Emily Syer
—¡Oh,vamos!— dije riéndome de Alex —Llámala. —le pedí. Negó con la cabeza, muy serio. Sabía que le costaba, pero tenía que hacerlo. Todo esto era absolutamente necesario. Él quería un nuevo comienzo, y para eso necesitaba cerrar este ciclo, y finalmente ver qué era lo que iba a pasar con su madre.
Alex había pospuesto la llamada mil veces en los últimos 2 meses. Si, dos tranquilos y hermosos meses. Tenia 6 meses de embarazo y los dos bebés crecían a pasos lentos pero seguros.
Los juicios se habían realizado, todo estaba donde debía estar. Alex seguía siendo el imponente magnate al que todos conocían por Bestia, el mismo que poseía ahora más negocios exitosos en el país y en el mundo.
Había superado todo lo que nos tenía atormentados. Su hermana y su padre tenían varios cargos encima, en su conciencia. Por más que hayan robado muchísimo dinero a Alex, él no iba a arremeter contra ellos, por lo menos no con la justicia.
Ellos estaban desde ese momento completamente fuera de su vida, sin dudas. Habían destrozado su confianza. Y Alex era alguien que no olvidaba.
Por eso lo entendía, yo soy igual. No iba a poder confiar en ellos nunca más. No podía.
—Eres una niña— le dije picando su actitud. Me miró mal. ¿Cómo no podía ser capaz de llamar a su madre? —Toma el teléfono, Alexander.—le dije.
Alzó la mirada de su ordenador otra vez para mirarme con incredulidad desde el mueble que se encontraba del otro lado de la habitación.—¿Es eso una orden, Emily?— dejó su ordenador a su lado y se inclinó hacia delante. Se quitó sus lentes también.
Asentí divertida. Crucé mis piernas y terminé de recostarme en la cama. Uno de mis brazos lo puse detrás de mi cabeza y me llevé la taza de café a la boca.
Casi me reí por lo que vi en el rostro de Alex.
—¿Si sabes que no me importa que me ordenes nada, verdad?— me dijo. Asentí en respuesta. —llámala— volví a decirle.
Se levantó imponente y caminó hacia mí.
Comencé a intimidarme, pero no lo iba a demostrar.
Su rodilla se hundió en la cama cuando comenzó a adentrarse en ella y comenzó a gatear hasta donde estaba yo, para quedar sobre mi. Se apoyó en sus codos a cada lado de mi cabeza y acercó su rostro al mío.
Si hubiese podido echarme para atrás, lo hubiese intentado.
—Amaneciste mandona hoy— me dijo. No respondí nada.
—no te escucho replicarme ahora—acotó triunfante. Bajó su rostro y lo hundió en mi cuello, deja si pequeños besos húmedos ahí. Me estremecí completamente. Mordió detrás de mi oreja y se rió cuando siseé.
—yo mando aquí, Emily— me mordió el cuello.—y aquí— me arrancó un beso— y aquí— bajó una mano y la puso sobre mi pecho, en mi corazón. Siguió el camino hasta colocarla sobre mi abdomen. —esto es mío— dijo en mi oído, refiriéndose a los bebés.
Negué lentamente.
—¿no?— me preguntó. Bajó su cuerpo completo y unió su ingle con la mía, sin poner todo su peso sobre mí, pero casi tapándome completa.
—no— susurré.
—son mis bebés— me dijo sobre mi boca. Se comenzó a frotar sobre mi, ocasionando que mi espalda se arqueara por la fricción, comenzando a calentarme junto a él. Su otra mano viajó hasta mi nuca, aferrándose ahí mientras el antebrazo lo sostenía. Continuaba el roce mientras unía su frente con la mía.
—nuestros, Alex.— le dije tomando su cuello y mirándolo con los ojos nublados.
Iba lentamente, aún sin un contacto piel con piel, y me estaba volviendo loca. Mi barriga se notaba ahora, muy pequeña, pero ahí estaba. Sabía que los últimos meses iban a ser lo que me hicieran explotar como una pelota. Estaba disfrutando como nunca estos últimos momentos en los que podía tenerlo a menos de un metro.
Bajo a besar nuevamente mis labios para irse otra vez hacia mi cuello y mi hombro.
Cuando aumentó la velocidad del roce mi respiración se aceleró y la suya propia, desesperándonos. El solo sonido de su respiración, de su desesperación y placer me volvía loca. Amaba que hiciera ruido.
—Alex— susurré. Besó mis párpados cerrados y subió sus brazos para rodearme fuerte. De un momento a otro ya no lo tenía sobre mí. Tenía el teléfono en la mano y salía con una sonrisa y una mirada de triunfo sobre dos ojos.
—no te atrevas— le dije asombrada mientras lo observé marcando un código en su celular.
—no me digas niña, y menos insinúes que mandas sobre mí— me dijo con una sonrisa, saliendo de la habitación.
—¡Estás llamándola, Idiota!— le grité desde donde estaba. —me estás obedeciendo.— le dije. Me levanté y terminé de tomar el café que había en mi taza. Salí para abrirme paso hacia la cocina.
Hey, ustedes. —susurré— van a comer pancakes con muuucho chocolate.—sobé mi vientre con cariño por unos segundos y luego me puse manos a la obra.
Alex estaba recostado en el marco que daba hacia la entrada de la cocina con una mirada distinta a la que estaba acostumbrado a darme. Me hizo señas de que estaba terminando de hablar con su madre. Asentí divertida.
Estuve concentrada en mis pancakes por mucho rato. Hice más café y un poco de jugo. Piqué fresas para comer junto a todo y cuando por fin estuve feliz, serví los platos.
—¿Más café?— me preguntó Alex sentándose a mi lado. Solo lo miré y luego bajé los ojos hacia mi abdomen y lo señalé.
—son ellos— dije antes de dar el primer mordisco a mi pan cale lleno de chocolate.
Él negó y comenzó a comer. Me lo compraba descafeinado para no sentirse culpable.
Terminamos en silencio. No le pregunté nada acerca de su madre porque ya sabía que lo que tuviese que saber, él me lo diría después.
Alex lavó los platos mientras yo iba secando y ordenando todo. Miré el reloj digital de la encimera. Nos quedaba tiempo.
Me fui al baño a darme una ducha rápida. Entre a la habitación y pasé hacia el vestidor para elegir la ropa que iba a ponerme.