Christopher.
Observa la luna en el cielo. Es una de las pocas cosas que él cree merecen ser apreciadas.
Está desparramado en el suelo de su cuarto, enfrente del ventanal que le permite ver, desde el suelo donde está plantado el árbol, hasta el cielo oscuro, que se ilumina gracias a las miles de luces de gente que celebra estas fechas.
Hace alrededor de una hora, soltó su guitarra, exhausto. Las manos ya le dolían por la fuerza con la que se aferraba al instrumento. Los oídos ya le pedían a gritos un descanso del ruido ensordecedor de las notas. Y ahora está aquí, solo admirando el paisaje e imaginando cómo hubiese sido su vida si todo hubiera resultado diferente.
La Navidad es algo que él siempre ha odiado. No por lo que significa, sino por lo que pasaba en estos días.
Esperaba que esta Navidad fuera diferente. Se obligó a no pensar en sus padres en lo que restaba del día, pero es lo que más ha hecho. Su mente lo atormenta con cada recuerdo de ellos, algunos alegres, otros horrorosos. Y para esta fecha, las cosas no eran muy bonitas.
Recuerda que cada Navidad en la que sus padres vivían era discusión. Él escuchaba desde su cuarto las peleas de sus padres. Nunca entendió muy bien de qué se trataba eso, pero siempre tenía el mismo resultado: su madre se iba y luego su padre se molestaba.
Hasta que un día no hubo discusión. Pasó algo días antes de la fecha. Y no soporta el hecho de que nunca supo qué fue. Esa Navidad, su madre la pasó encerrada en su cuarto, el cuarto que ahora ocupan los montones de cajas de momentos enterrados. Cuando fue a ver a su madre… ya no estaba. Su cuerpo se encontraba tirado en el suelo, creando un gran charco de sangre. Ella tenía un cuchillo en la mano.
Summer no lo sabe. Ella cree, al igual que todos, que la madre de Christopher murió de un ataque al corazón. Su padre les hizo creer eso. Pero a él nadie le pudo borrar de la memoria esa imagen.
A pesar de que su padre era distante y su madre prácticamente lo detestaba, él los apreciaba, aunque eso significara soportar cada discusión y pelea de parte de ellos. Y cuando su padre murió… él quedó solo.
Y Summer, la única persona que le quedaba… lo dejó un año después.
Y ahora que ella ha vuelto, él no piensa perderla. No la dañará de ninguna manera posible. No hará nada para que ella decida marcharse. Y si eso significa cargar solo con su dolor, soportará sangrar hasta morir.
Incluso si el silencio es solo para que ella llame hogar a lo que él considera su infierno.
Hace un rato ha estado escuchando conversaciones en la casa. Sabe que el que llegó primero es Aiden, pues su voz es reconociblemente molesta. Y la segunda… supone que es Charlotte. No ha interrumpido en este tiempo porque, si Summer se distrae con ellos, él lo permitirá de buena gana.
Odia lo que pasó esta mañana. Por primera vez, Summer lo notó mal. Eso no debía pasar. Ella no lo buscó en todo el día, lo que significa que se siente culpable. La está haciendo sentir mal con su dolor. Qué estupidez.
Suelta una risa corta, sin humor. Se burla de él mismo.
Escucha pasos en el pasillo. Es Summer.
Aiden o Charlotte no tendrían razón para ir al pasillo. Summer tiene su propio baño arriba, por lo que viene con intención de hablar.
Se pasa una mano por la cara, como si así se pudiera quitar el cansancio de sus rasgos. Obliga a su cuerpo a reaccionar y se levanta del suelo, toma la libreta delgada donde alberga cada una de las canciones que ha compuesto y se deja caer en la cama, abriendo una página al azar.
Cuando tocan la puerta, él ya tiene su disfraz bien armado.
Summer entra, permitiendo a la luz de afuera filtrarse por la puerta.
—¿Sí? —pregunta Chris, mirándola con una máscara de indiferencia—. Si vienes a reclamar tu regalo de Navidad, perdón. No compré nada —bromea.
Su amiga lo observa por unos segundos, deteniéndose en su cabello desordenado y la ventana abierta.
—Te venía a avisar que vamos a jugar al amigo secreto con Aiden y Charlotte, y no sé si querrás jugar… —su voz denota una súplica que Christopher no está listo para rechazar.
Quedándose aquí mientras ellos se divierten solo logrará que Summer se preocupe más por él. Su respuesta es automática.
—Vamos —sonríe con las pocas fuerzas que le quedan para mantenerse estable.
Summer parece aliviada. Asiente.
—Te esperamos.
Ella se va.
Christopher se permite respirar y hunde su cabeza entre las almohadas. Tiene que intentar distraerse. Intentará pasarla bien esta noche a pesar de lo que significa cada segundo de este día.
Aunque no está seguro de poder aguantar un segundo más.