Summer.
—¿Y…? ¿Me dirás o no? —vuelve a preguntar Aiden.
Hace poco más de diez minutos la ha estado molestando para que ella revele cómo conoce a Christopher. Mira la hora en su celular, implorando en su mente que ya sea la salida.
—Me lo has preguntado como cien veces en los últimos diez minutos —apunta Summer—, y no he cambiado de opinión: no.
Aiden resopla y se levanta de su asiento.
—Está bien. Te dejaré en paz… —sonríe ante lo que, supone, se le ha ocurrido recién—. Solo si aceptas algo.
La curiosidad le gana.
—¿Qué cosa?
—Uhmm… pensaba que si querías acompañarme a un lugar —propone, mirando de manera despreocupada por la ventana al lado de su asiento.
—¿Qué lugar? —inquiere con cierta curiosidad.
—Dime algo, Evie. ¿Hace cuánto llegaste a la ciudad? —sus ojos marrones se clavan en ella, y la intensidad la hace apartar la vista inconscientemente.
—Unas semanas antes de venir a las postulaciones —contesta—. ¿Por qué?
Aiden arregla sus cosas y se acomoda la mochila.
—Perfecto.
Summer le dirige una mirada confundida. Él se queda parado a un lado de la puerta, observándola.
—¿Qué? —replica, riendo apenas, sin saber si reír o ponerse seria.
—¿Quieres dejar de preguntar? ¿Vienes o no?
Suspira y piensa. ¿Va a ir? Lo más lógico es no hacerlo. Pero ella nunca se deja llevar por lo lógico. Y tiene curiosidad; sabe que Aiden no le haría daño… y no sabe por qué lo cree. Él es un loco que se obsesionó con descubrir qué oculta. No tendría que ir, pero…
—Te acompaño —confirma, y Aiden le sonríe, dejando a la vista los hoyuelos de sus mejillas.
♛♕
Caminan un rato; no sabe dónde la lleva, pero lo sigue. No han salido de la ciudad y, aun así, no reconoce ni una sola calle por la que pasan. Nunca ha salido demasiado en las noches.
—Ya —reclama, alargando la última letra—. Dime dónde vamos.
—No te hagas muchas ilusiones —Aiden se rasca la parte trasera del cuello, pareciendo algo nervioso, lo que es inhabitual en él…—. ¿Te gustan los libros?
—Detesto leer. —Todas esas páginas le recuerdan a los montones de libros que le hacían leer en el palacio. Más de una vez se había dormido del aburrimiento, despertando sobresaltada cuando el pesado tomo se le estrellaba en la cara.
Aiden hace un gesto de indignación, pestañeando con incredulidad. Dan la vuelta a la calle y él se detiene frente a dos puertas grandes que no se diferencian de las demás puertas de metal, viejas y sucias.
—¿Hablas en serio? —pregunta él, sosteniendo la manija, igual de metal.
—Muy en serio.
—Perdón —no parece nada arrepentido. Abre una de las puertas y hace una reverencia exagerada para que ella avance.
Summer entra y lo primero que captan sus ojos son… libros. Muchos libros. Hay montones de repisas, cada una repleta con más libros. Desde donde están se pueden distinguir tres pisos más, que, según lo que parece, también tienen estantes llenos. Todo está iluminado por lámparas colgantes que tiñen el lugar de un color cálido. También se ven ventanas, pero están cubiertas con una gran cortina amarilla. Hay sillones y mesitas.
Todo es muy acogedor… Nada parecido a la parte de afuera. Esto es hermoso. Aunque sería mejor si a ella le gustaran los libros.
Dirige la vista a Aiden; este está mirando la biblioteca como si fuera lo más hermoso del planeta, casi parece hipnotizado. Los ojos le brillan de satisfacción.
—Me encanta venir aquí —menciona él, rascándose el cuello. Otra vez.
—Es lindo —concuerda Summer.
Aiden avanza dentro y, cuando da unos pasos, mira hacia atrás, esperando que ella lo siga. Summer lo hace y camina a su lado hasta el mostrador. Una mujer algo joven está sentada en una mesita, con un computador enfrente, pero no le presta la misma atención que tiene con el libro entre sus manos. Al notarlos ahí, ella aparta la mirada de las páginas y se acomoda los lentes.
—Oh, buenos días… digo, noches, no día —se corrige la mujer—. Ah, Aiden, ¿qué te trae por aquí? Viniste la semana pasada. ¿Ya te terminaste tu libro?
Aiden asiente y entrega un tomo.
—Vengo a devolverlo. Y a llevarme otro.
Después de devolver el libro, él la guía por los pasillos, tocando cada uno de los lomos que se exponen en las repisas, a la vez que le informa sobre sus géneros favoritos y uno que otro libro que ha leído. Se detiene al reconocer uno de los tomos y lo coge con cuidado; deja la portada a la vista de Summer para que ella vea.
—Mira, este libro lo leí hace unos meses, ¡es el más genial que existe! —chilla, dando saltitos emocionado.
Summer no puede evitar sentir un poquito de ternura al verlo así de feliz. No parece para nada el Aiden que le ha dicho que descubrirá cada uno de sus secretos. Este Aiden no parece una amenaza. Se regaña mentalmente por la idea.
«No, Summer, ni se te ocurra encariñarte».
Quién sabe qué podría hacer Aiden al descubrir quién es ella… o descubrir lo que trama. Ella no lo conoce; no sabe de qué es capaz.
—Se ve divertido —toma el libro que Aiden le extiende—. ¿De qué trata?
—Te juro que es el mejor libro, es de fantasía y romance. Y la trama es… complicada. Pero te puedo asegurar que Violet y Xaden son la mejor pareja que existe. ¡Ah! Evie, son tan geniales, amo a Xaden, por él me haría gay. —Procesa lo que dijo y se pone algo colorado, al parecer de vergüenza, y baja un poco el tono—. Digo, no… era un chiste. ¡Pero te digo que es tremendo tipazo!
Summer suelta una risa. Nunca lo había escuchado hablar tanto y tan rápido.
—¿Qué? —dice Aiden, medio ofendido—. ¡No te rías! Cualquiera se enamoraría de Xaden.
—Ajá, y cualquiera se pondría rojo también, ¿no?
—¿Rojo? No estoy rojo.
—Claro que no —responde, sonriendo de lado.
Aiden pone los ojos en blanco y vuelve a concentrarse en los libros que tiene enfrente.