Royal Boutique

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Narrador Omnisciente

Mientras una chica daba las gracias sin saber en qué problemas se metía, dentro de la compleja mansión de la familia Reinginald las cosas no pintaban salir muy bien para ser temprano por la mañana.

Porque mientras el servicio de empleadas aseaba las extensas habitaciones con sumo cuidado como era habitual, nada fuera del protocolo pasó hasta que llegaron a la habitación del hijo predilecto de Claudia.

La jefa de las empleadas supervisaba que todo el trabajo fuera bien realizado y sin problemas hasta que, encontró una carta en la mesa del centro. El joven Adam había dejado deliberadamente la carta para que fuese encontrada y llevada a su madre, el joven era astuto porque tenía conocimiento que cualquier cosa fuera de lo normal era inmediatamente comunicado a su madre.

“Carta de renuncia” decía en el sobre con letras grandes, la jefa de las empleadas solo pudo sostener con temor ese pedazo de papel sabiendo muy bien como eso iba a afectar el ambiente en ese lugar. Tragándose sus pensamientos no dudo en apretar el papel en sus manos y salir a paso apresurado hasta el estudio de la señora de la casa. La señora Claudia no se lo tomaría bien.

Con temor toco dos veces la puerta del estudio y camino hasta donde la señora, la cual estaba recostada en uno de los sillones que había ahí. Sostenía con elegancia un abanico que sin duda valdría más que su sueldo de todo un año, aun sin decir nada le extendió la carta y los ojos de la empleada se clavaron en el suelo temiendo las represalias.

—Señora, encontré esto mientras limpiaba la casa…

La cara de Claudia se deformó desvaída al leer las letras en negro sobre el papel, pero perdió más color cuando vio el contenido de dicha carta. En ella su mayor orgullo le explicaba que abandonaría su puesto como regente del hotel el cual poseía al igual que mencionaba que esperaba paciente su respuesta. Con enojo sabia Claudia el motivo de tal cosa, cierta persona era la causa de las decisiones de su inocente hijo aun así no era motivo para que hiciera tal acto como renunciar a un patrimonio que con mucho esfuerzo ella le había dado.

Salió de su estudio para dirigirse con pasos furiosos a aquella que era la habitación de su amado hijo, preguntándose como había permitido que cierta persona se metiera en la cabeza de Adam. Siendo seguida por la jefa de empleadas arribó al lugar, todas las empleadas dejaron de hacer sus deberes y agacharon la cabeza.

—Sus pertenencias están aquí intactas—informó la empleada acercándose a Claudia.

—¡No hay necesidad de limpiar, nadie dejará esta habitación!—gritó la gran señora para salir disparada de la habitación, la ira la consumía pero ya arreglaría esta situación a como diera lugar su hijo no abandonaría esta casa.

……

Dominica después de su secreto encuentro con Tristán llamó al alcalde para que hiciera un lugar en su apretada agenda alegando que tenía algo de suma importancia para discutir con él, sin rechistar le dio la única hora que tendría libre ese día y la espero en su oficina con un café caliente.

El alcalde esperaba ansioso la llegada de la señorita, no ansioso por tener que verla después de lo que paso sino porque ella le hablaría de algo y eso lo consumía de nervios traicioneros. El teléfono de su oficina sonó sacándolo de sus pensamientos al igual que la voz de su secretaria informándole que su visita había llegado. Respiro repetidas veces tratando de lucir apacible y tomo asiento en su silla de la misma forma acomodaba su traje pasando sus manos por este.

La imagen de la señorita Dominica lo recibió, a pesar de tener 29 años la joven poseía una cara de una mujer entrando en sus veintes, sus ropas finas nunca la dejaban pasar desapercibida. Una falta larga entubada con un saco el cual era la mitad negro y la otra mitad gris al igual traía sus zapatillas negras. Su cabello corto fielmente peinado hacia atrás y un pequeño bolso negro, su rostro no era el de una mujer amable era el de alguien que haría hasta lo imposible para conseguir lo que desea.

Un concepto que iba muy de la mano de la señorita que sin pedir permiso tomo asiento en el sillón de la oficina cruzando sus piernas con elegancia y deshaciéndose de su bolso arrojándolo a un lado de ella.

—Quiero que usted me redacte un acuerdo por escrito—soltó sin preocupación.

Mientras que el hombre dentro de esa oficina empezaba a sudar, pero volvió a respirar profundamente para dirigirse hasta donde estaba la señorita.

Una vez que tomo asiento clavo su vista en el espumeante café que ninguno de los dos se había indignado a tomar.

—¿Qué quiere decir con eso? —preguntó hostil mirando a la joven—. Yo todavía no soy el encargado del proyecto si es eso lo que usted piensa…

—No me importa, porque aun así quiero que me escriba un tipo de testamento.

La joven no era idiota, a veces sabía como moverse sin ayuda en segundos. Tener bajo su control al alcalde le resultaría útil en algún momento, saber lo él mató a una joven era un plus que no tenía contemplado, pero también lo iba a usar en su contra si llegase a revelarse.

Todos en la familia Reinginal sabían de la importancia que era adquirir el trabajo de tener bajo control la construcción de la nueva “Ciudad Roja”. La compañía de la familia era la predilecta para hacerse cargo de todo eso al ser la mejor y más reconocida constructora de todo el país.



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En el texto hay: traiciones y mentiras, traiciones, dinero y poder

Editado: 29.09.2020

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