Royal secrets: la sombra tras la corona

1.

Summer.

La calle está vacía; no hay ni un asomo de alguien que pase por ahí, lo que hace que se sienta muy extraño.

Llegan a un callejón que Summer nunca en su vida había visto, a pesar de que vivió ahí por más de diecisiete años. Observa todo con una atención meticulosa, cuidando que no se le escape ni un solo detalle. Intenta ubicar en qué calle se encuentra. De pronto, hay una falta de ruido en el aire, como si el mundo hubiera dejado de respirar. Lo que es raro, porque Christopher —su amigo— no se calla ni por si acaso.

Se voltea.

Nada.

No hay nadie.

Lo que faltaba, Christopher se ha ido.

Maldice por lo bajo y comienza a caminar en busca de él, pero luego de rondar unas cuantas cuadras se pierde. No sabe a dónde está, dónde estaba o si ya pasó por allí. Transita por las calles, pensando en el problema en el que se acaba de meter: se encuentra en un lugar del que no tiene ni la más remota idea de dónde queda; cualquiera la puede reconocer como la hija del rey, o quizás ya no la reconozcan así, sino como «la chica que intentó asesinar a su propio tío». Y apenas suceda eso, la mandarán a prisión con cadena perpetua o, en el peor de los casos, la matan.

«Genial».

Sigue caminando hasta que un chico entra en su campo de visión. Sin duda no es Christopher; este tiene el cabello oscuro y es un poco más alto que él. Eso es lo único que puede notar desde donde está, pero aun así no se halla del todo segura. No pierde ni un segundo y se acerca al extraño para indagar sobre el lugar en el que se encuentra.

—Hola —saluda, sin saber qué más decir.

—Hola —repite el chico al escucharla, despegando su mirada del celular y cambiando el ceño fruncido por una sonrisa cordial.

—Te quería preguntar si sabes en qué calle estamos —va al grano. Mientras menos dure esta conversación, mejor. No puede correr el riesgo de que la reconozcan en la primera hora de haber llegado a la ciudad.

—Oh, no, no tengo idea. De hecho, yo igual estoy perdido —el extraño se rasca la cabeza, avergonzado, y el cabello negro se le desordena. Suelta una risita incómoda, como si admitir que está igual de perdido fuera humillante.

—Genial —murmura Summer, más para sí misma que para él—. Dos inútiles en la misma calle. Qué maravilla.

Él ladea la cabeza, divertido.

—Bueno… inútil, no sé, pero perdido sí. —Se guarda el celular en el bolsillo—. La señal se murió hace rato y no soy de aquí, así que ni idea de dónde estamos —admite él.

Suelta un suspiro.

—Bueno, entonces creo que adiós. Suerte ubicándote —se despide Summer y comienza a caminar por la calle desolada.

Alcanza a ver un poste más adelante, uno que tiene muchas pegatinas a modo de decoración. Sonríe ante el recuerdo de hace años, una memoria donde ella le robaba las pegatinas a Christopher y se las pegaba todas en el poste que estaba frente a la cafetería.

Frente a la cafetería.

Camina a paso rápido hacia el poste, y el viento que le golpea las mejillas es el culpable de que no escuche las pisadas que se acercan deprisa por atrás.

—¡Oye! No me dijiste a dónde vas —dice el chico extraño llegando a su lado.

—¿Debería? —pregunta Summer, aún caminando deprisa para ver lo que cree que es la cafetería que un día abrió con su mejor amigo Christopher.

El chico parece indignado.

—La pregunta es por qué no. —Se acomoda un mechón que le estorba la visión—. Estamos igual de perdidos. ¿No has escuchado lo que dicen del trabajo en equipo?

Llega al local que tan bien conoce y se le escapa una sonrisa. Sí, es la cafetería. Se queda admirando el lugar, que está igual que la última vez que lo vio: la puerta de vidrio que, sabe, hará sonar una campanita al abrirla; el cartel polvoriento que ella misma decoró para ahorrarse el dinero de un diseñador; la alfombra azul intensa que Christopher eligió. Todo sigue intacto.

Se le encoge el corazón.

—No me digas que es tu cafetería favorita —comenta él, a su lado, también observando el lugar—. Permíteme decirte que tienes pésimos gustos.

El comentario la hace girar la cabeza hacia él y negar, algo exasperada.

—Es mi cafetería —informa, poniendo los ojos en blanco.

Ve el momento exacto en que el chico abre los suyos, sorprendido, y sus mejillas adoptan un tono carmín.

—Ah. No sabía. Perdón.

Su vergonzosa disculpa la hace proferir una risa divertida que resuena en el silencio del callejón sin vida.

—Tranquilo, sí sé que está horrible. Pero lo que importa es el café, no la apariencia —se excusa, acuclillándose para coger una llave que recuerda que su amigo siempre guarda en una esquina del cartel desgastado. Tira de la punta del papel y este se suelta fácil, dejándola sacar el objeto que abrirá, literalmente, las puertas a la salvación.

Pone la llave en la cerradura y esta se abre con el chirrido de las bisagras viejas. Pasa dentro y se queda mirando cómo el chico la observa expectante desde la entrada.

—¿Vas a pasar o no? —lo apresura, aunque no sabe en qué momento tomó la decisión de dejarlo entrar.

Él sube las escalinatas de una zancada y se adentra en la penumbra que le regala la cafetería.

Se apresura a ir al interruptor y enciende las luces, dejando ver todo el recinto que no ha visto en años. Sonríe al comprobar que Christopher no ha movido ni un mueble después de que ella se marchó.

—Acogedor —murmura el chico, que se acerca a Summer y le tiende la mano—. Soy Aiden, un gusto —se presenta con una sonrisa.

Ella se la estrecha y le responde:

—Summer.

—Bonito nombre, significa verano, ¿no? —replica él.

—Sí.

—Qué bueno —dice, ya habiendo perdido el interés en la conversación.

La incomodidad de ambos se siente en el aire.

—Eh… bien, ¿quieres un café? —pregunta Summer, yendo a la cocina y removiendo los estantes, buscando el de las tazas.

—Sí, gracias —responde este, sentándose en uno de los sofás de las esquinas.



#2277 en Fantasía
#6318 en Novela romántica

En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.