Emily Syer
—¿Qué?— repliqué incrédula. Era imposible que estuviese pasando esto. Lo primero que vino a miente fue pensar que el que hubiese hecho todo esto solo me usara para salir del paso, para perjudicarme y no perjudicarse.
Es injusto. Era mi maldita firma. ¡Y yo era su esposa, con un demonio!
—Alex, no puedes creer que yo haya sido capaz de esto—sus ojos fríos se posaron a mí. Negó con la cabeza.
—¿Qué explicación hay, entonces?— me sigo fríamente, con un tono que jamás había utilizado para dirigirse a mí. Preferí que me gritara en ese momento. —¿Kiryacos tiene que ver en esto, Emily? ¿Planeaste esto con él mientras no nos veíamos? —comenzó a alterarse. —¿Cuánto tiempo te llevó planear quitarme lo mío desde que te conocí?— me dijo comenzando a elevar su tono de voz. Yo sólo era consiente del dolor que comenzaba a sentir en mi pecho, producto de las palabras tan fuertes que Alex está utilizando conmigo.
—No hice esto— dije tratando de no quebrarme. Podía sentir cómo mis ojos se comenzarían a nublar de lágrimas. Negué con la cabeza.
—¡Está tu jodida firma en el papel, Emily! ¡No seas tan descarada de negarme tus actos cuando tengo las malditas pruebas en las manos!— me gritó. —¡Te mostré las jodidas fotos y me dijiste que nada pasaba!— comenzó a acercarse a mí. Su aliento lo sentía en el rostro cuando se mantenía gritándome. Solo pude cerrar los ojos. —¿Crees que voy a tragarme tu jodida mentira?—me preguntó incrédulo. —Voy a llegar al fondo de todo esto, Emily, y ese jodido idiota va a pagar con creces todo, y tú con él—negué.
—Alex, no lo hice— le dije tratando de acercarlo tomándolo de su antebrazo. Se alejó, como si mi toque quemar su piel. —Investiga lo que quieras, no me importa. No me interesa que lo hagas; no tengo nada, nada a que temerle. Yo no hice esta mierda. Alguien me utilizó a mí para esconderse— traté de acercarme nuevamente. No se alejó.
Temiendo que mi suerte cambiara, lo tomé del rostro. —¿Me crees capaz de algo así? Alexander, no lo hice, lo juro. Por favor, necesito que confíes en que no lo hice yo. Jamás haría algo para perjudicarte. —no me di cuenta de las lágrimas que hace rato se deslizaban por mi rostro ni lo desesperada que sonaba en ese momento. —Te amo, Alex. Jamás te haría daño, jamás me metería con ello que te costó tanto construir. Nunca.—pegué mi frente a la de él mientras cerraba los ojos.
—Júralo, Emily— dijo poniendo sus manos sobre las mías. Su respiración aún estaba agitada, debido a lo alterado que se encontraba hace un segundo.
Sollocé.
—Lo juro, Alex.— suspiró y se apartó de mí, dándome la espalda. Lo observé sentada en la orilla de la cama durante un rato, aún sin poder detener las lágrimas. Me llenaba de enojo y de angustia saber que alguien atacó a Alex utilizándome a mi, su esposa. La rabia invadió mi cuerpo de a poco cuando caí en cuenta de que no solo alguien todavía se encontraba escondido a mi costa, sino que habían tratado de arruinar lo que tengo, a toda costa.
Aún no sé si lo habían logrado. No me dirigía ninguna palabra, ninguna mirada. Sentía un muro gigante -horrible- entre nosotros.
Observé a Alex ponerse un Jean negro y una camiseta que cedía completamente a su cuerpo, lo vi calzarse unos deportivos del mismo color de sus Jeans y tomar su teléfono y su ordenador.
Chequeó que no faltará nada y se encaminó a salir de la habitación, aún sin verme.
Marcó una llamada.
—Alexander...—susurré casi sin voz. Era un susurro ahogado, asustado.
No quería que me apartara. No quería que se alejara de mí. Quería que me creyera. Quería que confiara en mí.
Continuó con el teléfono al oído y se detuvo antes de cruzar el umbral. —No me esperes despierta— dijo antes de salir, sin siquiera mirarme. Escuché a los minutos el portazo proveniente de la puerta principal.
Lloré nuevamente. Y toda la noche...
Porque Alex no había vuelto.
Cuando la luz me molestó, abrí los ojos. Sentía mi cuerpo entumecido por la posición en la que había pasado la noche anterior. Sentía mi rostro hinchado, y pude corroborarlo cuando me miré al espejo. Suspiré.
¿Estaba siendo yo? ¿Iba a dejar que quien fuese que estuviese jugando con nosotros me derribara? Por supuesto que no.
No iba a dejar que me utilizarán, y no iba a dejar que alejaran a mi esposo de mí.
Me dolía que Alex haya pensado siquiera por un segundo que yo participara en eso, pero iba a demostrarle que estaba equivocado.
Aunque me hizo jurarlo, se lo iba a demostrar también.
Algo me decía que por un segundo, por un mínimo segundo, él iba a acabar con todo lo que habíamos construido hasta ahora. Sabía que iba a ser así, y agradezco a lo que causó que se detuviera.
No iba a dejar que las cosas se quedaran así, conociéndome yo hubiese objetado contra su pensamiento aún en esas condiciones, pero estoy más que segura que me hubiese dolido inmensamente que me hubiese dicho siquiera un "vete".
Decidí tomar una ducha larga, aún podía desayunar tranquila, no pasaban las 7:30 am. Lavé y sequé mi cabello. Me vestí de Jean negro y una camisa de vestir blanca. Terminé poniéndome tacones de tira sencilla del mismo color y accesorios de oro, como mi reloj y mis alianzas de matrimonio, que jamás me las quitaba.
Tomé mi cartera, que era una Michael Kors en tono nude, y mi celular antes de bajar y decidir tomar el desayuno por el camino.
Como de costumbre fui por mi café, pidiendo uno cargado para Alex, que seguramente estaría en la empresa, y mi café de vainilla. Opté por unos emparedados para comer y tras pagar, me dirigí hacia la Sede principal.
Iba a resolver los problemas a la par de Alex. Nadie iba a salirse con la suya.
Al estacionar y bajar con los desayunos y los cafés en su sitio, me dirigí al ascensor privado y, usando mi carnet VIP, me dirigí al piso de mi esposo, esperando encontrarlo en su oficina.