hablando con dos hombres, por el tono de voz se nota que no es griega.
— Venga Cris— tira de él— el primer paso es el que más cuesta, luego toda va rodado.
Él asiente y Leah abre la puerta y entran, Rosi se queda en la puerta sin saber qué hacer. La mujer se vuelve al escuchar la puerta y cuando ve a Cris su cara se ilumina, las lágrimas saltan a sus ojos, la impresión la deja inmóvil, al fin, temerosa da un paso para acercarse a Cris pero se detiene, Leah viendo la situación tira de él y lo pone enfrente de ella.
Cris se tira para atrás cómo si no quisiera que lo tocara cuando ella se decide a abrazarlo, pero su madre ya no puede contenerse y lo abraza, besa sus mejillas, le acaricia el pelo y lo mira cómo si hiciera años que no lo viera. Él está parado ahí, sin hacer nada ni decirle nada a su madre inmóvil cómo una estatua.
Un hombre moreno, se acerca a ellos y separa a la madre de Cris al ver la incomodidad de él.
— Basta Lola— le dice con cariño— que le vas a avergonzar, ¿No ves que viene acompañado?— todas las miradas se dirigen a Rosi, que se sonroja.
—Me alegro mucho que te hayas decidido venir— le estrecha la mano a Cris— gracias— ¿Y quién es esta chica tan hermosa?— se dirige a la entrada de la casa— Entra, no te quedes ahí— Rosi lo hace con timidez— Miles— le da dos besos.
— Rosi, una amiga de Cris— Miles la mira socarronamente.
— Este es Dru— Leah le presenta a un chico alto, fuerte con una melena ondulada dorada, que le hace parecer un antiguo Dios griego— y es mi novio, prohibido tocar— dice sin verguenza marcando el territorio.
— ¡Ay, Leah!— sonríe Lola mientras abraza a Rosi— si Dru sólo camina por dónde tu andas— toma a Rosi cariñosamente por los hombros— Soy Lola, la madre de Cris cómo sabrás, me alegro de conocerte.
Editado: 07.12.2019