Royal secrets: la sombra tras la corona

Extra.

Christopher.

Todo es un caos.

La gente que se encontraba en la cafetería se apresura a salir por la puerta principal. Los que pueden, al menos.

Sus pies no reaccionan. Sus pulmones tampoco. Su sangre se enfría. No oye nada. Todo el sonido es distorsionado por sus oídos, que se niegan a escuchar los gritos desesperados de la gente.

No puede apartar la vista del charco de sangre que se encuentra unos metros más adelante.

Un cuerpo yace tirado en el suelo, sin vida. La piel pálida y la ropa cubierta de rojo. Su cabeza, separada del cuello.

El monstruo se alza sobre él, con la cabeza del hombre desconocido en las manos. Le sacó la cabeza de un tirón. Y él no pudo hacer nada.
Los ojos perturbadores de la bestia lo enfocan. Traga saliva.

Un grito atrás de él lo hace reaccionar.

—¡Chris, muévete! —grita desesperada Lynn.

La chica lo toma del brazo y lo saca del camino de esa cosa antes de que salte sobre él.

Es una repetición de algo que ya conoce.

Está soñando.

La bestia recorre la cafetería, volteando varias mesas puestas en el local. Esparciendo la sangre del hombre que segundos antes estaba vivo.

Terror.

No puede soportar el pavor que le provoca esto. Sentir esto de nuevo.

Corre hacia la ventana destrozada que dejó el monstruo y toma un pedazo disparejo de vidrio roto. El reflejo de él lo hace tomar aire. Esto dolerá. Y esa es la idea.

Sin pensarlo dos veces, se entierra la punta del fragmento roto en el estómago.

Se incorpora en su cama, jadeando.

Toca su estómago, en perfecto estado.

Suspira con un alivio que no lo llega a tranquilizar del todo.

Sale de su cama y deja que el frío lo envuelva. Toma su celular y ve la hora. Aún es de madrugada. Se pasa una mano por la cara y nota la transpiración. Maldice y se mete al baño.

La noche se le ha pasado eterna. No ha podido dormir bien desde el accidente en la cafetería. Cada vez que cierra los ojos, su mente le trae a la memoria el cadáver del hombre que mató la bestia. Ha soñado lo mismo mínimo unas tres veces esta noche, y aún ni siquiera son las cinco de la mañana.

Tira agua en su cara sin cuidado alguno. Cierra el grifo, irritado. Tiene que dormir, pero su cabeza no se lo permite.

Se va de su habitación, buscando algo que hacer que no sea acostarse.

Odia estar en esta casa. Su casa. Y ahora está obligado a vivir en ella. Toca las paredes, las puertas. Todo. Va a la cocina y toma un vaso de agua. Camina ocioso por el gran espacio que le heredaron sus padres.

Sus padres.

No se ha dado tiempo para pensar en ellos desde hace más de unos meses. No quiere pensar en eso.

Pero prefiere el dolor antes que el terror.

Ahora que no tiene su cafetería, solo le queda su casa. Que es todo menos un hogar. Aunque la casa tiene varios recuerdos, son dolorosos. Se dirige al patio trasero, donde hay un árbol viejo que seguramente tiene más historia que cualquiera.

Sonríe involuntariamente ante los recuerdos divertidos que le trae el árbol. Es una de las únicas cosas que valora de este lugar. Aquí es donde pasó el mayor tiempo con Summer, desde que se conocieron.

La madera guarda caídas, risas, secretos estúpidos y chistes sin sentido. Su mejor amiga está aquí. La única persona que no lo ha dejado. A veces es muy amargada, cosa que hace que le encante enojarla más.

Aquí fue cuando ambos tuvieron la idea de establecer una cafetería. Juntos. Cuando sus vidas eran normales. Luego, lo hicieron. El tonto sueño de tener algo juntos, como amigos, se convirtió en una realidad. Solo por medio año. Medio año fue lo que duró esa felicidad.

Cuando Summer se fue, él tuvo que encargarse de la cafetería que, se supone, era de ambos; pero cuando ella se marchó, él tuvo que habitar ese sueño solo, convirtiéndolo en su único y verdadero hogar.

Y ahora está en ruinas.

Al igual que él y todo lo que quiere.

Se acerca al árbol viejo y toca la madera con sus dedos. Siente la textura del material disparejo, le agrada. Obliga a su cuerpo a volver dentro y cierra la ventana, apartándose del congelado aire y, a la vez, reconfortante frío que lo envuelve.

Deja su cuerpo caer en el sofá y revisa su teléfono, que solo tiene un mensaje de Lynn, avisándole que ya llegó a su ciudad.

Suelta un suspiro tembloroso y aparta el celular. El mensaje de su amiga solo sirve para recordarle la realidad en la que está metido. En los problemas que podrían surgir si no le informa a Summer sobre eso. Puede que guardar el secreto de Lynn solo sirva para que, cuando Summer lo sepa, se aleje porque él no le contó.

Pero él no tiene motivos para decirle a Summer el secreto que le pertenece a alguien más. Mientras no le afecte a su mejor amiga, ocultará lo de Lynn. Al menos hasta que ella apruebe decirle a Summer. O hasta que sea necesario.

Esto no involucra solo a Lynn y Christopher. El secreto depende de cientos de personas que corren peligro. No piensa poner sus vidas en la balanza… a menos que del otro lado esté la vida de su mejor amiga.

Summer ahora tiene a Aiden siguiéndola. Christopher confía en ella, pero no en Aiden.

Es cosa de tiempo. En algún momento Summer lo sabrá. Pero no es ahora, porque tiene a un maldito loco tras ella.

Aunque ha sopesado la posibilidad de decirle a su mejor amiga lo que oculta Lynn más veces de las que debería admitir.

Quiere a Summer.

Pero cientos de personas dependen del secreto de Lynn.

La balanza es clara, pero su lealtad igual. No se lo ocultará mucho más tiempo a Summer.

El sueño le cierra los ojos contra su voluntad.
La pesadilla vuelve con el mismo horror que las anteriores.
Todo se repite.

Despierta.

Está en el sofá aún. Se incorpora sobresaltado por el sueño y lo primero que escucha es el sonido de su celular. Mira hacia la ventana y nota la luz cálida que baña el cielo.



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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