Rough

Capítulo 30

 

Emily Syer

Camilo y Mía nacieron a finales de Agosto, casi en mi propia casa, cabe destacar. Había estado todo el día distraída con cada cosa que pasaba frente a mis ojos, y caminé de aquí para allá haciendo cualquier cosa para no volverme loca, pero eso era algo que Alex no sabía aún, y tampoco le diría.

Cuando él llegó al medio día si estuve tranquila, de ahí en más también lo estuve, todo gracias a que Alex se tomó el día libre. No fue tan malo mantenerme relajada, sobre todo porque mi linda Bestia se molestaba por hablar mucho conmigo y hacerme uno que otro cariño, así que no me quejaba.

Debo admitir que si sentí un poco de molestias a la hora de dormir, pero mi sueño siempre iba a ser mayor como para ignorar ciertas cosas de darme una buena noche en brazos de Morfeo.

Ahora, el caos comenzó cuando a las 6:15 am sentí cómo literalmente un peso se incrustaba en la parte baja de mi vientre y unas ganas inmensas de ir al baño me invadieron. No quería ir al baño y la molestia era algo que jamás había experimentado, así que supuse que el momento había llegado, más aun cuando unas leves corrientes comenzaron a abrirse paso en mi vientre y mi espalda. Ese fue el momento de aceptación. Lo tomé con calma, yo lo tomé con calma. Además, todavía no llegaba al punto de dolerme realmente, solo tenía las molestias.

Cuando toqué el hombro de Alex casi me mandaba a la mierda por despertarlo a esa hora. La cosa cambió cuando le dije, demasiado relajada a su parecer, que los bebés ya venían.

—Los bebés, Alex— susurré cuando vi que había vuelto a cerrar sus ojos. Su rostró pasó por muchas etapas en pocos segundos. Lo siguiente que pasó sucedió demasiado rápido, como un borrón. Alex se había levantado de la cama y tropesándose de aquí para allá había logrado llegar hasta el vestidor, donde sacó el bolso que habíamos preparado para llevar a la clínica cuando llegara el momento, poniéndose una camiseta y un sweater mientras me decía que contara números, como habíamos visto en internet.

— Uno, dos, tres... respira, Emily.— me decía agitado. Casi me reía de él, pero me parecía de lo más tierno verlo en ese estado. —Necesito que te calmes, ¿okay? mantén la puta calma— me decía casi cayéndose a recoger sus zapatos. Yo había dormido con sweetpants y bra deportivo, así que solo me preocupé por ponerme una camiseta encima también. Para sorpresa de muchos, y para mi también, mi estómago no creció demasiado, por lo que no hice grandes cambios en mi forma de vestir, simplemente continuó siendo lo mismo.

—Alex—dije para tratar de llamar su atención. —No me duele, cálmate tú—le sonreí. Alex inhaló y exhaló lentamente. Pasó su mano derecha por su cabello y cerró sus ojos, echando su cabeza para atrás, dejándola caer. Volvió a poner su cabeza en la posición normal y con sinceridad me miró a los ojos. —Estoy asustado como la mierda, Demonio— me dijo con la voz temblorosa.

Oh, Dios.

Se acercó para ayudarme a ponerme de pie. Le di un pequeño beso en el mentón y tomando mi mano y el bolso nos dirigimos fuera de la habitación. —Deberías llamar a Amanda, Nikolas y a tu madre, ¿no?— le recordé. Negó con la cabeza.

—No voy a llamar a ninguno. Quiero estar solo contigo y los bebés cuando lleguen, no quiero a nadie jodiendo nada.— me dijo. Reí. También estaba bien para mí.

Quiso ir directamente hacia el auto, pero lo detuve, porque si no ingería algo después iba a ser peor. Yo me conocía a la perfección. Además, evitaba que él pasara hambre también. Alex iba a darle importancia a lo que estaba sucediendo en ese momento, pero después, cuando comenzara a sentir el hueco en el estómago, me iba a comenzar a estresar a mí.

Con mi actitud mas calmada me dediqué a preparar unas tostadas con queso derretido, acompañado de un buen café. Me divertía ver el pie de Alex moviéndose repetidamente, signo de que estaba impaciente. Él estaba sentado en uno de los bancos altos de la encimera.

—no entiendo cómo coño estás ahí parada cuando sabes que los bebés van a nacer— escuché que me decía. Reí.

—¿sabes lo que harían los doctores y las enfermeras?— le pregunté siguiendo con mi trabajo. —Me meterían en la habitación a esperar, porque no debo tener mas de un solo centímetro de dilatación. Así que técnicamente sería o mismo, con la única diferencia de que tu y yo estaríamos sentados viéndonos las caras. En cambio aquí me encuentro entretenida preparando el desayuno.—simplifiqué.

El negó, pero se quedó callado. Él sabía que tenía razón.

Comí con una sonrisa en el rostro por las caras de inquietud que hacía él.

—¿no te duele?— me preguntó. Ya iba terminando su plato, al igual que yo. Negué lentamente. Si me dolía, pero solo un poco. Podía aguantar más. Retiré nuestros platos y juntos limpiamos y acomodamos todo.

el nerviosismo de Alexander me iba a poner al borde de la locura, así que cuando ya no pude retrasar más la ida al hospital, le di luz verde a mi ansioso esposo para que tomara las llaves del auto y nos llevara al hospital, cosa que no pensó dos veces porque en menos de tres segundos ya nos encontrábamos en camino. No dejé de poner música, como siempre hacía, y traté mil veces de entablar una conversación normal con Alexander que tuviese que ver con cualquier tipo de tema menos el del embarazo, porque sabía que su ansiedad iba a aumentar, si es que podía incrementarse más.

Aparcó cerca de las grandes puertas de vidrio de la clínica y me ayudó a bajar del auto. Entrelazó su mano con la mía mientras, esta vez a pasos relajados, nos dirigíamos hacia la recepción.

Me paré a su lado cuando nos encontrábamos pidiendo la habitación. Él apresó mi mano más fuerte, dándole pequeñas caricias con su pulgar, pero yo sospechaba que lo hacía más para calmarse él que a mí.

Yo sabía que él tenía miedo de enfrentarse a todo esto, sabía que tenía miedo de no saber cómo ser padre, pero aunque yo no se lo hiciese saber, tenía la completa certeza de que Alex sería el mejor de los papás. El simple hecho de importarle a tal manera su futuro papel lo hacía ser el mejor. Él era duro hasta con él mismo, era rudo con todos y hasta conmigo a veces, y eso era lo que amaba de él: jamás había cambiado conmigo. Me aceptó como soy y yo lo acepté con todo y su rudeza. Pero sabía, ponía mis manos al fuego por la seguridad que me embargaba, que él iba a ser lo más dulce del mundo con los bebés.



#1778 en Novela romántica

En el texto hay: amor, empresario, rough

Editado: 28.07.2021

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