Rough

OUTTAKE 1

"Mía Rough"

Alexander Rough

No esperé a que la alarma sonara para levantarme. Últimamente Emily estaba trabajando como podía y los niños consumían mucho tiempo.

Abrí los ojos y el ventanal de nuestra habitación fue lo primero que capté. Otra vez habíamos olvidado cerrar las jodidas cortinas. Menos mal que aún el cielo estaba oscuro. Bajé la mirada y encontré mi esposa acurrucada contra mi costado. Su cabello esparcido en las sábanas grises de muestra cama. Ella en un pijama que constaba de unas panties y mi camisa de universidad era algo que gustaba mucho.

Mis dedos se metieron en su cabello, apartando un poco del que se encontraba en su rostro. Tenía unas pestañas que tocaban su pómulo que me gustaban mucho también. Bajé mi rostro para dejar un beso en su frente y retirarme despacio, colocando mi almohada para evitar que despertase.

Aunque si, ella notaba cada vez que me iba. Hoy no sería la excepción. Su mirada risueña me siguió cuando pude ponerme de pie y me volví a inclinar para repetir la acción del beso en la frente.

—Duerme— le susurré. Faltaba cerca de una hora para que ella tuviese que estar de pie.

Ella se acurrucó contra la almohada otra vez y fue entonces cuando me metí en el baño mientras me quitaba la única prenda que tenía puesta.

El agua caliente relajó mis músculos. El frío de la ciudad se colaba por todas partes. Eso era algo que no me gustaba demasiado. Creo que me había acostumbrado al clima de Atenas el último mes.

No iba a tardar demasiado en decidir irme con mi familia otra vez, de eso estaba seguro.

La empresa estaba yendo bien, las dos. Yo estaba al mando de Syer & Rough corp desde el nacimiento de los niños. Emily lo manejaba conmigo medio tiempo, porque quería estar para nuestros hijos el resto del día.

Los llevábamos al colegio en la mañana y nos íbamos juntos a la empresa. Habían días donde los dos estábamos en una de las dos empresas, como a veces cada uno a una.

Ella buscaba a los niños y pasaba el resto de la tarde en modo mamá. Yo llegaba más tarde para hacer lo mismo.

Lo bueno de ser el jodido jefe es que manejaba mi tiempo como quería.

Me vestí con un traje azul oscuro, una camisa de botones debajo más clara y una corbata. Me senté en la cama para calzarme los zapatos. Las manos de Emily me rodearon por detrás.

—Buenos días — dijo contra mi espalda. Dejó un beso en mi nuca antes de sentir cómo su peso se iba de la cama y la vi trotar hacia el baño.

Cuando terminé con lo mío me puse de pie para arreglar los gemelos a mí camisa frente al espejo y ella estuvo de regreso. La atraje hacia mí con una sonrisa leve igual a la que bailaba en sus labios y tomé posesión de su boca. Su cabello desordenado y mi aroma en ella también me gustaba, jodidamente mucho.

Mis manos fueron a parar en su trasero.

—Buenos días, Demonio tentador — dije contra sus labios. Sentí su sonrisa.

Sus manos se metieron debajo de mi camisa, sacándola de su lugar y pasando sus jodidas uñas también tentadoras sobre mí piel. La presión Demi mano sobre su trasero dejó de ser leve para ejercer más presión e impulsar su cuerpo hacía mí y hacia arriba. Sus piernas me rodearon y yo las utilicé para afianzarla.

Di vuelta y caminé hacia la cama. Me senté con ella a horcajadas, sintiendo como sus manos se direccionaba hacia mi rostro y luego se iban a mí cabello, jalando como ella sabía que a mí me gustaba.

¿Que si era posible que, después de cinco años y dos bebés, yo siguiera estando enamorado de ella?

Si. Hasta los putos cojones.

Ella simplemente lo seguía siendo todo. Seguía siendo el pilar de todo en mi vida.

Mi empresa, mis hijos, mi día a día, yo mismo. Ella aún seguía solucionando cada cosa dentro de mi realidad. Era como una heroína. Yo no sabía cómo todo había cambiado tanto.

Es decir, si sabía. Pero no comprendía como ella, esa morena de metro sesenta con una boca desafiante y cuerpo bonito había logrado hacer tanto conmigo.

—Estoy hechizado. Lo sabes, ¿no?— escuché su risa y me permití seguir con los ojos cerrados. Su cara estuvo contra mi cuello al poco tiempo.

—Me encanta tu olor— dijo.

Si, cosas como esa eran lo que me tenía así. Ella misma. Seguía desafiándome cuando podía. Joder, seguía haciendo conmigo lo que quería y yo lo permitía.

El cuerpo bonito había tenido demasiado que ver, obviamente. Pero ese café lo había sido todo.

—Alexander Rough siempre huele bien, srta.— me permití sonreír en grande.

Me miró divertida.

—Sra, para tu información. Estoy casada.— levantó su mano izquierda, mostrándome la prueba de su unión conmigo.

Si, era jodidamente mía.

Desde aquel café en el aeropuerto internacional de Miami.

Tomé sus labios otra vez, queriendo alargar el momento. Se separó de mi boca.

—¿Tenemos tiempo?— preguntó. Sonreí sobre sus labios.

—Me llaman Bestia, cariño.

Emily servía el desayuno en cuatro cuencas iguales, ya enfundada en un vestido ceñido a sus curvas y un escote que estaba haciendo que me perdiera más de la cuenta

Emily servía el desayuno en cuatro cuencas iguales, ya enfundada en un vestido ceñido a sus curvas y un escote que estaba haciendo que me perdiera más de la cuenta.

—¿Tu piensas ir a trabajar así, Emily?— le pregunté.

Asintió.

—Así vuelves más temprano, si me entiendes — me robó un beso antes de darse vuelta a abrir uno de los cajones de la cocina. —Llevaré un blazer encima, tonto.



#1780 en Novela romántica

En el texto hay: amor, empresario, rough

Editado: 28.07.2021

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