Alexander Rough
Terminaba de enviarle un mensaje a mi hermana cuando tocaron mi puerta.
—Señor—me llamó mi secretaria abriendo la puerta de roble oscuro.
—Abajo recibí una llamada donde me notifican que están solicitando verlo.
—¿Sabes si es importante?— le pregunté sin apartar la vista de los documentos que estaba revisando.
—Solo obtuve su nombre, Señor.— respondió— Elizabeth Mann.
Se me olvidó respirar en ese momento. Subí la mirada para toparme mi secretaria esperando una contestación. Carraspeé.
Katherine volteó un momento la mirada y sonrió—Buenas tardes, Sra. Syer— la saludó.
—Hola— escuhé que susurró antes de que apareciera en mi oficina.
Dejó su cartera sobre un pequeño mueble al lado de la puerta y caminó hacia el escritorio, rodeándolo para luego acercarse a mi lado.
—En un momento te llamo, Katherine.— le dije.
cerró la puerta detrás de ella y mi vista se centró en mi esposa. Me dió un beso casto en los labios y luego se sentó sobre el escritorio.
—Íbamos a almorzar, pero creo que por tu cara no lo haremos.— hizo un astibo de sonrisa.—¿Todo bien?—preguntó. Acarició mis nudillos con sus suaves manos.
—Elizabeth está aquí.— le dije mirándola.
Me miró por un momento prolongado y luego se levantó de la mesa y luego se sentó en mi regazo.
—Es tu mamá.— me dijo. Hice un mohín. —pero, Alex, tú eres el único que decide si la ves o no, o si escuchas lo que tiene que decirte. Es tu vida.— me dijo. —Estoy aquí para apoyarte.
Asentí.
Tomé el teléfono y le hice saber a Katherine que diera la orden para que la dejaran subir.
—¿Estás bien?— preguntó Emily. La atraje hacia mí y posé mi cabeza sobre su cuello. Negué. Comenzó a pasar sus manos por mi cabello, relajándome un poco en el intento.
—Eres libre de hacer lo que quieras, Alexander. Nos podemos ir a almorzar y la mandamos a la mierda. —Me hizo sonreír.
—Bueno, la propuesta está en pie para cualquier momento que ella te haga pasar mal, ¿está bien?—asentí.
—...okay, no hablarás.— Negué.
—idiota.— susurró.
la mordí con ganas de reírme a su costa.
—¿tienes complejo de estúpido o qué?—me riñó.
—qué.
las escuché reír.
—me quedarán marcas— dijo. Apreté un poco más mis manos en su cintura, acercándola más.
—soy un animal, ¿recuerdas?—le dije.
asintió.
iba a responderme algo pero el teléfono que me conectaba con Katherine sonó. Me tensé.
—Ella está aquí, señor.—dijo.
—Hazla pasar.—le respondí.
Emily se estaba por parar, pero la retuve. Besé sus labios y apreté su mano. Se levantó y se sentó sobre el escritorio nuevamente, dejándome saber que me ''protegería'' de alguna forma. Su cuerpo adoptó una posición seria, algo rígida, y casi sonreí por eso. Sus brazos se cruzaron sutilmente y su rostro se tornó serio, cosa que me hizo sentir malditamente orgulloso.
Ella estaba aprendiendo.
Si no estuviese en ésta situación, lo más probable es que se lo hubiese hecho saber y luego le hubiese arrancado la expresión a punta de besos.
Es inevitable siquiera pensarlo. Por más que me guste que haya adoptado mis dones de seriedad, Emily siempre tiene una sonrisa en el rostro que yo voy a querer que tenga siempre.
Yo solamente me quedé sobre mi asiento, con mi habitual e incambiable rostro esperando que la susodicha apareciera de una vez por todas.
Katherine hizo tres toques antes de abrir la puerta de roble oscuro y se adentró seguida de la mujer que pensé que jamás vería sino hasta el momento de mi muerte.
Yo tenía sus ojos, aunque un poco más oscuros. La miré sin decir nada y fue Emily la que la incitó a tomar asiento.
Iba vestida formalmente, y su rostro denotaba asombro.
Yo continuaba sin decir nada.
Ella carraspeó.
—Hijo...—comenzó a decir.
—no—dije— Alexander— le aclaré.
Su mirada denotaba dolor. —Alexander, vine aquí para hablar contigo y explicarte mi ausencia.
—No tendrías otra cosa que explicar— le dije.
—Estuve muy asombrada cuando tu secretaria me comunicó que aceptaste que pasara—dijo.
la miré fríamente.
—No quería, en realidad. Mi esposa accedió a que estuvieras aquí— miré a Emily. Elizabeth miró a Emily y le sonrió a medias, agradeciéndole el gesto.
—Te escucho—le dije. No me apetecía que tuviera mucho contacto conmigo luego de haberme abandonado.
Ella me miró triste. Esperaba que no se hubiese hecho ilusiones acerca de tratarla como una madre, por ella no lo fue. Me abandonó a mi suerte, no estuvo ahí cuando la necesité y me jodidamente destruyó la vida fingiendo su muerte.
—Alexander, quiero que de antemano sepas que me dolió mucho dejarte— resoplé— Pero ya no aguantaba más esa vida que tu padre me daba. Tú no lo sabías, pero luego de que tu fueras a dormir, las cosas comenzaban a ponerse horribles. Tu papá me gritaba, me reclamaba por cosas que no existían y luego llegó a intentar golpearme.—comenzaban a aguarse sus ojos. —Yo tenía que salir de ahí. Tenía que conseguir sentirme libre para luego volver por tí.
—No lo hiciste.—le dije.
—Estoy aquí porque ahora puedo, porque ahora sé que nada se interpone en que yo conozca de tu vida sin miedo a que tu padre ande detrás—dijo excusándose.
—No lo necesito. No te necesito. — le dije.
—sé que es duro para ti, pero trata de entenderme un poco.—Emily tomó mi mano y la apretó.
—¡Tú me dejaste, maldita sea! ¿y esperas que te acepte como si nada?— Grité.— sufrí como la mierda llorando a una madre mentirosa, joder. ¡Me podías haber llevado contigo!—le reclamé— ¿no te detuviste a pensar que lo que él no llegó a hacer contigo lo haría conmigo?— se quedó callada.
—Eso pensé—dije al final.
—solo quiero que me des una oportunidad para acercarme a tí— dijo.