Royal secrets: la sombra tras la corona

37.

Summer.

Sus habilidades en el tema de la lucha han mejorado, aunque le debe el honor a Aiden, que no se ha rendido en enseñarle a pesar de su horrible ejecución de movimientos. Es realmente extraño que este no haya hecho ninguna pregunta sobre por qué entrena, pero tampoco es que Summer tenga ansias por ello.

Los últimos días no lo ha visto; su último encuentro fue la vez donde explotó y le dijo todo lo que pensaba. Agradece que él la haya entendido, su confianza creció debido a aquello, y ahora está casi segura de que le dirá la verdad, en algún momento le contará. Aiden le ha dado esa confianza, se ha quedado a escucharla, y siente que en el fondo le debe algo. Y ese algo es su secreto.

El secreto que los puede separar.

Teme perderlo, que se aleje. Así que valora el hecho de tener algo que hacer que no sea pensar en él. En este momento está de camino a la misión de la que depende el futuro del país y no se puede permitir distracciones.

Se acomoda la máscara sobre la parte inferior de su boca y entra en el palacio por los pasillos ocultos del castillo. Saldrá enseguida, solo necesita algo.

Llega al interior de la construcción y pasa sigilosamente por los pasillos, de habitación en habitación, cuidando que no la noten. Siente el olor a antiguo, y no es sorpresa, pues este palacio lleva más de doscientos años en pie.

Entra al estudio de su padre, en el que se supone debería haber llegado la vez pasada en la que pisó el castillo. Se toma su tiempo cerrando la puerta con cuidado; sería ridículo que la encontraran por no tener cuidado al cerrar.

Busca en los papeles del escritorio. Remueve cada hoja, impaciente. Hay demasiados, y cualquiera podría ser el documento. Pero no hay nada parecido a un mapa.

—Vamos, tiene que estar aquí… —murmura al aire mientras revuelve todos los archivos.

Abre unos cajones y continúa su desesperada búsqueda.

Encuentra una hoja que tiene impreso un diseño de algo, una construcción. La observa, deteniéndose en cada habitación, intentando identificarlas. Si le hubieran pasado un mapa del castillo a los siete años, sabría cada uno de los espacios sin siquiera dudar. Pero han pasado años desde eso.

Al final deduce que sí es el mapa que buscaba, ya que reconoció algunos lugares. Se lo guarda en el bolsillo de su ropa oscura y continúa buscando, leyendo apresuradamente palabras al azar de cada hoja, porque el tiempo no es algo que le sobre.

En el desastre en el que se encuentra involucrada, Summer hace caer algo. Recoge la carpeta para volver a depositarla en el escritorio, pero el título que lo denomina la detiene.

«Reclutamiento, séquito real»

¿Estaba ahí mismo y no lo vio?

Niega con la cabeza y una sonrisa en el rostro, pensando en lo bien despistada que es a veces. Abre la carpeta y comienza a hojear las páginas.

No se da cuenta cuando la puerta se abre hasta que escucha unos pasos tras ella.

—Señorita, dé la vuelta en este momento —escucha una voz desconocida y su primer impulso es voltear a ver quién es, pero eso no es lo más prudente en este caso.

Mira al frente, a la ventana que tiene ante sus ojos. Y ahí ve, en el reflejo del cristal, a un guardia, uniformado y armado, apuntándole con una pistola.

Traga saliva y se obliga a no entrar en pánico. Esto no es un entrenamiento. Aquí no tendrá segundas oportunidades. Tiene que utilizar todos los recursos a su alcance; usar cada maniobra que le enseñó Aiden. Cierra los ojos y respira hondo, por si es la última vez. Voltea y se acerca a pasos lentos al guardia, con las manos a la vista de él.

—Quédese ahí. Ni un paso más —ordena él.

Ella se detiene a dos metros y él la observa, trazando círculos lentos a su alrededor. Summer se percata de que el guardia le saca mínimo dos cabezas de más, y de su estado físico, que le indica que, si no hace un buen trabajo, la podría dejar en estado de coma. Él la escudriña, fiándose del arma entre sus manos; el arma que está a menos de diez centímetros de distancia.

La sensación de sentirse observada y tener a un desconocido tan cerca le trae a la mente el desagradable recuerdo del hombre: sus asquerosas manos en su cintura, el nauseabundo olor de su boca, la impotencia…

Un escalofrío la recorre y aprieta los puños para que no le tiemblen las manos. Respira una vez, dos, y se dispone a hacer lo que tiene que hacer. En un movimiento rápido —que le copió a Aiden—, le quita el arma al guardia, que se le queda mirando sorprendido. Aprovecha ese instante y le apunta. La pistola se siente más pesada; no es como la que ocupaban en la práctica, esta está cargada.

—No te muevas —exige Summer. Se aleja a pasos cuidadosos del hombre, sin apartarlo de su vista—. Me vas a dejar ir y harás como que nada pasó aquí —busca con la mano libre la carpeta del escritorio, tocando todos los papeles hasta que da con algo de plástico.

Mira de reojo lo que tocó.

Error.

Al volver la vista al frente, ya no es la única que lo apunta con un arma.

El guardia consiguió de quién sabe dónde otra pistola, y la sacó cuando no miraba.

«¡Pero si solo aparté la vista un segundo!»

—No —replica este—. Lo que vamos a hacer es que tú vas a soltar mi arma y la vas a dejar en el suelo. Luego me dejarás llevarte donde el rey sin complicaciones, y tal vez, solo tal vez, pida que no te maten por robo —concluye con voz neutral.

Summer suspira. Nunca creyó que haría esto. Esperaba no tener que recurrir a este método, pero él no le está dando opción alguna.

Presiona el gatillo.

El hombre cae al suelo sin delicadeza alguna, con un alarido. Respira agitado por el dolor y ubica las manos en torno a la herida, mirando horrorizado cómo chorrea la sangre de su pierna.

Sus ojos viajan deprisa hacia la herida.

«Yo lo hice»

La sangre chorrea de su pierna velozmente.

«Le disparé a alguien»

Cierra los ojos un segundo más, tranquilizándose. «No es una herida mortal, no morirá», se repite. Si no lo hubiera hecho, él ni se inmutaría al matarla. Era la mejor opción. No había otra opción.



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En el texto hay: #romance, #obsesion, #secretos

Editado: 30.12.2025

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