Emily Fairchild
Ander salió de la oficina siendo seguido por los empleados por lo tanto el alcalde y yo somos los únicos sentados en mí oficina, y debo decir que su visita no me agrada, no después de lo que ha pasado. Personas como él siempre traman algo o son de esos que necesitan un plan de respaldo para sus atrocidades y estoy casi segura de que es por eso que está aquí hoy.
Movió su cabeza viendo que no hubiera nadie más en el lugar, en el momento que regresó su vista al centro del lugar, de la bolsa dentro de su negruzco saco de vestir saco su teléfono desbloqueando la pantalla con dificultad.
—Señorita Emily, unas personas tratan de chantajearme con un video que han mandado a mi correo personal está mañana—comenta acercándose con el teléfono en mano y lo coloco en la mesa de cristal en medio de ambos, descrucé mis brazos y lo tomé para verificar sus palabras—. Ya sabe usted como son estas personas de ahora, ofrecer dinero no hará que se mantengan en silencio. Esto me puede perjudicar a futuro.
En la pantalla de su teléfono corría un video donde el alcalde estaba con una chica en el cuarto del yate.
La cinta siguió corriendo hasta que paso lo que sospechaba, bueno, al menos algo así porque no pensé que él había matado una chica por inyectarle porquerías. Ahora estaba segura de que Dominica mando a Tristán a deshacerse del cuerpo y limpiar el lugar para que nada culpara al alcalde. Tenía las sospechas de que algo malo debió suceder para que Tristán interviniera.
Ahora entendía por qué Dominica estaba tan segura de que Enrique la apoyaría, lo tenía bajo su poder gracias a ayudarlo a limpiar su desastre. Pero la pregunta es, ¿Por qué no me lo contó?
Tiene sentido la llamada que me hizo esa noche, sonaba alterado, está fue la razón. Tiene mucho sentido que trataran de matar a la chica que salvo Ander anoche, si el alcalde estaba coludido con Dominica debió pedirle ayuda y está debió ver a la chica como una amenaza para ambos.
No está demás decir lo que le debió pedir a cambio de esos favores.
—Señorita Fairchild, debió ser difícil muy estresante para usted que no le haya llamado en estos días, ¿cierto?—se regocijó cruzando sus piernas—. Me descuidé de usted porque la señorita Dominica seguía molestándome, porque todos sabemos que nadie puede eclipsarla.
Deje el teléfono en la mesa y una vez más cruce mis brazos mirando despectivamente al alcalde mientras movía mis dedos con lentitud.
—Yo sugiero que busquemos a esa persona y la mantengamos a raya, ¿qué dice?—bueno, no es tan idiota como pensé. Ahora si quiere mi ayuda—. Después de eso, usted y yo avanzaremos con el proyecto de la “Ciudad Roja”
Estoy segura de que le pidió lo mismo a Dominica y le dijo lo mismo, no se puede confiar en él y si llegas a hacer tratos deberían tener un ojo sobre su cabeza.
Río mofándose de la situación, pero solo consiguió una risa sin diversión de mi parte mientras negaba con la cabeza. Su semblante cambió lentamente desvaneciendo la estúpida sonrisa que se cargaba desde que llego a mi oficina.
—¿Qué pasa con esa reacción?—preguntó buscando señales en mi cara que indicaran que era una broma—. Te estoy dando otra nueva oportunidad.
—¿Por qué debería estar de estar construyendo esa ciudad contigo?—mis ojos no abandonaron los suyos en ningún momento y es que la verdad era que en cualquier momento puedo hacer que un nuevo alcalde tome el control del proyecto y evitarme problemas.
—¿De qué habla?—ahora ya no sonreía, estaba nervioso—. Hemos estado trabajando por el mismo objetivo desde hace casi 5 caños…
—Sé que quieres construir esa ciudad para así poder postularte como presidente, ya sabe, un gran acto que beneficie a la ciudad le da puntos para la presidencia—una mueca surco sus labios torciéndolos—. Recuerde que fui yo quien le dio a usted ese sueño, usted no veía más de lo que su nariz le daba. Usted era un simple político sin conexiones, yo lo presente a las personas que hasta hoy lo respaldan, se podría decir que lo vestí y di de comer. Le enseñé a caminar y hablar como debía ser y todo para que nadie viera por encima de usted.
No iba a parar porque era la verdad, era algo que no iba a poder negar.
—Desde que se postuló y quedo nominado como candidato a la elección, estuve allanando su camino con mi dinero. Pero después de todo eso, me apuñaló por la espalda—la burla con la que había estado hablando ceso por completo al igual triunfante sonrisa—. ¿Por qué cree usted que no había dicho ninguna palabra hasta ahora?
Estaba tan concentrada que no noté como sus ojos se movían ansiosos y mordía la uña de su pulgar derecho.
—Por que mientras usted jugaba con Dominica, yo consideraba cambiar de peón, cambiarlo por un nuevo alcalde que me resultara más leal y eficaz. ¿Por qué tan callado? No me diga, ¿ahora está preocupado? Viendo como no pensó en mí en estos días…
Sus ojos estaban matándome.
—Salga de mi oficina—ordené—. Ya sea que se publique el video, te señalen como asesino y te arruinen la carrera que yo construí… o que me tome la molestia de eliminar el video desde raíz y darle una nueva oportunidad, necesito pensármelo.
El alcalde Enrique soltó el aire que tenía retenido mirando al suelo mientras apretaba con fuerza sus manos las cuales estaban entrelazadas.