Rota

Once

Se que empecé a hablarle sobre Nathaniel a Dayana, se lo vendí como el perfecto príncipe de cuentos.

A metérselo por los ojos asegurándole lo buen partido que esté era y lo feliz que podría ser si se casaba con Nathaniel,  aunque con cada palabra una aguja invisible se clavara en mi corazón.

Y todo iba muy bien, tuvieron un par de citas pero de un momento a otro todo se dañó.




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