Emily.
—Abrocha tu cinturón, Alex.—le dije con una sonrisa al gruñón que tengo como esposo.
Estábamos montados en el Jet privado que nos llevaría a Mykonos, Grecia. Como es de esperar yo estoy más que emocionada, pero nunca es lo mismo con Alex. Sonreí al volver a ver su ceño fruncido.
Lo que más me daba risa de la situación es que ni siquiera nos íbamos a topar con Kiryacos hasta el día antes de la inauguración, y Alex ya había decidido practicar su cara-de-culo desde ahora.
Alex no era él sin su cara-de-culo y todos estaban más que acostumbrados a ella. La sola reacción de las chicas el otro día en la sala de juntas me hacía sonreír.
Y no las culpaba cuando sus bocas se abrían del asombro o cuando cruzaban las piernas para tratar de calmar sus ansias de eso a lo que no puedes poner nombre, porque si, Alex es la obra de arte más hermosa cuando sonríe.
Ya lo es sin sonreír, si veníamos al caso. Pero se tenían que conformar con los sueños húmedos que seguramente tenían, porque Alexander, con todo y su sonrisa, es mío.
Cuando el avión ya estuvo por encima de las nubes, la azafata nos indicó que podíamos quitarnos los cinturones.
Él iba con su ordenador sobre sus piernas y yo iba revisando correos, pero desde mi celular. Su mano derecha se encontraba posesivamente sobre la piel desnuda de mi pierna. La mantenía muy sujeta, y la acariciaba de a ratos con su dedo pulgar.
Bajé la persiana de la ventanilla y suspire. Me arrimé hacia delante un poco en mi asiento y subí el posa brazos que nos mantenía alejados a Alex y a mí y me recosté en su hombro. Subí un poco mi rostro y dejé un beso en la curvatura de su mandíbula. Volví a hacerlo y luego repetí la acción.
volteó el rostro para darme un beso corto. Mi mano fue al costado de su rostro y lo atraje hacia mí para, de nuevo, darle un beso. Él siseó al mismo tiempo en el que mordía mi labio inferior.
Volvió a su ocupación con los documentos en su computador y yo me dediqué a escuchar un poco de buena música.
—Quiero llegar—digo después de un rato.
Él me mira con desdén fingido. Hace una negación con su cabeza.
—duerme— me dijo. Asentí. La espera se me haría mucho más corta si lo hacía.
Su mano sobre mi pierna hacía que el hombro de él quedara a mi disposición fácilmente, así que me recosté sobre él y cerré mis ojos esperando relajarme y poder dormir.
En el transcurso que pasó mientras yo intentaba dormir pude sentir como Alex apoyó su cabeza sobre la mía y suspiraba. Yo sabía que él estaba agotado, pero su terquedad lo superaba. Tenía horas tratando un caso de suma importancia de la empresa principal y según él no podía esperar. Su teléfono sonó. Sentí como se levantaba para hablar, imagino que porque quería dejarme dormir.
No pasé por alto su voz un poco subida de todo y la amenaza que le dio a quien fuese que llamó.
Escuché cómo hablaba con Nicolas y le hablada alterado.
—Maldita sea, Nick. Encuentra a quien sea que haya sido.— le dijo. A este nivel ya el sueño se me había esfumado, me senté erguida en el asiento y miré hacia atrás donde Alex se encontraba. Colgó el celular y se tomó el puente de la nariz.
—Alex— susurré. Se encaminó nuevamente a los asientos y se sentó a mi lado. —Dime— me respondió mirándome.
—¿Por qué no descansas tu también? Mírate.— le dije.— estás cansado.
él suspiró.
—No puedo, Em— dijo cerrando sus ojos y recostando su cabeza en en espaldar del asiento. —Hay un problema y no pedo parar hasta resolverlo. —me dijo. Pude notar su nivel de preocupación.
—¿Qué sucede?—le pregunté.
—Descansa. Lo resolveré y luego te acompaño, ¿está bien?— me dijo.
—No está bien— dije— ¿Qué pasó?— su mano frotó su ojos y noté su enojo a flor de piel.
—Hay un desvío de fondos en R. A. de New York— me dijo— Un jodido idiota está robándome y no hay rastro de quién puede ser— me dijo realmente cabreado.
Maldita sea. Mis manos fueron a mi rostro. comencé a preocuparme.
—¿Es demasiada la cantidad?—le pregunté. Asintió.
—Hay registros de que han sido repetidas veces en tres malditos días, y nadie se dió cuenta. Son demasiados ceros. Se supone que tengo un sistema de seguridad para estas cosas.
negué de a poco.
—oh por Dios—susurré. Podía sentir como cada músculo de su cuerpo se encontraba tenso.
—Relájate— dijo.
reí.
—relájate tú—le respondí. Me miró serio, naturalmente, y suspiró.
—relájame— me tentó.
—lo harás cuando lleguemos, Alex—le dije frotando mi mano en su antebrazo. Recostó su cabeza en el asiento y me atrajo hacia él.
—Vamos a dormir—susurró.
-
La arena blanca se colaba entre mis dedos. Necesitaba encontrar dentro de mí la forma de poder hacer sentir mejor a Alex o por lo menos distraerlo mientras solucionábamos el problema con el desvío de fondos. Lo veía levantarse temprano los últimos dos días y hablar todo el día por teléfono. Comía y luego volvía al teléfono o al computador. Sabía que le molestaba a sobremanera tener que hacerlo porque veía la disculpa en sus ojos, pero entendía los motivos, aunque no me gustase para nada estar en un lugar tan paradisíaco y tan amado por mí la mayoría del tiempo sola.
El único momento que compartíamos era cuando ya nos íbamos a dormir, y ésto porque él sabía que yo no iba a permitir que perdiera el sueño por esto. A Alex no le molestaba la cantidad del dinero que pudiésemos perder, sino el que pudieran meterse con su empresa sin que él pudiese impedirlo. Y no sólo eso, sino que estaba el punto de que alguien lo tenía que estar traicionando para que pudiesen acceder al sistema y manipular todo para robarlo.
Él iba a montar una guerra en cuanto atrapara al traidor, y yo no iba a impedir que eso sucediera. Yo estaba pasando los malos ratos junto a él, y para nadie era justo que ésto estuviese sucediendo.