Roto por ti

RPT| 20. Café eclipse

YERAY


Prácticamente mi madre me había sacado de casa, diciéndome que las vacaciones me estaban haciendo mal. Que me estaban poniendo de un humor de perros que ella ni en sueños iba a soportar. Así que su gran idea para despejarme, de lo que sea que me pasaba, me puso a trabajar en su cafetería.

—Llegaron clientes, querido —Dijo mi madre con voz dulce.

Me puse de pie, dirigiendome a la mesa que había sido ocupada a un lado del cristal que daba a la calle. Mamá si que había escogido un buen lugar para poner su cafetería.

—Buenas tardes, bienvenidos al café eclipse. ¿En qué les puedo ayudar? —Digo con una fingides de emoción.

La chica que estaba sentada con la señora a su lado, me sonrió que casi le llegaba la carcajada.

—¿Por qué café eclipse? —Cuestiona la chica, la señora le mira mal. Pero ella se encoge de hombros.

—Buena pregunta, bueno. Mamá le puso así porqué dice que el café siempre eclipsa cada sentimiento.

Digo con una sonrisa, recordando el momento que le dijo eso mi mamá a papá, ambas mujeres se me quedaron viendo con un aire de alegría.

—Aunque no vende casi café —digo con media carcajada en camino.

—Mhm... La gente no tiene ese gusto que algunos poseemos —argumenta la chica, yo sonrió.

—Mi hija siempre tan charlante —dice la señora, yo sonrió —. Queríamos ordenar un pay de oreo y un té helado.

Anoté lo dicho o más bien finjo anotarlo, tenía buena memoria para estas cosas.

—¿Algo más? —ambas negaron —. En un momento se los traigo.

Me fui a con mamá y le pedí lo dicho. Al momento de darme la orden, mi madre me extendió una bolsa de comprar encogiéndose de hombros.

—Tu padre se enteró que regalaste tu teléfono, por tercera vez.

Eso parecía un regaño, pero sí, todos los teléfonos había parado en manos de Danae. Era ella muy torpe o yo muy imbécil para darle mis teléfonos sin chistar.

—Gracias.

—Dijo Gracias nada, qué me ayudarás en la cafetería por las vacaciones y estaba todo pagado.

—Estoy de acuerdo.

—Oye... —iba agarrando la bandeja cuando volvió a hablar —. ¿Está todo bien con Danae?

No dije nada, solo me volteo ignorado la pregunta. Sin embargo, con esa forma de esquivar sabía que tenía la respuesta.

—Aquí tienen.

Mire al exterior, observé que en el local de malteadas estaba mi mejor amiga y Jordán, un pedazo de mi corazón calló.

—Los atendió Yeray.

Dije rápido, me dirigí a dónde estaba mamá y me disculpé antes de quitarme el maldito delatar negro.

—¡Yeray! —pare en seco en la puerta, ví a la chica con una sonrisa inquieta —, lindo nombre. Me quisiera presentar —dijo poniéndose de pie y dirigiéndose a mi —. Me llamo Matilde.

—Mucho gusto.

—¿Eres de aquí? —la mire extrañada por la pregunta —. Oh, lo digo por tu acento.

—Mmm... Es algo obvio, soy de Texas.

—No sé si quisieras sentarte con nosotras.

—¡Matilde! Lo acabas de conocer.

—Perdon mamá.

—Bueno, voy a ir a comprar unas cosas y en una media hora vuelvo por ti.

—Yo me encargo de ellos, no se preocupe —se mete mamá.

Me quedé estático, pero ella me guío a sentarme dónde antes había estado.

—¿Qué fue eso? —Interroge con un apliqué de desconfianza. Ella sonrió con tristeza dándole un sorbo a su té helado.

Apunta con su mentón hacia afuera, a dónde me diriga hace unos minutos. Le veo con mis cejas alzadas.

—Ibas a interrumpir algo ¿No? —indaga, sin quitar su vista de la pareja.

Yo me encojo de hombros, undiendome un poco en vergüenza. Al fin quita su vista del cristal y me ve con nostalgia.

—Es mi mejor amiga —digo después de un pronunciado silencio. Ella asiente no muy convencida —. O bueno, eso creo.

—La amistad se arruina, en ocasiones, por el amor ¿Verdad?

Abrí mi boca para contestar, sin embargo nada salía de ella, o quizás, no tenía nada que objetar al saber que estaba dando en el clavo de mi situación. Así qué no insistí más, cerré mi boca, apretando mis labios y terminé asintiendo.

—¿Ese chico impide todo?

—Solo encendió mis celos —digo en un susurro. Mamá se acerca y me da una malteada de fresas, le agradezco. Ella toca mi cabeza descomponiendo un poco mi peinado.

—Ya veo.

—¿Conoces al chico?

—Si —dice animadamente —. Es mi vecino.

Ella niega al verle un brillo en sus ojos que se apaga con una sonrisa sin sentimientos.

—No pierdes nada por intentar. Yo lo intenté, casi en enamorarme del vecino, pero el me rechazó. Y si fallas —lleva su mano a la mía, que estaba hecha puño por los sentimientos —, aquí estará el club de los rechazados pero no olvidados.

Le sonreí, sintiendo un fuego en mi pecho, ese fuego que me dió la valentía de tomar la decisión de romper esa estúpida promesa de niños. Estaba listo, porque sabía que tenía a alguien que comprendería si fallaba.

—Gracias.

Ella solo me sonrió. Me dió un último apretón de manos, se puso de pie y se dirigió a pagar la bebida y salir a buscar a su madre. Mamá se acercó a mi con una sonrisa. Diciéndome con sus ojos que lo intentará.

Terminé mi malteada y salí del local para mandar el mensaje desvió.

"El momento a llegado"

"Estoy listo"

Estoy listo, mi corazón está preparado para las dos versiones.

Roto ó feliz.

Tú sentimientos tiene la libertad de decidir por los dos. 

 




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