Alcalde Enrique Figueroa
Después de la llamada, estuve encerrado en el cuarto esperando la ayuda que me fue prometida. No sé cuánto tiempo estuve sentado en la esquina más lejana de la cama donde estaba el cuerpo de la joven, me mantuve alerta por si alguien venía, aunque era casi imposible por que ya era de madrugada y porque no había nadie en servicio hasta más tarde para servir el desayuno. Creo que pasó una media hora cuando escuche pequeños golpes en la puerta.
Con pasos dudosos me acerqué a la puerta, puse el pasador, solo por si las dudas era otra persona. No quiero que esto se alargue más, mis manos están sudorosas y temblorosas cuando tome el picaporte y lo giré con la intención de abrir, al hacerlo un tipo de complexión fornida me recibe, traía consigo una chaqueta negra con la capucha encima de su cabeza lo cual dificultaba identificarlo.
-Disculpé la interrupción señor, vine a reparar el bote-dijo con voz ronca-. Escuche que tuvo una fuga.
-¿Te ha enviado la directora Reinginald?-pregunté aún recargado en la puerta, si no es a quien necesito cerraré la puerta sin pensarlo dos veces. Pero vi como asentía y rápido le quité el pasador a la puerta para que ingresara. Reviso el pasillo, solo para asegurarme que todo estuviera seguro. Volví a cerrar la puerta y el tipo solo se paró enfrente de la chica, observando la situación.
Me acerqué también y solo ahí pude observar que en la comisura de su labio estaba cubierto de algo blanco que pareciera espuma. ¡Mierda!
-Esto no tomará mucho tiempo-dice mientras gira su cabeza hacia donde estaba.
Observó como abre la mochila que trajo consigo y saco algo negro que después de un segundo supe que era una enorme bolsa negra, la cual extendió sobre el suelo, para después cargar fuera de la cama a la chica y la coloco sobre la bolsa.
Acomodaba gentilmente sus brazos y piernas, y solo pude ver estático como cerraba lentamente el cierre de la bolsa permitiéndome ver por última vez el rostro de la joven que parecía tan apacible. Una vez hecho eso, saco un frasco y un trapo blanco, lo mojo y comenzó a limpiar el lugar.
Sacaba otras cosas de la mochila que no pude descifrar que eran, pero él recogía algunas cosas del lugar y las colocaba dentro de bolsas transparentes. Me pregunto si habrá recogido la caja donde estaban las jeringas, pero no pude preguntarle por qué las palabras ya no salían de mi boca.
Pasaron veinte o tal vez treinta minutos cuando él me ve y asiente, pero yo solo podía observar la bolsa donde se encontraba la chica, mis manos estaban cruzadas sobre mi pecho, pero en un movimiento de ansiedad y nervios empecé a morder las uñas de mi brazo izquierdo, sentía las grandes gotas de sudor recorrer mi rostro estrujado gracias a la situación, mi corazón aún latía desbocado. Mis pies no dejaban de moverse nerviosos.
¡La mataste! ¡La mataste! ¡Asesino! ¡Asesino!
Las voces en mi cabeza hacen aparición nuevamente y como era costumbre no iban a dejar de torturarme y no lo harán por lo que me resta de vida, todo en consecuencia de mis acciones.
Narrador Omnisciente
La mañana se acercaba y como dice el dicho "Al que madruga, Dios lo ayuda".
Pero definitivamente Dios quería ayudar al gran tipo con la capucha negra el cual cargaba una mochila y con profunda pesadez arrastraba una enorme bolsa por los estrechos corredores que poseía el tan lujoso yate. Trataba sin éxito, jalar con más fuerza la bolsa, pues que sabría él que una persona pesa aún más cuando está muerta. Comparado con que usaba todos los recursos necesarios para no hacer el suficiente tipo de ruido para que ninguna persona lo escuchara.
El problema es que una fuerza mayor a él o a todos ellos, quería que fuese descubierto.
Porque podrían ser cuarto para las cinco de la madrugada y nadie sospecharía que alguien estuviera despierto y rondando por el lugar.
Bueno a excepción de Darius, que seguía despierto con la misma ropa que la noche anterior, y parecía que no había pegado los ojos en toda la velada.
Pero que podía pasar si daba una vuelta por el lugar, bueno, es que siendo razonables no es que hubiera algo más interesante que el absoluto silencio que había en el lugar y el basto mar que lo rodeaba.
Bueno, se retractó en la parte del absoluto silencio cuando escucho algo que captó su atención. Con pasos cautelosos se acercaba al lugar y abruptamente se detuvo cuando vio a un tipo arrastrando lo que parecía una enorme bolsa. Sorprendido dio dos pasos atrás y se escondió en la pared cerca de la puerta para observar mejor lo que sucedía.
Con miradas curiosas miraba, todo bien hasta que el tipo de golpe se detuvo, y se giró hacia donde estaba él. Darius como reflejo se escondió justo a tiempo para que no fuese descubierto.
Mientras tanto el tipo con la bolsa observaba la entrada de la puerta, puesto que sentía que era observado por alguien, pero al pasar los segundos y ver el lugar despejado volvió a su trabajo. Darius volvió a fijar su vista en el sospechoso tipo que ahora cargaba con dificultades la bolsa y la ponía con cuidado en el piso de la lancha. En su mente se preguntaba si esa lancha estaba ahí desde que llegaron al lugar. Quién sabe.
Después de unos segundos que parecieron horas se escuchó el sonido de un motor siendo encendido y supuso que era el de la lancha. Y fue así como Darius observaba como iba desapareciendo esa lancha de su campo de visión.
Cuando se alejaron lo suficiente del yate el formidable tipo se detuvo y tomo de su mochila unas largas y pesadas cadenas para entrelazarlas alrededor de la bolsa y después de unos minutos e intentos por fin logro tirarla al mar. Siendo completamente sincero él no tenía idea de lo que iba a hacer o a lo que se iba a enfrentar cuando recibió las órdenes, pero que más podía hacer si ella le pedía algo.