Rough

Capítulo 24

Emily Syer

Comencé a sentirme nerviosa desde el primer segundo. ¿Qué diablos estaba pasando? Terminé de limpiar el rastro que dejé en la ducha y me sequé rápidamente el cuerpo mientras levantaba el teléfono para llamar a Amanda.

Estaba rogando que me atendiera el teléfono. Lo despegué un segundo de mi oído para ver la hora en la pantalla. Seis de la tarde. Excelente.

Contesta, por favor.

Escuché algunos tonos más antes de escuchar su voz.

—Emily, ¿Todo bien?—me preguntó con preocupación. —no es normal que llames a esta hora—me dijo. Eso ya lo sabía.

—Necesito que me acompañes al médico urgente, Amanda. Estoy sangrando como la mierda y te juro que no es mi período—le dije al borde de la histeria. —Estoy en el apartamento Mi apartamento—le avisé.

—Estoy en camino, Emily. Por favor, mantén la calma—me dijo antes de colgar.

¿Que mantuviese la calma? ¡Ella no estaba desangrándose de la nada!

Chequé mi entrepierna y efectivamente había dejado de sangrar, pero comencé a sentir una molestia en mi vientre bajo. Oh, Dios mío.

Estaba asustada.

Casi corrí al vestidor y me vestí rápidamente con tenis y ropa deportiva. Miré nuevamente mi teléfono.

¿Debería avisarle a Alex?

Lo pensé realmente, él no quería que estuviese cerca.

Pero no era tonta. Estaba casada con él, me quiera cerca o no.

Así que lo llamé, pero su celular estaba apagado. Conociéndolo, el aún estaría en la oficina.

—R. A. Corporation, habla la secretaria del Sr. Rough—me contestó.

—Hola—dije— Habla la Sra Rough, ¿Podrías comunicarme con mi esposo, por favor?—le pedí.

—Un segundo—me pidió. —Listo, pasé la línea—me notificó.

—Gracias—susurré.

Esperé otros segundos más antes de escuchar su voz gruesa.

—Emily—me dijo neutral. —¿Qué sucede?

—Alex—le respondí casi en un susurro—lamento molestarte, me pediste que no lo hiciera, pero pensé que sería importante comunicarte que en unos segundos saldré hacia el médico—le dije.

Puse el teléfono en alta voz y me até los cordones de los zapatos.

—¿Médico? ¿Estás bien?—me preguntó.

—No lo sé—dije suspirando. Estaba muy asustada.

—¿Cómo que no lo sabes?—me riñó—¿Qué tienes?—preguntó. —Espera, te llamaré al celular.

No dije nada y sólo esperé que me marcará.

—Ahora si, ¿Qué tienes?—volvió a preguntar.

—Apenas llegué al apartamento me metí a bañar—comencé a explicarle.—pero me fijé en la mitad de la ducha que estaba sangrando, considerablemente—le dije con voz temblorosa. —No es mi periodo, pero no sé qué me está pasando—terminé diciéndole.

—¿Sangrando?—se alteró. —¿hace cuanto?—me preguntó.

—Diez minutos, más o menos.

—¿me lo vienes a decir ahora?—casi gritó. —Voy saliendo para allá.

—Espera, es que Amanda debe estar por llegar. Ella me va a llevar, me va a acompañar—le dije.

—Yo te voy a acompañar, Emily—me dijo.

—La hice venir—justifiqué.

—Entonces yo iré directamente a la clínica. Haré los trámites. —me dijo. Escuché el ronroneo suave del auto de Alex del otro lado. —Ve a la clínica privada, Emily. Yo me encargo.

—okay— susurré.

—Con cuidado, por favor—me pidió también. Asentí como si pudiera verme.

—mmmh.

—te veo allá—colgó.

Bajé después de tomar mi cartera y las llaves del departamento. Amanda estaba llegando en ese momento. Me monté en el auto y rápidamente comencé a explicarle lo que me había pasado.

Le comuniqué que nos dirigiera a la clínica privada de Miami y asintió.

—Nada grave te sucede, Em. Ya verás—me alentó.

Movía mi pierna repetidamente, nerviosa. Tenía un mal presentimiento. Toda la mierda se estaba juntando.

La empresa, mi matrimonio y ahora esto.

No sabía qué diablos había hecho para que todo esto estuviese pasando.

Amanda aparcó rápidamente frente a la entrada de la clínica.

—Ve, ahí está Alex. Yo iré a estacionar el auto—me dijo.

Efectivamente él se encontraba esperando en la entrada de la clínica, arrebatador, como si fuese raro.

Bajé con pasos lentos y me encaminé hacia él. Se percató de mi presencia cuando estaba a un metro de él y vino a mi encuentro preguntando si estaba bien. Asentí mientras nos dirigíamos hacia la recepción.

Me tomó de la mano y nos dirigió hacia el consultorio privado, donde ya había concertado la cita. Una doctora amable, de unos 40 años, fue la que llevó mi caso. Era ginecólogo.

No tuve que explicarle nada, puesto que Alexander se había encargado de relatarle todo mientras estuvo aquí minutos antes concertando la cita.

—Bien, Emily—comenzó la doctora—Mi nombre es Claudia Reetz— se presentó con una sonrisa— En base de lo que tu esposo estuvo contándome, he echo un diagnóstico. Pero es una simple hipótesis. Sigue siendo importante realizar un eco—me avisó.

—Voy a salir para que puedas cambiarte y ponerte esa bata que está a tu lado—me dijo—no es normal que sangres de tal manera si no es por tu periodo, así que esto será rápido.

Salió como me dijo y me dispuse a cambiarme a la bata azul. Alex tomó mi ropa y me tomó de la mano cuando estuve lista.

Yo estaba comenzando a preocuparme más de la cuenta. Juro que comencé a temblar.

—¿Por qué un ginecólogo?—le pregunté al borde de la histeria.

—Sangraste, Emily...—me dijo sin querer confirmar lo que yo comenzaba a imaginarme. Los ojos se me llenaron de lágrimas.

Tomó mi rostro y secó las pocas que salía.

—Hey, Emily. No pasa nada, ¿Está bien? Estás bien—trató de tranquilizarme, pero su pulso temblaba, sus manos en mi cara también. Bajé la mirada soltando más lágrimas.

—No está bien nada, Alex— Sollocé—. No estamos bien, nada lo está. Ni tú no yo, ni la empresa, ni nuestras vidas. ¿Sabes lo que ese sangrado puede significar, ¿verdad? -
—lloré más.



#1783 en Novela romántica

En el texto hay: amor, empresario, rough

Editado: 28.07.2021

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