Rowena

Capitulo 51

—Mantén esto entre nosotras —dijo Rowena en voz firme, mientras su mente trabajaba apresurada—. Si sabemos con qué juegan, podremos responder. No la muestres a nadie más.

Fyra asintió, pero la expresión en su rostro leía miedo puro. Rowena la dejó marchar con la instrucción de fingir normalidad. Dentro, la culpabilidad se retorcía en su estómago: la nota era un recordatorio de que los fantasmas del pasado, si no se apaciguaban, siempre encontraban voces.

★ ★ ★

La mañana se volvió tarde sin que Rowena tuviera tiempo para procesar. En un corredor lateral, Hermana Lysa la esperaba en silencio. Lysa había observado desde lejos, ayudado en lo práctico, advertido en lo sutil. Había una lealtad en ella que no era política: era de quienes comparten votos y secretos.

—Rowena —dijo Lysa con voz templada—. He oído rumores sobre lo que haces y he visto las caras que te saludan con gratitud y las que te miran con miedo. ¿Qué lugar ocupa tu alma en esto?

Era una pregunta sin dobleces y directa. Rowena supo que, ante Lysa, las máscaras no funcionaban; la mujer veía con la sencillez afilada de quien ha elegido la verdad como oficio.

—Mi alma —replicó Rowena con una franqueza que sorprendió a ambas— está en los que no tienen voz. No puedo permitir que se pierdan por la indecisión de otros.

Lysa la miró con reproche, pero sin ira.

—¿Y a qué precio? —preguntó—. Cuando se utilizan las mismas armas que los que oprimen, la línea entre victimario y salvador se borra. ¿Has pensado en las manos que se han tocado por debajo de la mesa? ¿En los hombres que sufrieron para que tú tengas cartas que jugar?

Rowena sintió una punzada en el pecho. Las manos de Lysa no eran de acusación, sino de advertencia maternal.

—No tengo alternativas —murmuró—. Si no empujo, otros perecerán. Si actúo, quizá yo pierda algo que nunca sabré cómo recuperar.

Lysa cerró los ojos por un instante.

—Entonces recuerda al menos esto —dijo con voz suave—: no te conviertas en aquello que prometiste combatir. Guarda un refugio para ti, Rowena. Guárdalo con la misma diligencia con la que guardas favores.

La conversación dejó marcas. Rowena apreció la compasión detrás de la reprimenda, pero recibió al mismo tiempo la certeza de que, en su búsqueda, los límites se le difuminaban. Lysa se marchó dejándole una bendición y una promesa no verbalizada: permanecer vigilante.

★★★

Capitán Thar estaba lejos de las cámaras y de las advertencias morales. Tenía la mirada fría del que busca pruebas, no excusas. El manifiesto con el nombre Corvo había despertado en él la obligación de tirar del hilo. Siguió pistas, habló en voz baja con proveedores, revisó cuentas. Todo lo condujo —como un imán hacia la mugre del puerto— a una taberna encorvada junto al muelle: la Sirena Rota.

La taberna olía a sal, cerveza rancia y madera vieja. Hombres con las manos tatuadas charlaban sobre sus penas; una mujer en la esquina jugaba con una moneda. Thar se sentó en una mesa apartada y observó, paciente. Tomó nota de las conversaciones mal embocadas hasta que un viejo contramaestre, con peor memoria que vergüenza, dejó entrever el nombre de Rowena ligado a ciertos envíos de hace años: paquetes con destino desaparecido, contratos firmados con sellos que ya no existían.

—La vi en la plaza —dijo el contramaestre en voz baja—. Muchacha con estola, mirada dura. Trajo papeles y sugirió que algunas manos callaran por un pago. No era nobleza puro, pero mandó.

Thar sintió el aire cerrarse. Había algo más: el contramaestre describió un medallón. Pequeño, de hierro, con una marca única. Thar recordó vagamente una historia que en el muelle decían en susurros: la llamada "medalla de los que pactan". Era un símbolo, nada más. Pero para alguien como Thar, era hilo para atar el ovillo...



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En el texto hay: mentiras, reina, ambicion

Editado: 20.12.2025

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