Royal secrets: la sombra tras la corona

7.

Summer.

Se encuentra decorando un pastel de frutilla. Estaba con Christopher, pero hace exactamente cinco segundos se fue al baño gritando por toda la cafetería que estaba a punto de cagarse. Menos mal que no había ningún cliente que lo escuchara.

—Christopher, ¿te molestaría cerrar la puerta del baño? No quiero verte cagar, gracias —le dice Summer, dándole la espalda mientras observa el pastel.

Christopher ni se molesta y solo se dedica a sacar su celular.

—Noup, así podemos hablar mejor.

—Pero si ni siquiera estábamos hablando. —Saca una frutilla del plato y se la echa a la boca.

—Pues ahora sí. Declaro iniciada esta conversación. Comencemos con algo simple —piensa un segundo y luego pregunta—. ¿En serio te cae bien ese tipo?

—¿Qué “tipo”? —indaga Summer.

—Ese de Iden, Aden, o como se llame. —Christopher deja el celular a un lado.

—Ah, hablas de Aiden. —Estira el brazo para agarrar otra frutilla—. Y no, no me cae bien del todo.

—Gracias —resopla con sarcasmo, pero en realidad sí se asoma una pizca de agradecimiento, que se extingue enseguida cuando sigue—. Imagínate yo (un ser tan perfectamente perfecto) teniendo que soportarlo (un tipo que se jura que es misterioso), otra vez. —Lo dice como si fuera un pecado—. Inaceptable.

Summer no le presta gran atención. Está concentrada en comerse las fresas que se supone son para la tarta. Toma el plato de fresas para acercarlo. El recipiente choca con una jarra de agua, con lo que hace un gran escándalo. El líquido se vierte en el suave bizcocho cubierto con una capa de crema rosa, que en segundos deja de ser una tarta y pasa a ser un cementerio de migajas empapadas, coronadas por fresas fuera de lugar.

Analiza todo en silencio, sin saber cómo reaccionar ante la destrucción de lo que les tomó una hora y media a Christopher y a ella.

«Espero que los ataúdes no estén tan caros…»

—Chris… ¿te puedo decir algo sin que me mates? —Se voltea y deja el desastre a sus espaldas para mirar a su amigo, pero al parecer él sí le tomó la palabra y decidió entrecerrar la puerta.

—¿Qué hiciste ahora? —pronuncia las palabras justo antes de que se escuche agua corriendo y, un segundo después, sale Christopher secándose las manos en la ropa.

Summer da un paso al lado y deja a la vista la tarta. Christopher pestañea una vez sin decir palabra mientras ve en silencio. Dirige la mirada a ella y otra vez a la tarta. Cierra los ojos y suspira, obviamente intentando calmarse, lo que no funciona porque…

—Summer, tienes cinco segundos para correr por tu vida antes de que haga otro pastel contigo como ingrediente principal.

—Qué miedo. —Se queda parada a ver qué hace.

—Uno. —Él se pasa una mano por el cabello medio ondulado, peinándoselo (lo que resulta mal, porque, de lo que ella recuerda, la guerra entre él y su cabello siempre la gana este último, y esta vez no es la excepción).

Summer se va a los sillones de la cafetería y se tapa con una manta. No por miedo real, el tono de Christopher es el de siempre: no está completamente enfadado. Pero, aun así, él es más peligroso cuando improvisa algo.

—Dos, tres, cuatro, cinco. —dispara sin respirar y va a buscarla. Toma una almohada y le da un almohadazo en la cabeza (o donde se supone que está su cabeza).

—Oye, ¿no te interesaría un tratado de paz? —Se cubre la cabeza bajo la manta, siguiéndole el juego. Hace años que no se divertían los dos juntos, y si él quiere guerra de almohadas, será un buen blanco.

—Mm… déjame pensarlo. No. —Le da otro almohadazo, y otro, y otro, hasta que parece que a Summer le dio un derrame cerebral.

—¡Eres un salvaje! —grita, aunque suena más como una risa ahogada.

—Esto no es salvajismo; es vengar a mi difunto pastel de frutilla.

Se escucha un golpecito en la puerta de la cafetería y Christopher voltea. Summer sale de debajo de la protección de su manta e igual mira quién es.

—¿Sí? —Christopher se dirige a una ventana que da a la puerta y, al mirar de nuevo a Summer, se golpea la frente con la mano—. Es Aiden. Qué lindo momento para morirse, ¿no? Voy a buscar a mi ex. No me esperes.

—¡Tú ni tienes ex! —exclama por última vez, corriendo al baño y encerrándose.

¿A quién buscará Aiden? ¿A Summer… o a Evie?

«No. No, no. Piensa. No hay forma.»

Aiden las conoce como dos personas distintas. Evie no debería estar aquí. Summer sí. Tiene que ser Summer. Sí, porque si no… ¿cómo explicaría que viene a buscar a Evie a la cafetería de Summer?

Se saca los lentes de contacto que ahora siempre lleva, dejando a la vista solo sus simples ojos castaños. Se lava la cara para quitar los restos del maquillaje que llevó esta mañana y pone en su cabeza una peluca que imita muy bien el cabello largo y anaranjado que la caracterizaba antes de cortarlo y teñirlo de negro.

Sale del baño justo cuando Christopher abre la puerta y Aiden entra a la cafetería con una sonrisa que hace a su amigo poner los ojos en blanco de manera casi automática.

—Holis. —Aiden saluda con la mano y se deja caer en una mesa cercana—. ¿Me extrañaron?

—No. ¿Ya te vas? —responde Christopher con una sonrisa demasiado amplia para ser sincera, puro fastidio disfrazado.

Aiden lo fulmina con la mirada.

—Sum, tú sí me extrañaste, ¿verdad?

—¿A qué se debe tu visita? —lo corta sin llegar a responder.

—¿Qué? ¿No puedo visitar a alguien solo porque se me da la gana? Yo creí que éramos amigos. —Aiden niega con la cabeza, mostrando una decepción exagerada.

La presencia de Aiden pone claramente nerviosa a Summer. Sería tan fácil cometer un error y echar a perder todo su plan… Está en juego su futuro, y no piensa arriesgar su futuro por un chico que apenas conoce.

Era más fácil cuando Aiden solo conocía a Summer, una chica con la que habló en la calle y luego se fue a quedar a su cafetería por una semana. Pero ahora conoce a Evie, una chica que tiene como propósito reinar, al igual que todos los de ese salón de clases. Ha convivido con ambas, y un solo error… le puede costar muy caro.



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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