-
Estaba saliendo de la ducha cuando el desayuno que había pedido hace unos minutos llegó. Me puse el albornoz y fui a tomar la bandeja. Me encontré un banquete frente a mí. Miré al chico del servicio de habitaciones.
—Yo no pedí todo esto, señor— dije apenada. Me sentía culpable porque que el chico tuviera que ir por las simples tostadas con café que yo había ordenado.
—Esto se lo mandaron específicamente a usted, señorita Syer—me dijo con una sonrisa amable. Le di el paso para que empujara el carrito dentro de la habitación y luego le di una propina. El chico dejó la habitación.
Fui a mi maleta para tomar unos shorts deportivos y una camisa deportiva para vestirme en un momento y comenzar a desayunar. Lo puse todo sobre la cama, peiné y desenredé mi cabello. Me coloqué perfume y me dirigí a la cama aún con pies descalzos para ver qué era lo que habían mandado para mí. Seguramente lo enviaba Mike por parte de la empresa.
Destapé las bandejas y me encontré con frutas pulcramente cortadas, algunos huevos revueltos y jamón, chocolate para untar y panquecas. Había una jarra de jugo y café recién hecho. Era demasiada comida.
Unos golpes en la puerta me sacaron del asombro e hicieron que mi mirada se fuese directamente hacia la puerta. Fui a abrir nuevamente a ver qué había pasado con el servicio.
Un Alexander con un sweatpant gris y una camisa cuello en V que se amoldaba en su torso fue lo que me sorprendió. Este hombre recién levantado era lo más sexy que había visto en toda mi existencia. Peligro, peligro.
Su barba se notaba un poco más. Estaba segura de que no se la había tocado desde el día que lo conocí. El cabello no iba tan peinado y pulcro como en la reunión del día de ayer, y eso le daba un aire felino. Eso y sus ojos, sus increíbles ojos azules me miraban desde su altura con mucha atención. Me hice a un lado para dejarlo pasar.
Asintió en mi dirección y de adentró. Cerré la puerta y lo miré incrédula.
—Llegué justo a tiempo—dijo dándose vuelta para encararme —Buenos días —levantó una de sus comisuras. Sus brazos se cruzaron y sus bíceps aumentaron en volumen.
Y yo no iba vestida.
—Buenos días—respondí confusa. Yo ni siquiera había terminado de arreglarme. Tenía solo la ropa interior debajo de albornoz. Tenía que sacarlo de aquí.
—Imaginé que te gustaría un desayuno simple, así que solo mandé a pedir esto, pero si deseas otra cosa solo dime— dijo mirando el banquete y luego a mí.
— ¿Tú pediste esto? —abrí los ojos. Con asombro, como se estaba volviendo costumbre desde que entablo conversaciones con este sujeto. Levantó sus hombros y los bajó para restarle importancia a su gesto,
—Quiero desayunar contigo—se justificó. Me miró serio, respondiendo con la simpleza que lo envolvía. ¿Todo era tan simple y fácil para este hombre?
Asentí de espacio. Bien, no había nada malo en compartir un simple desayuno con él.
Reanudé mis pasos a la cama y volví a montarme en ella, tomé un tenedor y comencé a comer, tomando un poco de frutas. Miré a Alexander que no se había movido de su lugar.
—¿Qué esperas? —dije con un atisbo de sonrisa por mi boca llena. —Se enfriarán los pancakes.
Se sentó a mi lado después de unos segundos de sopesarlo, comimos tranquilos. La comida estaba realmente rica. No hubo mucha conversación. No sabía qué decir, no sabía en realidad qué estaba haciendo él en mi habitación. No terminaba de comprenderlo. Esto es peligroso en absolutamente todos los sentidos.
Lo miré. Hasta comiendo se veía sexy.
Subió la mirada y se dio cuenta de lo que estaba haciendo, sin embargo continuó comiendo sin hacer nada o decir nada al respecto.
Cuando terminamos de comer, él tomó la bandeja del desayuno y lo dejó afuera de la habitación para que lo retiraran luego. Se volvió dentro y se detuvo en el umbral de la puerta del baño, donde yo me estaba lavando los dientes.
—¿Qué? —dije aún con el cepillo de dientes en mi boca.
Negó con la cabeza, haciéndome saber que no era importante. Se quedó ahí el resto del tiempo.
No sabía cómo sentirme con eso. Era un momento muy íntimo y personal para alguien, pero por alguna razón no me afectaba mucho el que él lo presenciara.
Me enjuagué la boca y me sequé. Pasé a su lado, salí del baño y tomé mi iPad Air para ver el horario de hoy. Eran las 8:30am, tenía algo de tiempo antes de la reunión de hoy.
—Todavía quiero saber qué es lo que haces en mi habitación— le dije mientras tendía mi cama.
—Te lo dije. Quería desayunar contigo— me miró con los brazos cruzados sobre su pecho.
—Bien, ya lo hicimos. ¿Podrías darme un tiempo para terminar de arreglarme para la reunión? — dije comenzando a ponerme nerviosa. —Ya me viste lavarme los dientes, el rostro y tender mi cama. No esperes quedarte para ver el resto. Es algo que quiero hacer sola.
—Puede esperar—se acercó a mí. —La reunión, me refiero.
—Es en una hora y media—me excusé.
—No va a comenzar hasta que yo no llegue, así que tenemos todo el tiempo del mundo—lo tenía a centímetros de mí — ¿Tuviste tiempo para pensar? —dijo mientras tomaba mi mentón y hacía que me centrara en su cara. Era muy, muy atractivo. Podía ver cómo desde el cuello de su camiseta salían unas figuras que no sabría describir, pero seguramente formaban parte de un tatuaje más grande.
Era ancho, todo él.
¿Que si había tenido tiempo para pensar? ¡Yo no había pegado un ojo en toda la noche gracias a sus insinuaciones! Qué descaro. Qué descaro venir a mi habitación como dueño y señor de todo a intimidarme como lo estaba haciendo.
Bueno, dueño y señor de todo si era. Por lo menos del hotel.
Me puse roja porque este hombre imponía con una sola mirada. Y vaya que eran profundas. Me quedé en silencio. Nuevamente denotó un permiso con sus ojos e hizo un leve asentimiento para acompañar su pregunta implícita en el gesto.