Emily Syer
Podía decir que para sorpresa de muchos, incluyéndome, la apertura de la nueva sucursal de R. R. A. Corporation, había sido un total éxito. Los primeros meses fueron un total caos, pero no en el mal sentido, sino todo lo contrario. Estaba saturada de trabajo.
Me debatía entre dejar mi fuerte personalidad alegre para dejar claro mi nivel de autoridad frente a una empresa tan grande.
El éxito fue tanto que las deudas que me asustaban al principio se disiparon en los primeros dos meses y la aceptación en el mercado había sido casi espontánea.
Había establecido estrictamente un horario para que mi vida se manejara eficientemente sin tener que ser una esclava en el trabajo, por lo que siempre iba a casa pasadas las 6 de la tarde, como máximo.
De eso habían pasado 6 meses.
―Bien, sin mas nada que agregar, procederemos a realizar la firma del contrato―Dicté.
Había logrado un contrato más, esta vez se trataba de inversionistas griegos, por lo que me encontraba en Atenas, Grecia.
Procedimos a brindar por el nuevo logro y posteriormente a hacer la despedida formal, mi vuelo de vuelta a Miami estaba pautado para el siguiente día.
Me subí en el auto que había alquilado lo que duraba mi estancia aquí y conduje hasta llegar al hotel donde me hospedaba, perteneciente al hombre que había conocido meses atrás. Mi teléfono vibró con el tono de un mensaje nuevo.
¿Qué tal los griegos?
No pude evitar sonreír por el echo de recibir el mensaje.
Como podrás imaginarte, parecen salidos del Olimpo. He considerado retrasar un poco mi vuelo, ¿sería una buena idea?
El solo imaginarme su rostro estaba haciéndome el día. Alexander no tenía tanta paciencia.
Si no estás aquí mañana, yo mismo voy a buscarte.
Sonreí y guardé mi teléfono para terminar de empacar mis cosas.
―Necesito los informes en 10 minutos sobre mi escritorio, Amanda ―demandé simple.
―Por supuesto, Em ―contestó amable mi ayudante personal ―ya están saliendo.
Sonreí por la expresión. Entré a mi oficina y, dejando mis pertenencias sobre uno de los muebles, me dirigí al gran ventanal para apreciar la ciudad. Me tranquilizaba y reconfortaba al mismo tiempo. Me había costado asimilar que el tiempo de estar experimentando todas éstas cosas asociadas al trabajo real estaban justamente sucediendo. Ahora solo respiraba profundo y me preparaba para cerrar el próximo contrato, como dicen por ahí.
Luego de uno minutos la puerta se abre para mostrar a Amanda con los papeles que había solicitado.
―Gracias―dije de vuelta. Y le sonreí. Hacíamos un buen equipo.
Me dirigí nuevamente al escritorio y sin más, continué trabajando.
―Supongo que si me aparezco en tu oficina no es sospechoso, ¿cierto?―dije cerrando la enorme puerta de roble oscuro en la gran habitación con una media sonrisa, mientras Alexander levantaba la vista y dejaba a un lado los papeles que revisaba.
―Seguro que no, ¿qué sucede?―respondió.
―Por ahora nada―dije ―cerré un contrato con griegos, hice un montón de trabajo y quise despejarme un poco. ¿Qué tal tu? ―dije sentándome en la silla frente a él.
Su mirada penetrante siguió siendo igual o mas penetrante.
―Todo marcha bien ―respondió ― Dentro de poco termino―me dijo.
―Bien, te esperaré.
Al apagar su computadora unos minutos después, se levantó y tomó su maletín para luego asentir en mi dirección y posteriormente, salir de la empresa.
Le comenté que hoy había utilizado los servicios de James, mi chofer. Por lo que no traía auto.
Nos montamos en el suyo y condujo a la salida, mientras yo encendía el aire y colocaba un poco de música.
―Cuéntame del contrato―dijo.
―Bueno, dentro de 2 meses vamos a comenzar con la construcción del Resort/spa en Mykonos, así que trabajaré a la par con la cabeza del asunto, Kiryacos Argiros, por las o menos 3 meses, o lo que sea necesario ―dije mientras revisaba los correos en mi teléfono.
―¿3 meses?―preguntó mientras giraba para entrar en su residencia.
―Mmh―asentí.
Aparcó y bajamos en silencio, como normalmente era.
Dejó las llaves en el cajón de la mesa de entrada y comenzó a quitarse la chaqueta del traje para luego arremangar su camisa hasta los codos.
Quité mis tacones y me dirigí a su cocina por alguna bebida fría. Se sentó en el taburete y le pregunté sobre su día.
―Estuvo bien.
―¿Solo bien, Alexander?―pregunté mientras sacaba hielo del congelador y lo ponía en la licuadora para hacer un granizado de fresa.
―Si. Supongo que estuvo normal, estoy lleno de trabajo y toda esa mierda ―suspiró. Frotó sus ojos y se levantó con dirección al pasillo. Seguramente se cambiaría ―me duelen los ojos como... la mierda ―oí que susurró.
Sonreí. Siempre esas palabras en su boca.
Coloqué la fresa junto al hielo y le puse un poco de azúcar y agua antes de presionar el botón. Tomé dos vasos de vidrio altos y serví uno para Alexander y otro para mí. Los coloqué en la encimera.
Alex salió con sus lentes puestos y un pantalón de pijama.
Con. El. Torso. Desnudo.
Gemí en mi mente.
Le ofrecí el vaso e hicimos el famoso "salud".
―¿Qué comeremos, Sr. Rough?―dije tomando nuevamente de mi vaso. ―Sugiero Pizza―terminé de decir.
―Comimos pizza la semana pasada, Emily― dijo con la mirada seria hacia mí.
―¿Y? ―dije incrédula ―Comer Pizza no tiene horario, Alex. La pizza tiene beneficios, por si no lo sabías aún. Y no me digas Emily cada vez que me dices algo ―dije frunciendo el ceño.
―Por algo ese es tu nombre, ¿Cuál es tu problema?―dijo.
―Siempre me suena a regaño, a riña ―concluí.