DÁNAE
Llegué agitada a la casa por usar la bicicleta, agradecí que no estaba el sol a su máxima potencia y ayudo un poco el madrugar. Cuando calmé mi respiración me erguí, para tocar la puerta. Al instante que mis nudillos iban a tocar el metal está se abrió.
La mamá de mi mejor amigo sonrió al verme parada en la puerta. La señora era una persona dulce que mantenía su cabello negro bien cuidado con una coleta alta, me observo con ternura. Sus ojos eran la copia exacta de Yeray.
—Hola, linda —saludo con energía —, Pasa con confianza —dijo haciéndose a un lado para pasar —. Yo me voy a la cafetería, ya sabes dónde está la recamara de Yeray.
Yo asiento algo ida. Agitó su mano en despedida y cerró la puerta. Me sentí una intrusa en la casa, o quizás eras mis nervios de estar en esa casa después de haber sido corrida la última vez. Tomo una respiración que tuvo que darme valor, me implantó miedo y unos tremendos nervios, los cuales me hicieron temblar.
—Cálmate, solo vamos por la verdad. No a matar.
Me dije para animarme, asentí con la cabeza. Convenciéndome de eso. Con firmeza subí las escaleras y me dirigí a la habitación de él.
Cuando estuve en su puerta, le escuché hablar, se me hizo extraño. Porque su mamá no me había comunicado que estuviera con alguien más.
Me quedé de pie escuchado la conversación, como todo una comunicativa que era.
—No estoy seguro, la verdad —le escucho quedarse con solemne tristeza.
—Mira, sino lo intentas. No estás seguro —escucho decir a alguien, algo lejos, su voz era extranjera. Supe que era algún primo de él de Texas.
—Mark, es algo...
—¿Qué te puede esperar si lo intentas?
Le escuché un largo tiempo en silencio. Creí que le había cortado la llamada con eso. Pero la voz de mi mejor amigo se volvió a escuchar.
—Heridas —un silencio más —. No quiero salir herido. Ella es mi primer amor.
Quisiera que muy en el fondo, no estuviera hablando de mí. Pero sabía que era de mí.
— Pero es tu mejor amiga — Diablos Yeray —. Acéptalo, Yeray, le quieres. Punto. Y no, no como amiga sino como más que eso.
—¡Y lo sé! —me sobresalté por su grito, que me ve envuelta en un tropiezo —. Pero le hice una promesa de críos.
—¿Y eso qué? —replica Mark.
—Porque de crío era un tonto, acepté su absurdo promesa. Juramos nunca romperla.
—Tienes dos opciones, rompe tu maldito corazón o esa promesa de críos.
Él lo hizo, yo no, él me obligo, éramos niños, pero aun así nos juramos no romperla en ninguna circunstancia.
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(Nueve años)
Rondaba en la habitación como león enjaulado, mientras Yeray se encontraba en el escritorio. Escribiendo una idea que se le vino a la cabeza y no me quiere decir hasta terminar.
— ¿Ya? — pregunté desesperada
a lo que él negó.
—Solo un poco — Respondió aun con el bolígrafo en la mano, apoyado en la hoja donde tenía su idea.
Me senté en la cama y veo a mi gato lunes acostado.
—¡Listo! — Exclamó feliz volteando a verme con la hoja en su pecho.
Me acerque a él, no muy segura de su sugerencia. Tomé la hoja que me extendía.
"Nadie cruza la línea, la línea de la amistad al amor, nada de ello, y solo con una gota de sangre se sella, aún que uno sienta algo por el otro, tiene que ocultarlo y jamás revelarlo"
Hice una mueca de molestia, debo de dejarle de regalar los libros de romance que mamá me decía. Teníamos nueve años, y me sugería tal cosa.
—Pero... ¿por qué? — Pregunte en protesta.
—Quiero ser siempre tu amigo.
—Pero yo te quiero — Él negó, tan determinado con la decisión —
Quiero casarme contigo.
—Dánae, solo amigos —puso una mano en mi hombro —. Vamos a hacer el pacto con sangre.
—¿Un pacto con sangre? —Pregunte asustado.
No quería ver sangre, y mucho menos con esa idea loca.
—SIP, pincha te el dedo — Mide mi dedo con miedo. — Una simple huella. Y nuestro nombre, nadie la romperá. ¡Juradlo!
Me quito la hoja, me tomo el dedo con una mano y lo pincho con una aguja, aparte mi mano con horror y dolor. Quejándome. Dándole una mira de odio.
—Pero yo no lo quiero hacer —Le dije, mientras él ponía su huella en el papel, y me obligo a mi ponerla —, Yeray. -Me miro, me dio miedo. — No te regalaré ningún libro, ya.
Él simplemente se encogió de hombros, restándole importancia al asunto. Puso mi nombre en la hoja cerrando el pacto de sangre, como le llama él y lo enterramos a un lado del jardín de flores de mamá.
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Es tu culpa Yeray, tú lo hiciste, desde ese día Jamás le volví a regalar un libro de ningún tipo. Trate de calmarme y parecer normal al momento de que toque la puerta. Como si no hubiera haber estado escuchado toda la conversación como entrometida.
Escuché un "adelante", con una voz calmada. Abrí la puerta con sigilosa y pena. Yeray estaba con la computadora en sus piernas, con el clima tan frío que estaba envuelvo en una cobija de su cintura hasta abajo.
Me observo con cautela. Su mirada estaba frágil, que me daban ganas de correr y darle un abrazo porque me agitaba el corazón verle de ese modo. No lo hice, me contuve, porque quizás en ese momento no fijaba como su mejor amiga. Sino como su conquista o ¿Que sería?
Me pase a la habitación con pena, agachando la mirada.
—Who is? —cuestiona Mark, volviendo a su idioma natal.
Yeray no dice palabras, solo voltea la computadora a mi persona. La persona de cabello negro carbón, alza una de sus cejas pobladas.
—Hi. Dánae —saluda remarcando su acento —. Are you okey? Your face looks horrible.
—No entiendo inglés —me quejó —. Sabes hablar en español, háblame en español —ordeno con un temblor en mis manos.
—Mmm... No. I don't understand very well. I'm sorry.
Lo ve irritada, me sentía como cuando había conocido a Yeray. Que no entienda su lengua y aun así él aprendió mi idioma, yo no me empeñe a conocer el suyo a pesar de llevarlo obligatorio en la escuela.
Ahora me arrepiento de no haber puesto empeño en el maldito idioma, está bien, él idioma no tiene culpa, yo sí.
—¿Qué te hizo venir a mi casa? —Habla por primera vez, mi mejor amigo. Su voz no era para nada suave.
—Quería ver qué tal estás. Y disculparme de la discusión de ayer, sé que fue un error no aprender tu idioma —digo con honestidad, tomo aire para seguir mi argumento —. Tú aprendiste el mío, yo debí aprender él tuyo. Eres tan transparente que no, no note tus sentimientos.
—Para —pidió el con autoridad —. Hablaremos después, no quiero verte ahora. Yo te avisar cuando estés preparado.
—Yeray... —intervino Mark.
Yeray le manda callar, me da una explicación breve de su estado de ánimo. Entendí que no quería verme, así que acepté sus condiciones. Sabía que no iba a tardar mucho en dar respuesta, era de analizar e ir por el objetivo.
Sentí miedo.
¿Quién va a estar roto?