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Alexander Rough
—Alex— escuché cómo Emily me llamaba. Su cabeza se encontraba sobre mi regazo mientras jugaba el último juego que había descargado en su teléfono.
—Mmnh— le respondí.
Se levantó de donde estaba, ocasionando que pusiera mi atención en ella.
—Ahora que rememoro.. Tu me habías dicho que tenías una hermana y unos padres viviendo aquí en Miami, pero después me hablaste muy diferente de tu padre.—me dijo con total interés.
Asentí. Era una historia que no me gustaba contar.
—Había esperado que no lo notaras, pero eventualmente lo ibas a saber.— dije mientras dejaba el ordenador sobre la mesa y me levantaba.
—Cuando mi padre comenzó a meterse de lleno con su trabajo, yo decidí hacer mi vida a parte, por muy temprano que fuese. Esa parte de la historia te la sabes.
Ella asintió.
—Mi madre tenía una hermana, muy dulce por cierto, a la que yo adoraba. Siempre me llenaba de cariño, sin saber que lo necesitaba. —caminé por la estancia mientras recordaba. —Comenzaba a frecuentar mucho su casa primero con visitas cortas, pero luego ella me tomó y me educó lo mejor que pudo.— Tomé un portaretrato que tenía cerca y se lo acerqué, para que las personas que tenía en su mente tomaran un rostro.
— Viví unos años con ella, hasta que pude irme para terminar siendo lo que hoy soy. Tuve una familia que me dio cariño, por eso me referí a ella como mi madre— sonreí cuando me lo devolvió y lo puse con cuidado y esmero en su lugar. Les debía todo.
— Su esposo fue mas que un padre, y Kristen siempre fue la niña mas hermosa a mis ojos, mi hermana. Ella, aunque se apellida distinto a mí, es conocida como Kristen Rough. Simplemente por asociarla a mí— y tomé mi teléfono para mostrarle una fotografía de ella. Como siempre, ella siguió deslizando para ver el resto. Kristen era fan de las fotografías y yo no podía decirle que no.
El rostro de Emily era algo increíble. No podía ocultar sus emociones. Sus ojos estaban cristalinos y el labio estaba comenzando a tembrarle. Se acercó y me abrazó.
—Me alegro de que así haya sido. —dejó un beso en mi mejilla. Y me entregó mi teléfono.
—¿Cuando los conoceré?—preguntó entusiasmada.
—Veré que puedo hacer— dije mirándola con un poco de ternura, admito. No sé cómo ella podía ser tan sensible y transmitir tanto a la vez.
—Supongo que serán personas increíbles—dijo sonriendo— No sé cómo no te han dicho nada con todo el revuelo que hay con la boda.
—Pues si me han dicho cosas, pero me conocen. Soy así. Kristen quiere conocerte lo más pronto posible, pero no he querido abrumarte. He sabido pararle los pies hasta ahora. Puedes quedar con ella en cualquier comento si eso te hace feliz.
Sonrió.
—¿Y a ti?— preguntó. No tardé en descifrar la pregunta. Y asentí. Si, me hacía feliz.
Tomó su teléfono y se puso a atender correos. Debía adelantar trabajo. Yo me puse a hacer lo mismo.
Contestó una llamada.
—¿Y por qué cojones no?— escuché que Emily decía por el teléfono a su amiga. La estaba ayudando a organizar la boda junto a la planificadora. —No, yo quiero tacos, quiero toda mi puta boda a la media noche repleto de tacos. — decía caminando de un lado a otro enfundada en un condenado pantalón que no quería que usara para que otros la vieran.
Me acerqué a ella con ánimos de quitarle el teléfono cuando iba a replicar. Me miró mal para que no se lo quitara, puso su mano en mi pecho y me alejó.
O trató de hacerlo. Fui acercándome más, tomando la mano que había puesto sobre mí y la bajé haciendo que me fuera rodeando con el brazo, sin soltar su mano. Incliné mi cabeza un poco en dirección a su cuello, aprovechando la proximidad. Dejé un beso en su mentón, bajando cada vez más hacia su cuello, sabiendo que ya tenía su atención. Dejé un beso húmedo ahí, escuchando su respiración fuerte y cómo trataba de seguir una conversación coherente con su amiga. Cuando había logrado que me rodeara y se apoyara en mí, me volví hacia su rostro y dejé un beso en sus labios antes de arrebatarle el teléfono.
Sus ojos me miraron asombrados, pero le respondí con una sonrisa, causando lo mismo en ella. Nunca fallaba. Me reí.
—Tacos es lo que va a haber a esa hora— dije serio —Puedes poner cuantas comidas y platos fuertes que quieras, pero debes complacerla y poner los jodidos tacos. ¿Entendido?— escuché como resoplaba a través del teléfono. Me iba a replicar nuevamente.
—Selena...—dije su nombre con tono cansado.
—Tendré que eliminar uno para ponerlo, Alexander—me replicó.
—Pues elimínalo y ya— le colgué. Emily me mirara entre molesta y sonriente.
—Te va a matar — me dijo negando con la cabeza.
—Soy invencible— dije provocándola. Se rió para venir hacia mi y se acercó a mi oído. —creo que dejaste algo a medias— mordió el lóbulo de mi oreja. La tomé por la cintura y cargándola, con ella rodeándome con sus piernas, me dirigí hacia la habitación para demostrarle una vez más que podía llegar a ser más bestia de lo que ella creía.
Con ella sobre mí, la tomé del rostro y la atraje aún más para arrancarle un beso. Sus cadera se rozaban con la mía, nuestras respiraciones estaban muy agitadas y nuestras manos no hallaban donde tocar. Nos di vuelta y poniéndome sobre mis rodillas, sentado sobre las plantas de mis pies, la atraje hacia mí, sentándola sobre mi regazo. Mis manos se encontraban sobre su espalda, causando que su pecho desnudo se fundiera con el mío. Su boca se dirigió a mi cuello, donde mordió y succionó hasta arrancarme un gemido.