Royal secrets: la sombra tras la corona

2.

Aiden.

—Sí que lo soy —replica con una sonrisa divertida, tendiéndole el café de una forma exagerada—. Su café, madame. Cuide que esta vez no se resbale con el aire.

Summer lo fulmina con la mirada y él siente cómo le sube una carcajada a la garganta. Esta chica lo divierte más de lo que debería.

—No me resbalé con el aire —resopla Summer, acomodando su largo cabello naranjo tras el hombro—. Había un charco de agua.

—Peor. Si te tropiezas con el aire es justificable porque no lo ves, ¿pero agua? Vamos, que aparte de torpe estás ciega —se mofa.

Ella pone los ojos en blanco y él suelta una risa, la cual se corta con un quejido cuando Summer estampa su pie en el suyo. Quién diría que tendría tanta fuerza… y agallas.

—No te puedes estar burlando de mí a la media hora de habernos conocido —farfulla ella, apuntándole el pecho acusadoramente; luego se devuelve a su sitio, como si no le hubiese dejado el pie doliendo por el pisotón.

—Yo estoy a favor de la confianza, no sé tú —Aiden se encoge de hombros.

—Yo estoy a favor de que los idiotas no hablen —da un sorbo a su café humeante—. Pero cada quien.

Aiden arquea una ceja, divertido.

—Entonces creo que puedo estar tranquilo —sonríe de forma juguetona, casi con malicia, mientras espera la réplica de Summer.

—Creo que no escuchaste bien —dice ella, afirmando su taza en el mostrador.

Por instinto, o quizá solo para mantener la conversación, Aiden se acerca y ubica su café al lado del de ella, apoyando la espalda en el mesón, relajado, como si el lugar le perteneciera.

—Escuché perfectamente bien —inclina la cabeza hacia ella, lo suficiente para que lo note, sin embargo, no tanto como para invadir—. Pero si quieres decirme que soy un idiota, puedes repetírmelo ahora, querida.

Para su sorpresa, Summer no se aleja. Más bien se acerca, quedando a pocos centímetros de distancia. Su perfume lo embriaga; el olor a vainilla es tan suave y, a la vez, peligrosamente adictivo. Se obliga a mantenerle la mirada, aunque le cuesta más de lo que quiere admitir no alejarse de un salto ante la cercanía de la primera chica que lo pone nervioso en mucho tiempo. Porque retroceder sería aceptar la derrota. Y no perderá ante una nueva contrincante tan rápido.

La mirada de Summer es feroz, como la de un depredador viendo a su presa. Se divierte. Vaya, y era Aiden el que hace unos segundos se divertía.

—Eres. Un. Idiota —responde Summer, con una sonrisa burlona en los labios.

Se queda mirándola. Contra su voluntad, quiere pensar. El color avellana de sus ojos transmite fuego, uno que podría convertirlo en cenizas. Sus facciones son suaves, una traición absoluta a su boca petulante. Su cabeza termina donde empieza su nariz; una estatura considerable, si se toma en cuenta la altura de sus agallas.

Justo cuando abre la boca para que de ella salga alguna excusa que le permita alejarse, la puerta de la cafetería se abre. Supone que Summer no estaba mirando hacia la puerta, porque tenía los ojos fijos en él.

Entra un chico alto, tal vez de su misma estatura o un poco más bajo, con el cabello negro ondulado y completamente desordenado. En su mano tiene una tarta de chocolate, que deja olvidada cuando su mirada se posa en ellos y en la poca distancia que los separa.

—No quisiera interrumpir, pero… ¿de qué me perdí?

Summer voltea de manera abrupta y sus ojos se abren de par en par.

—¿Christopher?



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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