Emily Syer
Emily.
—¿Qué bebé? ¿Estás loca?—me preguntó atónito, mirándome de arriba abajo, buscando lo que sea que mostrara indicios de un bebé. Traté de no reírme. Cuando estaba a punto de explicarle, volvió a hablar.
—No estoy loco. ¿Estamos teniendo un bebé?—me dijo comenzando a caminar de lado a lado, moviendo sus manos, regañándome. —¡Nos cuidamos, pensé que nos estábamos cuidando!—me dijo. Todavía yo trataba de mantener la compostura. Su cara era un poema. No dejaba que le respondiera.
—¿Y todavía esperas decirme que no te vas a casar conmigo? No te lo permito. Yo no quería ser padre, pero ningún hijo mío, sea previsto o no, va a nacer fuera de un matrimonio. —Comenzó a sacar su celular.
—Ahora mismo llamaré a Nikolas. ¿Por qué no me habías dicho?— cuando vi sus intenciones me fui sobre él y me permití reír. Tomé el teléfono de sus manos, apoyándome en su cuerpo mientras continuaba riendo ante su mirada incrédula. Con mi mano le indiqué que no iba a llamarlo, moviendo mi dedo índice de un lado a otro, y al mismo tiempo pidiendo un momento para respirar.
—¿Te causa risa el no habérmelo dicho?—sus ojos me miraban entre atónitos y molestos y yo aún no podía parar de reír.
—No estoy embarazada, Alexander—reí de nuevo, pero esta vez traté de calmarme, él no se lo merecía.
Traté de pasar por alto el que él nunca quisiera descendencia.
—¿Entonces?—preguntó poniendo mejor cara —¿De qué bebé hablas?—dijo.
—Estoy hablando de Chip, mi bebé. Es mi bebé por una semana porque una de mis amigas tiene que hacer un viaje y su madre no puede cuidar de él porque es alérgica. Decidí dejarlo con mi vecina mientras vengo a la empresa y trabajo, pero por ser el primer día que lo cuida tiene muchas preguntas que hacerme, por eso llama tanto.— terminé de explicarle. —¿Cómo iba a tener un bebé si estaba respondiendo el teléfono?
Me volví a reír. Alexander era un personaje.
—No, yo no deduje que el bebé ya existía. El teléfono y las llamadas me sabían a mierda. Me sorprendí porque me dijiste que teníamos un puto bebé. Supuse que estabas embarazada.—me explicó.
—No le digas puto al bebé—le dije sonriendo.
—Pero no existe— dijo.
—Pero algún día yo sí voy a tener un bebé y no le llamarás así.
—Te vas a casar conmigo —dijo.
—¿Y?— pregunté.
—Que yo no voy a tener hijos, Emily— explicó. Asentí, le dí un pequeño beso luego de esucharlo y me alejé.
—Sí, seguro—terminé de decir.
Flashback
Alexander Rough
Llegué mas temprano de lo habitual. La empresa estaba viento en popa después de haber tenido unos meses difíciles. Nikolas estuvo trabajando conmigo hasta hace unos momentos y decidimos darnos un respiro para descansar un poco y volver temprano mañana y continuar trabajando. Si quería que mi empresa tuviera éxito, debía trabajar arduamente. No iba a dejar que me subestimaran por ser sólo un chico de 20 años con sueños. Sería uno de los mejores empresarios, sea como sea.
Entré al departamento que había adquirido hace poco, dejando el saco a un lado y quitando mi corbata al mismo tiempo en el que maniobraba para quitarme los zapatos usando mis pies. No era el apartamento de mis sueños, pero era un buen lugar. Era mi lugar de descanso y donde me esperaba alguien con quien me sentía bien.
Solté un suspiro.
De a poco las cosas se iban dando. R. A. Corporation ya estaba en funcionamiento y estaba teniendo unos buenos resultados, aunque lentos, pero seguían siendo seguros.
Llevaba tiempo planeando la mejor forma de pedirle a mi hermosa novia que se casara conmigo. Tal vez todo ese tema iba un poco apresurado, pero Tanya era una mujer estupenda y no quería esperar mas para compartir mi vida con ella. Sonreí. Sabía que sería muy feliz con ella.
Más de lo que lo era ahora. No tenía los lujos de alguien con una empresa. Mi inversión en ella me había costado muchísimo y los resultados no se veían tan rápido, pero aún así ella me daba ánimos y confiaba en mí. La iba a hacer feliz.
Traté de no hacer mucho ruido para dirigirme hacia mi habitación donde seguramente la encontraría no sé si durmiendo, porque aún eran las seis de la tarde, pero no quería molestarla.
Abrí con cuidado la puerta, ella estaba de espaldas y al parecer hablando por teléfono. Iba a comenzar a acercarme para sorprenderla.
—No, Brad. Estoy segura de que va a caer, amor. Creo que voy a conseguir que ponga el anillo en mi dedo —Escuché que decía. Me congelé.
—Él es un tonto, cariño—soltó una risa —Cuando menos se dé cuenta le habré quitado su pequeña fortuna. —Suspiró—no puedo esperar para verte.
Mis manos se volvieron puños. No dudaba de ser ese idiota del que hablaba.
Caminé hacia atrás nuevamente y terminé de cerrar completamente la puerta que había dejado abierta con un golpe fuerte, ocasionando que Tanya volteara de manera apresurada y colgara la llamaba que había estado atendiendo.
—¡Amor, llegas temprano!—me saludó como normalmente lo hacía. Se levantó de la cama y caminó hacia mí. Cuando se acercaba para besarme me alejé. La miré con desprecio.
—No sabes el favor tan grande que acabas de hacerme— dije con el tono más frío que pude. Me había engañado todo este tiempo y, si no hubiese hecho las cosas distintas hoy, pude haber cometido el peor error de todos.
—Amor... no es lo que parece.
Asentí. —Si, seguro que no, como digas. De igual forma no quiero enterarme— Abrí la puerta de mi habitación nuevamente y metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón de vestir.
—Tienes media hora para recoger tus cosas y desaparecer de mi vida, Tanya. Dile a la persona con la que hablabas que mande a alguien a buscarte. Deja las llaves sobre el mesón—Le dije de la manera mas fría que pude, expresando mis sentimientos.